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- Muy bien,
Bestia, prueba a ver.
Bestia tomó
el dado de doce caras con torpeza, debido a sus garras y lo lanzó. El dado de
hueso rebotó en la mesa, mostrando un siete.
- Con ese
siete el hechizo de Bestia se hace efectivo y ahuyenta a los læti – informó Volbadär, – pero el
jugador de Fásthlàs ha resultado herido. Lo han envenenado.
- ¡¡Todo por
tu culpa, pulgoso lanudo!! – dijo el dios pelirrojo, señalando a Bestia. Éste
se giró hacia él y rugió con rabia, alborotando los pelos de Fásthlàs el
Bullicioso, que se quedó pálido.
- Basta,
basta – intervino Volbadär. – El hechizo de Bestia también os ha salvado.
- ¡¡Pero yo
he perdido un jugador!! – se quejó Fásthlàs.
- Todavía no
ha muerto, ¿verdad? – intervino Doncella.
- No. La
intervención del héroe de la Madre ha resultado providencial – explicó
Volbadär. – Pero si no hacéis algo el jugador de Fásthlàs morirá al final....
Las deidades
se miraron entre sí, pensando qué podían hacer. Bestia aprovechó para
retirar del tablero las piedrecitas que representaban sus alimañas vencidas.
- ¿Cuántos
puntos de fuerza hemos ganado tras la pelea en el bosque? – preguntó la Madre.
- Cinco
puntos cada uno – contestó Volbadär tras consultar sus notas.
- Entonces
quiero usarlos para poner otro héroe en juego – dijo la Madre, sacando otra
ficha rectangular de su bolsita. Era de madera de pino, pintada de verde con
las aristas en dorado, sin barnizar.
- Puedes
hacerlo, pero tu tirada de dados debe ser satisfactoria – dijo el anfitrión.
La Madre
tomó el dado de hueso, mientras miraba al resto de jugadores. Doncella,
Fásthlàs y Bestia asintieron. Azar sonrió, encogiéndose de hombros: no tenía
nada que objetar. Jroq el Destructor seguía con los ojos cerrados y las cuatro
manos en el regazo, sin intervenir pero sin perderse nada de lo que ocurría en
el juego.
La Madre
lanzó el dado, que rodó por las Tierras Áridas del norte, hasta detenerse:
mostraba un cinco.
- Muy justo,
pero suficiente – dijo Voldabär, recogiendo el dado. – La tirada es buena y
puedes poner otro héroe en juego, aunque pierdes tus cinco puntos de fuerza que
acabas de ganar....
- Con este
héroe no los necesito – dijo la Madre, un poco soberbia, colocando el
rectángulo de madera entre el resto de fichas de los otros jugadores, en el
bosque Oriental.
• • • • • •
El
bosque Oriental estaba en calma.
Los
læti habían desaparecido, empujados y
zarandeados por el hechizo de Hiromar. El Minotauro volvió a guardarse la
varita de vid en el cinto y se dirigió al grupo que estaba agachado en el
suelo.
Mórtimer
lo miró con admiración y curiosidad, cuando se acercó, pero Hiromar hizo caso
omiso de él. Llegó al lado de Wup y se arrodilló, mirándolo con cara seria.
-
¿Está bien? – preguntó.
-
Creo que le he sacado la mayor parte del veneno, pero puede que todavía quede
algo dentro de su cuerpo.... – dijo Ahdam, algo apenado.
-
Has hecho lo que has podido.... – dijo Mórtimer, con intención: le parecía que
el caballero se sentía culpable de lo que le había pasado al Bárbaro.
-
¿Se va a morirse? – preguntó Borta, con ojos brillantes.
-
Creo que no....
-
Morirá pronto – escucharon una voz enérgica entre los árboles, mientras el
suelo temblaba ligeramente durante un instante y se escuchó el repiqueteo del
chocar de huesos, muy lejano. Hiromar y Ahdam se pusieron en pie, en guardia,
buscando al emisor de aquellas palabras.
-
¿Quién anda ahí? – preguntó Ahdam, desenvainando su espada.
Con
un leve sacudir de hojas y de ramas, una figura delgada y estilizada salió al
sendero que ocupaba el grupo. Era una mujer, sus curvas lo demostraban. Era
rubia, con la cara pálida y tonos verdosos, alargada y fina.
-
Soy yo.
-
¿Y quién
eres tú? – dijo el
caballero, apuntándola con la
espada.
-
Soy Eeda, una Ninfa del bosque.
Mótimer
la miró con ojos extasiados. Eeda era tan alta como Ahdam, pero más delgada y
estrecha. Llevaba una especie de armadura de color verde y marrón, hecha con cortezas
de diferentes árboles. Vestía pantalones de ante y botas altas de cuero. Iba
armada con un arco largo y un carcaj a la espalda lleno de flechas. Era muy
bella y atractiva.
-
¿Qué haces aquí? – preguntó Ahdam.
-
Eso iba a preguntaros yo a vosotros – contestó la Ninfa, sin inmutarse ni
achantarse, deteniéndose a un par de
pasos del grupo. – Soy una de las guardianas de este bosque, así que los
intrusos sois vosotros. Podría echaros de aquí.
-
Inténtalo.... – retó Hiromar.
-
No es necesario enfrentarse – dijo Mórtimer, levantándose y colocándose entre
el Minotauro y la Ninfa.
-
Mórtimer tiene razón – dijo Ahdam, bajando la espada y envainándola de nuevo. –
No pretendemos hacer nada malo en tu bosque, guardiana. Sólo queríamos
cruzarlo.
Eeda
miró a los tres hombres que tenía delante de ella, poco a poco, valorándolos
uno a uno. Después del escrutinio asintió, serena.
-
Si sólo estáis de paso no tengo ningún problema con vosotros – dijo al final,
con seriedad. – No molestéis al bosque y salid de aquí cuanto antes.
-
¿Qué decir antes? – preguntó Borta, desde el suelo, sujetando aún la cabeza de
Wup. – ¿Qué decir tú antes de mi hermano morir?
Eeda
lo miró antes de hablar y Mórtimer juraría haber visto un asomo de lástima en
los ojos verdes de la Ninfa.
-
Tu hermano está hechizado por el veneno de læti.
No morirá inmediatamente porque tu amigo le ha sacado casi todo el veneno, pero
ha estado dentro de su cuerpo el tiempo suficiente para hechizarlo.
-
¿No podemos hacer nada? – preguntó Ahdam.
Eeda
negó con la cabeza.
-
Sólo se le puede salvar con magia, pues la magia es la que lo está matando....
El
ladrón y el caballero se volvieron a la vez a mirar al Minotauro, pero éste
seguía serio, ceñudo, como siempre. Después negó con la cabeza, como hacía unos
instantes había hecho la Ninfa.
-
No domino ese nivel de la magia – dijo, con su voz grave y profunda, pero con
un toque de compasión. – Lo siento, pero no puedo hacer nada....
-
Conozco un brujo que quizá pudiese hacer algo.... – intervino Eeda en ese
momento. – Pero está muy lejos y exigirá un alto precio por sus servicios.
-
Pagaremos lo que sea – dijo Ahdam, al punto.
-
Su cabaña está en las Montañas de la Luna – dijo la Ninfa, sin querer desanimar
a los otros, sólo avisándoles. – Quizá vuestro amigo no aguante vivo hasta
allí....
-
Creo que, después de todo, sí que voy a poder hacer algo – dijo Hiromar,
mirando al suelo. Ahdam y Mórtimer le miraron sonrientes y Borta le miró con
devoción, desde el suelo. – Conozco un conjuro que podrá mantenerlo en
animación suspendida, atrapado en el tiempo, como un mosquito en la resina de
un árbol. Le mantendrá vivo, sin que el otro hechizo avance, al menos durante
un tiempo.
-
Entonces adelante. No esperemos más – dijo Ahdam, con decisión. – ¿Nos llevarás
ante el brujo?
Eeda
lo miró, antes de contestar. Mientras, Hiromar realizaba unos pases mágicos
sobre Wup (que le hicieron brillar con un tono dorado durante un par de
segundos) y luego ayudó a Borta a levantar al Bárbaro herido y se lo cargó en
el hombro. Mórtimer recogió el mazo largo de Wup, con las dos manos, y cargó
con él.
-
Está bien.
-
Te daremos una recompensa, vamos en busca de un tesoro....
-
No quiero que me paguéis nada – interrumpió la Ninfa al caballero. – Soy la
guardiana del bosque, ¿no es eso? Os ayudo porque esto os ha ocurrido en mi
bosque: si os hubiese ocurrido en la Llanura Umbría o en las Lomas Verdes no
movería un dedo por vosotros.
Y
dicho esto se dio la vuelta, echando a andar a través de la espesura, en
dirección norte. Hiromar, cargado con el inconsciente Wup, la siguió al
instante, con un preocupado Borta pegado a los cascos.
-
Es una mujer de armas tomar, ¿eh? – bromeó Ahdam, recogiendo sus cosas y
preparándose para la marcha, dándole un puñetazo amistoso a Mórtimer en el
hombro.
-
Desde luego.... – respondió el ladrón, en un murmullo, sin perder de vista a la
Ninfa que se alejaba con su paso elástico y atractivo. Después reaccionó y
marchó detrás de Ahdam, cerrando el grupo.
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