PALABRAS MÁGICAS
- XV -
CAMINO DE LA COSTA
Drill
se deshizo del uniforme de soldado de Barenibomur y se puso las ropas del
anciano. Las calzas le sirvieron, pero el jubón le quedaba un poco grande. Se
lo anudó a un lado de la cintura y cortó las mangas para que se ajustasen a la
longitud de sus brazos.
Aunque
calculaba que ya era la Tierra Marchita, el tiempo era bueno. En Escaste solía
hacer calor todo el año, aunque por aquellas fechas y en Invierno el ambiente
era más bien templado que cálido. Drill agradeció aquel alargamiento del Verano
porque así pudo dormir al raso las tres noches siguientes, mientras huía del
cuartel provisional del ejército de Escaste.
Llegó
a Tedexo a principios de noviembre y buscó un medio de transporte tratando de
pasar desapercibido. Seguían en guerra y aunque la ciudad seguía con su vida
normal, había soldados por todas partes. No estaba seguro de si todos los
puestos del ejército tendrían su descripción, pero tenía que imaginar que, cada
uno con sus motivos, le buscaban los ejércitos de cada lado de la frontera,
para de ese modo estar alerta siempre.
Aprovechó
para comprar un par de camisas de su talla (por suerte no le habían requisado
lo que le quedaba del adelanto de Monto cuando estuvo en el ejército ni habían
revisado su mochila cuando estuvo en el calabozo) y unos pantalones de pana,
como a él le gustaban. Tenían un bolsillo amplio en ambos muslos, y guardó la
caja de Karl Monto en el de la derecha, para volver a tenerla siempre cerca y
controlada.
Tuvo
la suerte de que una familia le escuchó buscar transporte. Eran cinco miembros
que salían ese mismo día hacia la costa, en su propio carro, cargado con
equipaje y cestos y cajas de suministros y alimentos. Iban a la costa para
celebrar allí la Muerte del Año y pasar la última noche cerca del mar, para
poder realizar todas las tradiciones de esa fiesta.
Le
invitaron a acompañarles, mientras su destino le fuese adecuado a sus planes.
Drill aceptó la invitación y se empeñó en pagar algo por el viaje, pero los dos
adultos rechazaron su dinero: ellos iban a hacer el viaje de todas formas y
querían ayudarle, no ganar dinero a su costa.
Viajó
con la familia Kregshten durante muchas leguas, alejándose de Tedexo, dejando
las montañas muy atrás y adentrándose en el reino de Escaste. Aunque durante el
camino se cruzaron con muchos soldados del ejército, a medida que se alejaban
de la frontera cada vez fueron menos habituales y más anecdóticos. En ningún
momento los soldados les detuvieron en ningún control y Drill se relajó.
Parecía que había dado esquinazo a los soldados y a sus perseguidores.
Días
después, cerca del veinticinco de noviembre, llegaron a la ciudad de Pantlas.
La familia Kregshten hizo noche allí, para descansar bien en una posada,
durmiendo sobre colchones. Su destino era un pueblecito muy cercano a la
capital, a Kehida, en la costa, así que en unas leguas iban a cruzar el río
Wols. Drill decidió entonces que se separaba de ellos: prefería cruzar el Wols
por el puente de Pantlas, que estaba a un kilómetro de la ciudad. De esa forma
marcharía hacia el noreste camino del bosque de Haan.
Los
Kregshten lamentaron perderlo de vista, pero al fin y al cabo tenían destinos
distintos y eso era lo que iba a ocurrir, más tarde o más temprano. Se
despidieron afablemente, deseándose buena suerte y buena Muerte del Año. Los
niños lloraron mucho al despedirse de Ryngo,
con quien habían hecho buenas migas y Drill se despidió de los cinco agitando
la mano, al lado del camino.
Después
cruzó Pantlas, abandonó la ciudad por el este y caminó por una carretera de
adoquines hasta el puente del río Wols. Una vez lo cruzó siguió por los caminos
de tierra prensada que había más allá, en dirección noreste, hacia el bosque de
Haan.
Mientras
viajaba en el carro de los Kregshten y durante su marcha él solo (acompañado de
Ryngo) no dejó de acordarse de
Quentin: podían haber hecho aquel viaje juntos, como habían pensado hacer,
conociendo el reino de Escaste a la vez.
Con
un nudo en la garganta, Drill siguió su camino, hacia el siguiente paso de su
misión.
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