Al principio de los tiempos, cuando la
tierra estaba recién hecha y los animales y plantas estaban habituándose a
vivir en ella, conociéndose unos a otros y aprendiendo quiénes eran buenos y
quiénes eran peligrosos, Ácrom organizó una reunión, a la que fueron invitados
todos los animales.
Ácrom los invitó a ir al paraíso, a
pasar un día con él. Abrió las puertas de la bella tierra donde vivía y esperó
a sus invitados.
Los animales se pusieron en marcha,
agradecidos y honrados de que el Ser Supremo se dignase recibirles en su hogar.
Pero no todos quisieron ir. Algunos por orgullo, otros por pereza, otros por
miedo.... Muchos fueron los que renunciaron y declinaron la invitación.
Así, en la orilla del mar que separa la
tierra de los mortales y el paraíso, se encontraron un grupo de animales que
respondían a la llamada de Ácrom: un caballo, un águila, un jabalí, un oso, un
gato, una mosca, una golondrina, un ciervo, una hiena, un lobo, una serpiente y
un Dragón.
Los doce seres se saludaron y esperaron
en la arenosa orilla a que más invitados llegaran. Pasó la tarde, el sol se
escondió en el horizonte y la noche los envolvió. A la mañana siguiente seguían siendo los
mismos, sin que ningún otro animal se les hubiese unido.
- Creo que nadie más va a venir – dijo
el Dragón, dirigiéndose a sus compañeros. – Deberíamos seguir nuestro camino.
Los demás estuvieron de acuerdo y se
dispusieron a cruzar el mar. Como el camino era largo, el Dragón les propuso
una cosa.
- Si os parece bien os llevaré a todos
sobre mi lomo. Soy grande y fuerte y podré con vosotros sin problemas. Además
puedo volar sobre las aguas, durante largo rato, aunque la distancia hasta el
paraíso sea larga.
El caballo, el águila, el jabalí, el
oso, el gato, la mosca, la golondrina, el ciervo, la hiena, el lobo y la
serpiente subieron sobre el Dragón, que desplegó las alas y remontó el vuelo,
dirigiéndose en línea recta hacia poniente, sobre las aguas del océano azul.
Tras muchas horas de viaje, los animales
llegaron a la entrada del paraíso, una tierra bañada por el sol, cubierta de
una mullida y fresca hierba verde, cruzada por ríos y manantiales de cristalina
y fría agua, llena de árboles enormes, de grandes y frondosas copas que daban
sombra y refugio a los visitantes. Unas puertas de oro estaban abiertas frente
a ellos y entre ellas, esperándolos con los brazos abiertos, estaba Ácrom.
El Creador les dio la bienvenida y los
condujo dentro. Pasaron todo el día en su compañía, paseando por sus dominios,
admirando las bellezas que aquella tierra acoge, disfrutando de la comida de
Ácrom....
Cuando llegó la noche los doce animales
compartieron un fuego con su anfitrión, observando las estrellas y escuchando
las historias de la Creación.
Al día siguiente, cuando se despedían para marcharse y
volver a la tierra de los mortales, Ácrom se dirigió a ellos:
- Os agradezco vuestra visita, más aún
teniendo en cuenta que sois los únicos que habéis venido hasta aquí
respondiendo a mi llamada. Por ello no quiero que os vayáis sin un regalo.
- A ti, caballo, te concedo ser el
animal más hermoso que recorra las praderas, y el más veloz. Que tu pueblo
siempre tenga un lugar donde seguir siendo libre.
- A ti, águila, te doy el título de
Señora del Cielo. Siempre serás majestuosa y serás la dueña del aire.
- A ti, jabalí, te doy dos cualidades.
Serás resistente, ante la desgracia y el sufrimiento. Y serás fiel, a tu
familia y a tus compañeros. Por ello te convertirás en el emblema de los
Enanos. Serás un símbolo para ellos.
- A ti, oso, te concedo la fuerza. De
este modo serás el animal más robusto y amenazador del bosque.
- A ti, gato, te garantizo que serás el
animal más inteligente de todos. Además serás ágil y elástico, con una
personalidad magnética y misteriosa.
- A ti, mosca, te propongo una misión
muy importante: serás útil. ¿Y de qué modo?, te preguntarás. Siendo el alimento
de los animales y de los pájaros de los cuales se alimentan los depredadores.
- A ti, golondrina, te doy la capacidad
de ser grácil en el aire. Además serás alegre y tendrás la capacidad de
transmitir esa alegría a los demás.
- A ti, ciervo, te doy el rango de Señor
del Bosque. Y para que todos lo sepan te concedo una corona de astas. Así serás
el animal más bello.
- A ti, hiena, te concedo dos cualidades
que mereces, a pesar de la mala fama que los Hombres te han impuesto. Has venido
desde la sabana con humildad, por ello reconozco ahora en ti la lealtad y la
capacidad de ser digna de la confianza de los demás.
- A ti, lobo, te concedo la astucia.
Serás hábil y astuto en el bosque y en las praderas, que recorrerás con
velocidad y resistencia. Y serás un símbolo de fidelidad para las parejas de
enamorados, ya que cuando os unís entre los de vuestra especie es para toda la
vida.
- A ti, serpiente, te doy una
personalidad fría, silenciosa, serena y calculadora. De este modo serás el animal
que vigile que reine la paz entre los demás.
- Y a ti, Dragón, por tus buenas
intenciones, tu alma pura y limpia, te concedo un poco de todos. No sólo has
respondido a mi llamada, sino que has ayudado a los demás a llegar hasta aquí.
Por ello quiero que seas rápido como el caballo, majestuoso como el águila,
resistente y fiel como el jabalí, fuerte como el oso, inteligente como el gato,
útil como la mosca, alegre como la golondrina, bello como el ciervo, leal como
la hiena, astuto como el lobo y vigilante como la serpiente. A ti te concedo el
privilegio de ser el animal más perfecto de todos.
Así, los doce invitados de Ácrom
partieron de allí con sus regalos en forma de cualidades. Y volvieron a la
tierra de los mortales y compartieron todo lo que habían visto y oído con los
animales que habían decidido no ir. Y éstos se arrepintieron y se corroyeron de
envidia, al ver lo generoso que el Ser Supremo había sido con ellos.
Los doce animales fueron honrados con la
posibilidad de vivir eternamente en el paraíso, y los doce aceptaron.
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