- XII -
Con la luz del Sol
los supervivientes de Desesperanza volvieron a salir a la calle, con cautela al
principio, pero más confiados y alegres después. Habían sobrevivido a la noche.
Cuando descubrieron
que el gran establo del pueblo estaba lleno de caballos estallaron en gritos de
júbilo: saldrían del desierto y aquella noche estarían a salvo en Culver City.
Sólo habían
sobrevivido unas treinta personas, las que se habían refugiado en casa de
William T. Lorenzo Jr. Las demás habían muerto en el incendio o en la cacería
que se había organizado después.
El sheriff organizó a la gente que quedaba
en dos grupos: unos se encargaron de encontrar los cadáveres y tratarlos para evitar su transformación
y los otros prepararon los caballos para abandonar el pueblo. Se dispusieron
dos carros que había también en el interior del establo para transportar agua y
provisiones, y para que viajaran los vecinos más ancianos y para los niños.
Lucius “Chucho”
McGraw estaba herido: había recibido un zarpazo en un hombro. Le cosieron las
rasgaduras que tenía en la piel y le vendaron la articulación. A Cortez le
entablillaron la muñeca y le vendaron toda la mano, cada dedo por separado. El sheriff Mortimer tenía una brecha en la
cabeza, así que le pusieron una venda en torno a la frente, que tapó con el
sombrero.
Mortimer y Cortez
parecieron hacer las paces: el sheriff
no se sentía ya amenazado por el cazavampiros, pues había retomado su lugar en
el pueblo ahora que los vampiros se habían marchado y Cortez había cumplido su
cometido.
A media mañana, no
más tarde de las diez, todo estaba listo. Los supervivientes estaban preparados
para su travesía por el desierto y tenían un caballo o un sitio en alguno de
los carros. La comitiva se puso en marcha sin más dilación: todos querían dejar
atrás el pueblo. Desesperanza se convertiría en otro pueblo fantasma más.
El sheriff Douglas Mortimer se acercó a
lomos de su caballo a Mike, Cortez, McGraw y Sue, que esperaban al lado de sus
monturas, atadas delante del saloon.
- Buena suerte, sheriff – dijo Cortez, tocándose el ala
del sombrero.
- Igualmente. Va a
necesitarla – dijo Mortimer, que ya sabía el destino del cazavampiros. – ¿Está
seguro de que no quiere acompañarnos? ¿Ninguno de ustedes?
- Aún tenemos cosas
que hacer – contestó Cortez, tendiéndole la mano izquierda al sheriff, que se inclinó en su silla de
montar para estrechársela. – Muchas gracias por todo, sheriff.
- A usted.
Un trote de caballo
llegó hasta ellos, que miraron detrás de Mortimer. Éste se giró para ver llegar
a Ron, montado a caballo. La estrella de ayudante del sheriff brillaba en su pecho a la luz de la mañana. El chico no
podía sentirse más orgulloso, con su placa y su espléndido Colt Dragón en la
cartuchera.
- Señor, salimos ya
– dijo.
- Bien. Ve tú delante,
hijo – le contestó el sheriff. El
chico asintió y luego se tocó el ala del sombrero, para despedirse de los que
estaban a pie. Mike le sonrió ampliamente, divertido y alegre por el ascenso del muchacho.
El sheriff se volvió hacia Mike y le miró
lleno de respeto.
- Me alegro de
haberte tenido en el pueblo, Nelson – dijo, con los ojos entrecerrados y duros
mirando al bandido. – Intenta no meterte
en líos.
Mike se asombró,
pero luego sonrió con su sonrisa ladeada, dedicándole un cabeceo al sheriff.
- Lo intentaré,
pero no prometo nada....
El sheriff sonrió a su vez y volvió a
tocarse el ala del sombrero. Después giró a su caballo y marchó al trote para
ponerse a la cabeza de la comitiva, que se ponía en marcha lentamente.
Mike vio a uno de
los jinetes que marchaban cerrando la caravana y corrió para alcanzarle antes
de que echase a andar y se alejase demasiado.
- ¡Casero! – gritó,
llamando la atención del telegrafista. Emilio Villar se giró y vio a Mike,
endureciendo su cara. El bandido llegó hasta el lado del caballo y se detuvo,
quitándose el sombrero y sacando algo de dentro. – Tenga. Al final dormí en su
casa, y aunque no me ha dado el desayuno, he disfrutado de mi estancia.
Emilio Villar miró
atónito el billete de diez dólares que el bandido le tendía. Lo cogió después
de un rato.
- Gracias – dijo,
en un mudo susurro.
- El placer ha sido
mío, amigo – dijo Mike, sonriendo sinceramente. Se dio la vuelta y volvió hacia
el grupo que se quedaba en Desesperanza, dejando detrás de sí a un atónito
Emilio Villar. El telegrafista acabó sonriendo, irónico, y después azuzó a su
montura, para ponerse en marcha en la retaguardia de la caravana.
- ¿Todo listo? –
preguntó Cortez a Mike, mientras montaba en su caballo. La mano derecha vendada
descansó entre sus piernas y manejó las riendas con la izquierda.
- Sí – dijo Mike,
montando en su yegua. – Cortez, siento de veras lo de su hombre, lo de White.
- Son cosas que
pasan – contestó Cortez, con pesar. Apretó los labios y se encogió de hombros.
– Yo lamento lo de su amigo.
- Sí, yo
también....
- Se portó como un
valiente – dijo el cazavampiros. Mike asintió. – Y no te preocupes. Hiciste lo
que debías hacer.
Mike miró a los
ojos de Cortez y supo al instante que había hecho lo mismo un montón de veces,
sacrificar a amigos que se habían transformado. Y también vio en su mirada que
era algo que no se olvidaba nunca.
- ¿De verdad no
quieres venirte? Eres bueno con el revólver y las balas de madera....
- Gracias, pero
tengo asuntos que resolver – contestó Mike, realmente agradecido y honrado de
que el cazavampiros quisiese tenerle a su lado en su cruzada.
- En ese caso
suerte – dijo Cortez y le estrechó la mano izquierda desde su caballo. Lucius
“Chucho” McGraw se tocó el ala del sombrero, sonriendo ligeramente bajo su
ancho bigote y salió al galope tras su compañero y jefe. Mike los vio irse,
sonriendo de medio lado: eran las personas más extrañas que había conocido en
el oeste.
Se volvió hacia Sue
que seguía a su lado, montada sobre su caballo. La chica le estaba mirando.
- ¿Te vas con ellos
de verdad? – preguntó.
La chica asintió en
silencio.
- Son muy raros....
- Sí.... Un
poco.... – dijo, con su bella voz asomando a través de una sonrisa tímida. –
Pero Alastair escapó y Cortez quiere cazarle. Ahora ya no tiene a su Ungido y
no querrá construir un gran ejército de vampiros, pero sigue siendo peligroso.
- Y tú quieres
ayudarle a cazarlo....
La chica se encogió
de hombros.
- Es mi vida. A eso
me dedico – respondió. Luego volvió a sonreír. – Adiós, Mike.
- Buena suerte, Sue
– contestó el bandido, y se abrazaron, cada uno desde su caballo. Después la
chica se giró y salió del pueblo detrás de Cortez, entre dos casas, hacia el
desierto.
Mike respiró hondo.
Él se dedicaba a otras cosas.
Y quizá seguiría
dedicándose a ello. Pero no durante un tiempo. Ahora tenía un fondo monetario
que le iba a permitir tirar durante un tiempo. Sólo tenía que recuperarlo.
Sin miedo a lo que
se podía encontrar allí donde iba, Mike salió del pueblo al galope, hacia las
montañas, a las cuevas. A recuperar su botín.
Ahora ya sabía cómo
enfrentarse a los vampiros.
Tenía el revólver
lleno de balas de madera y una estaca en el cinto, en la cadera derecha.
Salió del pueblo
por la calle principal, como una exhalación, sin fijarse en el cartel de la
entrada.
Desesperanza
Povlaciòn:
237 abitantes ??
Al parecer el
desierto de Mojave se había quedado despoblado. Pero Mike no tenía miedo.
Nada podía
detenerle.
El Sol brillaba por
encima de él, en el cielo azul.