sábado, 17 de febrero de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XIX (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- XIX -
PRISIONEROS DE LA HECHICERA

Drill despertó dolorido en una superficie que se movía. Debido al golpe, al mareo y al dolor, no se movió muy rápido ni tuvo prisa por desentrañar la incógnita de aquel suelo de madera que parecía moverse y oscilar.
- Bittor, ¿estás bien? – escuchó la voz de Cort por allí cerca. Se apoyó en las manos, se incorporó un poco y buscó con su ojo al otro mercenario. Estaba allí al lado y le asintió para contestarle, al ver que le miraba con ojos preocupados.
Al enfocar y mirar a Cort pudo ver dónde estaba y la explicación de por qué el suelo se movía y se balanceaba llegó sola.
Los dos mercenarios estaban en una jaula de madera, con suelo y techo de tablas y rodeada por barrotes gruesos. No estaban encadenados ni atados, pero ninguno de los dos tenía sus armas ni sus equipajes o enseres. A Drill le habían quitado hasta el cuchillo que llevaba en la caña de la bota. La jaula estaba colgada de los árboles, a unos cuatro metros del suelo, balanceándose.
- ¿Dónde estamos? – preguntó, con voz ronca, pasándose la mano por la zona del golpe.
- ¿No querías encontrar a Solna? Pues ya la hemos encontrado.... – respondió Cort, con poca guasa.
Señalaba por entre los barrotes y Drill miró hacia abajo. La jaula estaba colgada en una parte más despejada del bosque, sin ser específicamente un claro, aunque los árboles estaban más separados y dispersos y había más espacio libre. Drill vio una cabaña de buen tamaño con chimenea de la que salía humo, una mesa grande en el exterior, cestas con frutos y hojas, un corral con tres ocas, montones de plumas contra dos árboles que crecían juntos....
Pero lo que más llamó su atención fue la mujer que iba de un sitio a otro, atareada con sus cosas, sin mirar ni una sola vez a la jaula ni a sus prisioneros. Era una mujer de unos cuarenta años, con el pelo negrísimo, buen talle y andar enérgico. Llevaba una túnica marrón oscuro, de tela gruesa y pesada, que le cubría por completo menos las manos y la cabeza, donde Drill pudo ver una piel pálida y fina.
- ¿Es Solna? – preguntó.
- La misma.... – contestó Cort, con desdén.
- ¿Y por qué nos tiene encerrados? ¿Fue ella la que nos atacó? – Cort asintió ante la mirada interrogativa de Drill. – ¿Y no te ha reconocido?
- Precisamente, yo diría que sí.... – Cort se acarició la nuca, donde parecía que le habían sacudido a él. Mi antiguo yumón le miró durante unos instantes, sin entender nada.
- No sé si será por el golpe o por la altura, pero no entiendo nada. ¿Podrías explicármelo, Riddle, si a bien tienes?
Cort suspiró, antes de contestar.
- Cuando estuve aquí la primera vez Solna me ayudó, porque se apiadó de la niña a la que yo estaba buscando – explicó, sin dar más detalles de su misión. Seguiría siendo un misterio, pero a Drill le interesaban otros detalles. – Por eso me ayudó y pude salir del bosque sin problemas, pero la hechicera me dejó muy claro que no quería volver a verme por aquí, que el hecho de que supiera dónde estaba su refugio no me daba derecho a volver a verla cada vez que tuviera problemas y necesitase ayuda.
- ¿Y por qué no me lo dijiste antes? – se enfadó Drill (aunque le conozco, e imagino que no fue mucho). – ¿Por qué accediste a ayudarme, a traerme hasta aquí?
Cort se encogió de hombros. Drill me dijo que parecía apurado, un hombre entre la espada y la pared.
- Te vi tan agobiado por la misión, que no pensé en mí. Sólo pensaba que tenía que ayudarte si podía....
Los dos mercenarios se miraron un instante, sin hablarse.
- En ese caso te ofrezco toda mi gratitud, Riddle, digo wen – mi yumón estaba un poco avergonzado por haberse enfadado antes.
Cort se encogió de hombros.
- En estos momentos me vendría mejor un poco de prosperidad – bromeó – pero creo que eso sólo depende de Solna.
Drill se volvió a los barrotes y miró a través de ellos.
- ¡Señora! ¡Disculpe, señora!
La hechicera se detuvo, de camino de un cesto que había en el suelo a la mesa en la que estaba trabajando. Miró con reproche y displicencia hacia arriba y clavó sus ojos negros en el único sano de Drill.
- Hechicera, no señora....
Después siguió con sus cosas.
- Perdone.... ¡Hechicera! ¿Por qué nos ha encerrado aquí? No pretendíamos molestarla, sólo necesitábamos su consejo y su ayuda....
- Pues me habéis molestado, después de todo – contestó ella, sin volverse: seguía delante de la mesa, haciendo sus cosas. Al cabo de un instante se volvió, mirando otra vez a Drill. – Me habéis molestado y tu amigo sabía que no debía hacerlo.
Drill se volvió a mirar a Cort, que estaba sentado en el otro extremo de la jaula, para compensar el peso de Drill apoyado en los barrotes del lado opuesto.
- Lo sabía, digo wen, pero sólo entró en el bosque y me trajo hasta su refugio porque quería ayudarme – se dirigió de nuevo a Solna. – Hechicera, necesito su ayuda, estoy desesperado y atascado en una misión imposible y delirante.
- No me dedico a ayudar a mercenarios cuando sus misiones se vuelven imposibles, aunque todos creéis lo contrario – Solna dejó sobre la mesa el cuchillo que estaba usando y volvió a mirar a Drill. – Él sabía que no debía entrar aquí y aun así te ha traído con él. Estaréis en esa jaula hasta que yo lo considere oportuno y cuando os suelte (si ese es mi deseo, del cual no estoy muy segura) os largaréis de mi bosque y no os veré más. Si tienes problemas con tu misión, que te ayude la Hermandad de los Mercenarios.
Y después se volvió a la mesa, dejando muy desgraciados a los dos mercenarios.

1 comentario:

  1. ¡Guau! Qué mal rollo la hechicera. Pero bueno, ya veo que nos animamos con las continuaciones después de el parón de enero, ja, ja.

    ¡¡¡Ánimo, Drill!!!!

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