PALABRAS MÁGICAS
- XVI -
DISFRUTANDO DE UN DESCANSO
Drill
caminó durante unos días hasta que se dio cuenta de que ya había empezado el
mes de diciembre y la Muerte del Año estaba al caer. Se sentó en una roca al
lado del camino a reflexionar. Ryngo se
paró a su lado, sentado sobre sus cuartos traseros, mirándole con expectación. Llegó
a la conclusión de que no tenía ninguna prisa y aunque quisiese terminar la
misión de una vez (llevaba año y medio con ella) no estaría de más detenerse
unos días, pasar la Muerte del Año en un lugar tranquilo y relajado y continuar
la marcha con el nuevo año.
El
día cinco de diciembre llegó a una pequeña ciudad atravesada por el río
Desmacare y deambuló por ella, con Ryngo
a sus pies. Había mucha gente en aquellos días, ya que muchos que vivían fuera
habían viajado hasta allí para encontrarse con sus familiares y pasar la fiesta
de la Tierra Marchita todos juntos.
Después
de preguntar a varias personas, una mujer madura de la mano de dos niños
pequeños le indicó una posada rústica que había a las afueras de la ciudad, al
otro lado del Desmacare. Le dijo que era un sitio agradable y que seguramente
allí encontraría alojamiento: en la mayor parte de las pensiones y hostales de
la ciudad estaba todo ocupado y al otro lado del río había posibilidades de que
hubiera plazas. Drill ofreció gratitud y se encaminó allí.
Encontró
habitación en la posada, que era muy amplia. Tenía habitaciones en todo el piso
de arriba y en el de abajo había un amplio comedor, una zona común donde los
alojados podían departir amigablemente al lado de una acogedora hoguera, unos
baños de agua y de vapor y un patio trasero vallado, donde poder jugar a la
“rana”, a la “tanga” y a la “herradura”.
No
aceptaban animales en la posada, pero no tuvieron problemas en acondicionar una
zona en los establos para Ryngo, que
dormía allí cómodamente, en un lecho de paja.
Drill
pasó allí unos días tranquilos y muy a gusto, conociendo a los huéspedes, charlando
con ellos, jugando a la “rana” (recuerdo que mi antiguo yumón era un jugador muy diestro), paseando a orillas del río
acompañado por Ryngo, durmiendo en una
buena cama y comiendo excelentes platos.
Celebró
la Muerte del Año con el resto de huéspedes, con los que había entablado una
buena relación. Los posaderos les hicieron regalos a todos y lanzaron barquitas
de alcornoque al río, para que se llevase sus buenos deseos (escritos en papel
blanco) y las cosas malas (escritas en papeles teñidos de rojo) hasta el mar.
Drill
todavía sentía el peso de la caja en el bolsillo del pantalón (y sobre los
hombros), recordaba a Quentin con amargura, temía todavía una posible
persecución del ejército (de cualquiera de los dos lados), pero aquellos días
se sintió contento, al menos en parte.
Necesitaba
un descanso y lo disfrutó.
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