martes, 13 de febrero de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XVIII (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- XVIII -
EL BOSQUE DE HAAN

Drill y Cort emprendieron su viaje el día siguiente, después de pasar la noche en la posada de Frann (había habitaciones libres de sobra para los dos). Cort compró dos mantas gruesas en el mercado, previsor, las enrolló y las ató con una cuerda, llevándolas al hombro. Drill revisó su equipaje y acabó metiendo la caja en la mochila del ejército, la que había sido de Quentin Rich.
Los dos listos y preparados empezaron a andar.
Caminaron hacia el bosque de Haan, por las praderas que predominan en Escaste. Debido al Invierno el campo estaba amarillo y seco, pero la hierba era alta y fresca, atrapando el frío y la humedad del ambiente. Drill se puso el gorro de lana y los guantes de piel de conejo con muchas ganas y Cort se colocó unos mitones negros y un gorro con orejeras muy cómico, pero a la vez muy cálido.
Tardaron cinco días en llegar al bosque, pasando las noches en graneros o pajares y cuando llegaron a pueblos de tamaño mediano buscaron una pensión o compartieron habitación en alguna casa particular, de dueños muy amables.
Cuando alcanzaban un grupo de árboles medianamente grande Drill siempre preguntaba si aquello era ya el bosque de Haan. Riddle reía y le pedía paciencia: cuando llegasen a él lo notaría.
Y así fue: el bosque de Haan era mucho más poblado, oscuro e impenetrable, sin por ello dar una imagen peligrosa o amenazadora. Los árboles eran más altos y frondosos y crecían muy juntos, casi sin dejar pasar más que unos pocos rayos de Sol hasta el suelo, en el que sólo crecía una pequeña y parda hierba, cubierta de tamujas y hojas muertas. Drill lo contempló con admiración, durante unos minutos.
Después se colaron entre los primeros árboles y penetraron en el bosque de Haan.
Allí la temperatura no era tan fría, era más bien fresca. No pasaban calor, pero la marcha era más agradable y apacible. Atravesaban el bosque por entre los árboles, sin ningún sendero que marcara el camino: los dos mercenarios pasaban apuros, pero Ryngo no tenía ninguna dificultad, aunque la hierba marronácea parecía molestarle para avanzar.
Drill le preguntaba a Cort qué camino tenían que seguir hasta encontrar a Solna, porque mi antiguo yumón no veía nada en aquel bosque que sirviera de referencia para encontrar nada, y lo que menos le apetecía era estar dando vueltas por entre los árboles esperando encontrar a la hechicera por casualidad. Cort le contó que debían marchar en dirección noreste, hasta dar con un macizo de rocas grises que había en mitad del bosque. Desde allí, y siguiendo el macizo rocoso longitudinalmente, encontrarían una brecha en las rocas de la que salía un sendero muy leve, que debían recorrer para llegar a la zona donde habitaban los hechiceros. Una vez allí creía recordar el hogar de Solna.
Drill también se interesó por Solna, por supuesto, por cómo era la hechicera y cómo había tratado a Cort en su primer y casual encuentro. Riddle tardó más en contestar a esta pregunta y Drill no supo si fue porque estaba concentrado, mientras atravesaban una zona mucho más densa y poblada de árboles, o si la pregunta le molestaba o era difícil de responder. Aquella noche, cuando se detuvieron a dormir, Cort le contestó.
Solna era una mujer seria y disciplinada, algo huraña con los extraños. Vivía en el bosque de Haan porque quería apartarse de la gente, así que no se tomaba muy bien las visitas, aunque al ser una verdadera bruja las atendía y respetaba con cierta deferencia. Según Cort era una mujer madura, bella y ciertamente atractiva, que vestía túnicas vaporosas y elegantes, no como las brujas de las ilustraciones de los libros de cuentos para niños.
Las noches eran duras en el interior del bosque, porque aunque no hacía tanto frío como en la pradera, no dejaban de estar en Invierno. Las mantas gruesas que había comprado Cort, muy previsoramente, les fueron de mucha ayuda: Ryngo durmió con Drill bajo la manta. El terreno era blando y cómodo para dormir sobre él, pero muy húmedo, así que colocaban las mantas más finas que ya llevaban con ellos antes y se arropaban con las gruesas recién compradas.
Al cabo de unos días de cruzar el bosque llegaron hasta unas rocas grises con vetas y manchas negras. Riddle aseguró que aquel era el macizo rocoso del centro de Haan, así que ascendieron hasta lo alto. El macizo medía solamente unos cuatro metros de alto, que ascendieron por una pared casi vertical. Por suerte había asideros y escalones naturales en la roca, así que la ascensión no fue difícil. Cuando llegaron a la parte de arriba Drill comprobó que era plana, de grandes y largas rocas llanas. Desde allí hasta el otro lado se podía bajar andando, porque no había desnivel: las rocas bajaban en una pendiente suave hasta el suelo de hierba y hojas muertas del resto del bosque. Pero Cort le dijo que siguieran por las rocas, hasta llegar a la brecha que le había dicho que tenían que encontrar. Caminaron durante todo el día, hacia la izquierda, hasta llegar a ella: era un corte en la roca, una pequeña garganta. Desde ella empezaba un leve sendero, apenas dibujado en el suelo del bosque. Cort saltó al sendero y Drill lo siguió. Ryngo trotó por las rocas de los bordes y bajó al suelo con delicadeza y elegancia.
El camino siguió de nuevo por el bosque. En aquella parte los árboles estaban más separados, pero sus copas eran más altas y anchas, formando un techo de hojas que tapaba la luz del Sol. Sin embargo había claridad en el suelo, no andaban a ciegas. La hierba del suelo estaba cubierta de tamuja de los pinos y de hojas de las encinas y hayas.
El segundo día después del macizo de rocas se acostaron, con una pequeña hoguera entre los dos. Drill temía que el fuego atrajera a bestias y alimañas, pero Cort le aseguró que no había animales peligrosos en el bosque. Además, el fuego podía atraer a algún hechicero curioso, que quizá les podría indicar hacia dónde caminar para encontrar el refugio de Solna.
Drill apenas tardó en dormirse, pero poco tiempo después se despertó en plena noche. Se removió bajo la manta, sin ver nada: la hoguera sólo era ya un montón de brasas y no había más luminosidad en el bosque: las dos lunas no podían mandar su resplandor atravesando el techo de ramas y hojas.
Se giró hacia donde se había quedado dormido Riddle Cort y vio una figura oscura sobre él. Alarmado trató de incorporarse, para prevenirse, pero la figura, la silueta oscura en la penumbra de la noche, vino hacia él, con mucha velocidad y destreza.
Drill notó un golpe contundente bajo una de las orejas y perdió el conocimiento de nuevo, muy distinto al sueño del que había disfrutado hasta hacía un momento.

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