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Justo y Sole, cada uno con su coche, llegaron hasta el pueblo a recoger a Marta, y la encontraron acompañada por el cura loco de negro. Justo había esperado (y deseado) que el hombre de negro hubiese desparecido, pero al parecer su compañera había dado con él.
- Muy bien, ya
estamos aquí – dijo Justo, a modo de saludo, bajando la ventanilla. – Suban, tenemos
que ir hasta Palencia: la posesión podría ocurrir hoy mismo.
- Ocurrirá hoy
mismo – dijo el padre Beltrán, con su voz de cuervo. – Pero debemos perder unos
minutos. Tengo que ponerles al día de lo que está pasando.
- ¿Cree que no
lo sabemos? – replicó Justo. Sole había aparcado detrás de él y había bajado
del todoterreno, acercándose a Marta y al sacerdote de negro. – Nos enfrentamos
a una ola de posesiones infernales, con las que ya han muerto por lo menos
dieciocho personas. Nos quedan al menos otras dos ciudades (que sepamos) en las
que puede haber más asesinatos. No hace falta que nos diga a qué nos
enfrentamos....
- Yo creo que
sí – replicó el padre Beltrán, con su voz grave pero para nada soberbia. – Es
necesario que sepan contra quién luchan, si son ustedes los encargados de
detenerlo.
A
regañadientes, Justo bajó del coche y se reunió con los demás en un banco cercano, al lado
del río Duero. El padre Beltrán guardó unos segundos de silencio, tomando aire
y pensando cómo explicar a unos neófitos las verdades del multiverso.
- Son ustedes agentes de una agencia gubernamental que investiga manifestaciones paranormales, pero no sé si saben ustedes de dónde provienen esas manifestaciones....
- Son ustedes agentes de una agencia gubernamental que investiga manifestaciones paranormales, pero no sé si saben ustedes de dónde provienen esas manifestaciones....
- Del más allá
– comentó Marta, con cierta vergüenza. Se sintió como cuando iba al colegio y
respondía una pregunta del maestro, creyendo que sabía la respuesta pero
temiendo estar equivocada.
- En realidad
hay muchos más allá, agente –
respondió el padre Beltrán. – Hay muchos mundos aparte de éste en el que vivimos,
que no es más real que los otros. Hay otros universos, infinidad de ellos. Los
hay celestiales, los hay neutrales, hay otros como el nuestro (malo y bueno a
partes casi iguales) y los hay demoníacos. Infernales.
“Cuando los
demonios de un universo infernal encuentran una puerta a otro universo a veces
se cuelan en él, en forma de espectros, ya que no pueden transportar su forma
corpórea. Para realizar las acciones que quieran cometer en el mundo en el que
se han colado, toman posesión del cuerpo de un habitante de ese mundo. Es lo que
nosotros llamamos posesiones.
- ¿Está
insinuando que las posesiones son la causa de visitas de seres de otro
universo? – dijo Justo, con tono divertido, queriendo ridiculizar al sacerdote
de negro.
- No lo
insinúo, agente, lo digo claramente – replicó el padre Beltrán, sin molestarse.
– Usted lleva trabajando mucho tiempo en la agencia, ¿qué explicación puede dar
a todo lo que ha visto? ¿Acaso le parece tan descabellado pensar que hay seres
de otros universos que penetran en el nuestro, con intenciones que van desde el bien más puro a
la más terrible maldad? – Justo le mantuvo la mirada al padre Beltrán, sin
acobardarse.
- No puedo
creer lo que dice, eso es todo....
- Hay más cosas entre el cielo y la
tierra, Horacio, de las que sospecha tu filosofía (1)– fue la desconcertante respuesta. – Yo
tampoco creí la realidad cuando me la contaron, pero si lo hubiese hecho mucho
tiempo me hubiese ahorrado y muchas personas seguirían vivas....
- ¿Entonces
está diciendo que los poseídos con los que nos hemos encontrado estos días son
demonios que provienen de un universo paralelo? – intervino Marta, para
aligerar un poco el ambiente.
- Eso es.
- Y provienen
de.... de.... Anäziak – dijo Sole, con tono interrogativo.
- Eso creo –
respondió el padre Beltrán. – Hasta que no traduzcamos el mensaje completo que
los poseídos recitan antes de atacar a sus víctimas, lo único que tenemos es
esa palabra.
- ¿Conoce
usted Anäziak? – preguntó Marta.
- No, agente.
Yo no he viajado entre mundos. Pero he oído hablar de esa dimensión. Una
dimensión infernal en la que se basaron el cristianismo y otras religiones para
describir su infierno. No es una dimensión de las peores, al menos no lo era
hasta el verano pasado....
- ¿De verdad
se cree usted todo lo que nos está contando? – preguntó Justo.
- ¿Y qué
diferencia hay entre creer que existen infinidad de mundos que lindan con el
nuestro o pensar que las almas del más allá, sean celestiales o infernales, a
veces vuelven a visitarnos? – dijo el padre Beltrán, con tranquilidad. – Es la misma consecuencia con
explicaciones distintas. Puedo asegurarle que la idea del multiverso es la real,
pero aquí ocurre como con la religión: cada uno puede pensar lo que quiera.
Justo le miró
con cara enfadada.
- ¿Y qué
propone que hagamos ahora? – inquirió el veterano agente al fin.
- Creo que
debería encargarme de traducir el mensaje – dijo el padre Beltrán, haciendo
caso omiso del tono hiriente de Justo. – Ustedes deberían ir a Palencia e
intentar detener al siguiente poseído.
- Eso me
parece bien....
- ¡No! Yo creo
que no debemos separarnos – intervino Marta. Justo la miró sorprendido: en ese
momento se dio cuenta de que la estaba perdiendo ante el extraño personaje. –
Es mejor que continuemos todos juntos la investigación. Podemos hablar con el
general para que organice otro equipo de campo o que otros investigadores sigan
donde nosotros lo dejamos....
- No podemos
dejar nuestro caso en manos de otro equipo de investigadores de campo – dijo
Justo. No lo decía por orgullo, era la política de la agencia. – Tendrían que
ponerse al día a mitad de investigación y se perdería mucho tiempo.
- Podemos
pedirle que envíe a más agentes para un nuevo equipo de campo – propuso Sole. –
Al fin y al cabo, usted y Marta ya han resuelto el patrón de las posesiones y
solamente hay que encargarse de que no haya más muertes y de atrapar a alguno
de los poseídos con vida, antes de matarlos o de que se suiciden.
- Tengo una
idea mucho mejor que esa – dijo Marta, a la que se le ocurrió una solución de inmediato.
– Llame al general, Justo, por favor. Cuéntele las novedades, que tenemos el
mensaje que recitan los poseídos, que conocemos a un experto que podrá
traducirlo y que tenemos que investigar eso al margen de las nuevas posesiones.
Sole puede encargarse de controlar la crisis, con algún agente de apoyo de la
agencia.
Justo meditó
la idea de Marta. De aquella manera ellos seguirían teniendo el control de la
operación pero se servirían de los (supuestos) conocimientos del padre Beltrán,
a la vez que Marta y él lo acompañaban y lo tenían vigilado. Por otra parte,
confiaba lo suficiente en Sole como para que se encargara de atajar la crisis.
- ¿Y quién
cree que podría acompañar a Sole en el terreno, Marta? – preguntó a su
compañera.
- Tengo alguna
idea – contestó Marta, sonriendo con picardía.
* * * * * *
Treinta
minutos después, tras informar al general por teléfono y convencerle de que sus
peticiones eran lo mejor para resolver el caso, Marta, el padre Beltrán y Justo
marchaban en el R-11 de éste hacia un destino sólo conocido por el sacerdote de
negro. Por su parte, Sole se marchó en su todoterreno hacia El Burgo de Osma
(donde el padre Beltrán le había encargado un recado) y después a Palencia,
donde ocurriría la siguiente posesión. Allí la soldado esperaba encontrarse con
los agentes de apoyo sugeridos por Marta. A pesar de seguir con el caso en
lugares separados, la soldado y el veterano agente habían acordado seguir en
contacto telefónico.
Ninguno de los
dos acababa por confiar en el padre Beltrán.
(1)“Hamlet”, acto 1, escena 5, William Shakespeare
(1599-1601)
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