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Todavía había un poco de color y de luz
por el oeste, donde el Sol se había ocultado del todo, pero sus rayos todavía
iluminaban el cielo de color morado. El resto del tapiz astral estaba negro.
Habían salido de “La Casona” casi
inmediatamente. Sólo se habían detenido para asegurarse de que Atticus estaba
bien para poder andar y para que Justo recogiese su sombrero, milagrosamente a
salvo del viento sobrenatural del portal del espejo.
Hassan miraba “La Casona” con otros
ojos. Seguía sin gustarle, aunque ya no le daba miedo. Sabía que había
fantasmas, criaturas como Atticus y otras mucho peores, malvadas y con oscuras
intenciones. Pero también sabía que había gente (como Justo y Marta o como
Sergio y Victoria) que se encargaban de luchar contra ellas.
O como el padre Beltrán.
- ¿Está bien, Marta? – dijo Justo,
llegando a su lado. Hassan estaba al otro lado de la mujer rubia, que le había
puesto su mano en el estrecho hombro, para darle ánimos, mirando los dos por
entre los barrotes de la verja que rodeaba la finca de “la Casa Román”.
- Bueno, mañana estaré un poco mejor....
– contestó la mujer.
- Y al día siguiente mejor, y al
siguiente mejor.... – dijo Justo,
con una sonrisa en la cara. No parecía contento. – Así es este trabajo....
- Daniel no debería haber muerto, no era
su trabajo.... – dijo Marta, con un nudo en la garganta. Había perdido primero
a Mónica, luego a Gustavo y por último a Daniel, que ya había sufrido lo suficiente
el verano anterior. Todos habían muerto por relacionarse con el padre Beltrán,
pero aun así no podía culpar al anciano sacerdote. No podía culparle....
- Daniel se arriesgó para ayudarnos –
dijo Justo, con cierto orgullo en la voz. – Era muy valiente, ni siquiera él
sabía cuánto....
- ¿Y el pequeño panda? – preguntó
Hassan, en un susurró. No podía evitarlo, a pesar de que mucha gente había
muerto él se preocupaba por el “animal”.
- Sergio y Victoria le vieron morir....
– contestó Marta.
- No hemos encontrado su cadáver – dijo
Atticus desde atrás, atareado con Sergio para poner a punto la gran moto del
padre Beltrán. Sergio y Victoria se iban a hacer cargo de ella. – No creo que
Crunt haya muerto, solamente ha aprovechado para escaparse....
- No dejo de pensar que vinimos hasta
aquí para enfrentarnos a esos fantasmas y librar al padre Beltrán de su
amenaza.... – dijo Marta. Hassan sintió un nudo en la garganta. – Y es verdad
que nos hemos encargado de los fantasmas, pero no hemos salvado al padre Beltrán....
- Él eligió este final.... – comentó
Victoria, llegando hasta ellos desde atrás. También había estado preparando la
moto que había sido de Roque, después del padre Beltrán y ahora era para ellos.
– Él eligió salvarnos sacrificándose para expulsar a los fantasmas....
- El tío era así – comentó Sergio,
abrazando a Victoria por detrás, mirando la casa, como hacían Marta, Hassan y
Justo. – Jugando con la muerte a cada paso y casi casi buscándola. Creo que
siempre supo que moriría aquí....
- ¿Morir? – les sorprendió la voz de
Atticus. Todos se volvieron a mirar al ente, que sonreía, sosteniendo un
cigarro en la comisura de la boca, con un mechero encendido en la mano. Seguía
teniendo muy mal aspecto, pálido, agotado y herido, pero su sonrisa era
luminosa. – ¿Quién ha dicho que haya muerto?
- Pero.... – empezó Hassan.
- El padre Beltrán sólo ha viajado a
otra dimensión, a otro mundo – dijo Atticus, con voz divertida, encendiendo por
fin el cigarrillo. – Menudo cabrón, todo este tiempo pudiendo abrir portales y viajar
entre universos y sin decírmelo....
Justo se volvió hacia los demás,
levantando una ceja, con una media sonrisa, esta vez alegre y esperanzada.
Todos se miraron incrédulos, pero también con esperanzas.
Y sonrieron.
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