lunes, 3 de agosto de 2015

Musas


"Temblando como un flan”.
Era una frase que había oído muchas veces, por supuesto. Incluso la había escrito, en al menos tres de sus libros, que él recordara. Pero nunca había sido consciente de haberlo sufrido en sus carnes.
Hasta ese momento.
Y era verdad. Literal. Temblaba todo entero, sentía cómo sus carnes se sacudían, blandas y nerviosas. Incluso sentía un leve aroma a caramelo y vainilla....
Suspiró hondamente, concentrándose, con los ojos cerrados. Abrió los ojos y puso las manos sobre la mesa, con las palmas hacia abajo, a ambos lados del campo inmaculado.
Sintió mareos.
Volvió a cerrar los ojos, respirando con fuerza, poniéndose tieso como un palo sentado en la silla de oficina, aquélla que le había acomodado y acunado mientras escribía tantos y tantos éxitos. Aquel había sido el trono que le había encumbrado.
Apretó las mandíbulas, tensó, con los ojos aún cerrados. Estaba más enfadado que nervioso. Más frustrado que enfadado.
Abrió los ojos de nuevo, mirando a su enemigo blanco. El boli Bic lo cruzaba en diagonal. Casi parece reírse de él.
¿Cómo podía pasarle aquello a él? ¡Había sido el premio Planeta más joven! ¡Había vendido más copias de su segunda novela que Harry Potter y la saga Crepúsculo juntos! ¡Había escrito doce libros en diez años!
Pero desde hacía un tiempo.... el trauma de la página en blanco. El mayor miedo de un escritor.
Se puso en pie, cabreado, apoyando los puños en la mesa, a ambos lados de la hoja de papel. Inmaculada. Limpia.
Odiosa.
¿Dónde estaban aquella vez las musas? ¿Dónde estaban aquellas hadas que le habían susurrado las ideas que él había convertido en sus grandes éxitos? El silencio era su único mensaje....
Apretó más fuerte las mandíbulas, haciendo rechinar los dientes. Dio sendos puñetazos en la mesa, enfadado. Se separó del folio y caminó por la habitación, como un gorila enjaulado.
Un gorila estúpido e inútil.
Resoplaba por la nariz, con la boca demasiado apretada como para respirar por ella. Buscaba ideas, argumentos inéditos, escenas gloriosas, situaciones épicas, personajes inolvidables.... pero sólo se le ocurrían mil y una formas de cómo hacer daño a una hoja de papel en blanco.
Se detuvo frente a la mesa, a unos metros de ella. La miró como un toro de lidia mira al torero que se pavonea por el ruedo. Apretó los puños, intentando dejar la mente abierta, para que las musas hiciesen su trabajo.
Entonces se lanzó corriendo sobre la mesa, sobre su enemiga, la página en blanco. De cinco pasos llegó a ella, abalanzándose, apoyando las palmas de las manos en la madera, a ambos lados del papel.
Pero nada. Su cabeza estaba vacía: sólo había sitio para la derrota y la desesperación. La hoja en blanco le miró fijamente, con soberbia. Su esbirro, el boli Bic se echó a reír, burlándose a carcajadas.
Se llevó las manos a la cabeza, tapándose la cara con ellas. Se le escaparon lágrimas de desesperación. Estaba acabado. Había forzado demasiado su imaginación y se había agotado. Estaba oxidado, derrotado, sin fuelle.
Empujó la silla, haciendo que rodara por la alfombra y acabara chocando contra la estantería, donde un ejemplar de todos sus hijos de papel y tinta lo miraron avergonzados. Estaba seguro de que le habían perdido el respeto.
Se acercó a la ventana, maldiciendo a las musas entre dientes. Falsa inspiración. Hadas malignas. Rameras asquerosas.
Miró las nubes, que pasaban por el cielo, delante y encima de él. Eran grandes y panzudas, de color gris oscuro delante del azul del cielo. Eran como su éxito y su fama: se iban para siempre y le dejaban atrás.
Pensando en lo que le haría a una de aquellas miserables musas si se encontraba con ella por el barrio se volvió hacia la mesa. Allí descansaban el papel en blanco y el bolígrafo azul. Inmóviles y tranquilos.
Ellos no eran los enemigos. Eran sus queridas herramientas. El enemigo era él mismo. ¿Qué voy a hacer ahora?, se preguntó mientras miraba el papel y el boli, pensativo....

                                                                 * * * * * *

Diez meses después, su nuevo libro “Tinta y papel: los amigos del escritor maldito” arrasaba en todas las librerías, manteniéndose treinta y siete semanas en las listas de los más vendidos.