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La plaza de la Virgen Blanca de Vitoria
estaba hasta arriba de gente. Era viernes por la noche, hacía buen tiempo y
había animación.
Mezthu esperaba gente, pero no tanta.
Lamentaba tanta gente, porque ya sabía
cómo actuaban los Jinetes cuando se desbocaban. Y no quería más matanzas. No
hasta la que él deseaba.
Si seguían dejando montañas de muertos
tras ellos, la ACPEX no tardaría en aparecer. Estaba convencido de que ya
estaban tras su pista, pero era un milagro que todavía no le hubiesen encontrado.
Tenía que darse prisa. Y pasar
desapercibido.
Aunque con aquellos demonios a su lado
no estaba seguro de poder serlo.
Caminó él solo por la plaza, pasando al
lado de las grandes letras verdes con las que se escribía “Vitoria”. Siempre había gente haciéndose
fotos allí.
Subió por la plaza, ligeramente
inclinada, pasando al lado del monumento de la Batalla de Vitoria. No le dedicó
ni una mirada, concentrado en las escaleras que daban acceso a la iglesia de San
Miguel Arcángel. Siguiendo las indicaciones del pergamino (Vitoria,
Piedra, Subida al Cielo)
había llegado a la conclusión de que allí era el lugar de la tercera
invocación.
Cuando llegó a las escaleras se sentó en
el primer escalón y sacó un punzón de la mochila (que hacía que le dolieran las
púas de la espalda). Con el punzón empezó a grabar una estrella de Dhalea, con prisa y poco cuidado. Aquello no
importaba demasiado: donde tenía que ser certero era en los símbolos de los
demonios. Especialmente en el del Tercer Jinete.
Una vez trazada la estrella pasó a los
símbolos, y ahí sí que cogió el punzón con más precisión y trazó los grabados
con cuidado, poco a poco. La gente de la plaza le miraba al pasar y Mezthu
tenía miedo de que alguien avisase a la policía y le llevasen de allí.
Sudando (cosa extraña en su especie,
pero el “disfraz” de humano tenía más inconvenientes que ventajas) terminó el
dibujo y comparó el del pergamino con el suyo. Salvo trazos desviados con el
punzón, eran idénticos.
Así que sacó una gallina muerta de la
mochila y la agarró por las patas: el animal llevaba allí metida dos días y empezaba
a pudrirse, perdiendo las plumas.
Empezó con la salmodia.
- Camper vegan
lindu voorm. Enquentelak miracun soort. Viguelion, viguelion, viguelion doorv. Exager
mee, Tria Xinetet.
En ese momento los dos Jinetes salieron
de entre las casas que rodeaban la plaza. Mezthu creía que los había dejado
fuera de la ciudad, pero estaba claro que lo habían seguido hasta el lugar de
la invocación. Los demonios cabalgaron por la plaza, haciendo molinetes con sus
armas, pero sin atacar realmente a nadie. Sólo los hacían correr. La gente los
veía y gritaba de terror, al ver su aspecto, al ver sus rostros, al ver las
úlceras de uno y las heridas abiertas de la otra. Los dos Jinetes dieron
vueltas a la plaza, congregando a un grupo de humanos en el centro, al lado del
monumento, sin dejarles escapar de allí. Había una pareja joven con un bebé en
una silla de paseo, un grupo de chicos y chicas jóvenes de unos quince o
dieciséis, años, un par de hombres solitarios, de edad madura, y un grupo
nutrido de ancianas, que estaban en la ciudad en una excursión organizada. La
guía, una chica muy joven, estaba con ellas.
Mezthu dudó, asustado. No sabía si
seguir con la invocación o detenerse y bajar hasta la plaza, para parar a los
demonios. Su miedo pudo con él y no se movió del sitio, siguiendo con la
salmodia.
- Vegan. Voorm. Soort. Viguelion doorv. Ahegadar
tuum qetra onn. ¡¡Exager mee, Tria Xinetet!!
Con la última frase le cortó el cuello a
la gallina, con un pequeño cuchillo de cocina. La sangre de la gallina ya
estaba seca, pero la cabeza cayó sobre el símbolo que parecía un cuenco,
dejando caer coágulos de sangre endurecida, más parecidos a polvo que a
líquido.
Los peldaños de la escalera donde estaba
sentado Mezthu se iluminaron con una luz roja, brillante y potente. Sonó un
estallido en el aire cuando apareció el demonio desde su dimensión, ocupando un
lugar en la nuestra. Mezthu rodó por las escaleras, mientras el Tercer Jinete
aterrizaba, resbalando con sus cascos hendidos, sobre la piedra de la plaza.
Era muy parecido a sus
hermanos: inmenso, con aspecto de centauro, la cola cubierta de escamas y con
la punta de flecha, rostro horroroso con la nariz aplastada y de grandes
agujeros, los ojos amarillos y los colmillos retorcidos asomando de su boca sin
labios. Las diferencias eran que éste era negro y que sus brazos eran delgados
y en el torso se le marcaban las costillas, con el vientre curvado hacia
dentro, esquelético. En la frente, como sus hermanos Jinetes, llevaba grabada
su marca:
Los tres Jinetes se reunieron, gruñendo
con alegría, abrazándose y palmeándose la espalda. Mezthu vio desde las
escaleras, caído, cómo el Primer y el Segundo Jinete le indicaban con un gesto
la multitud congregada en la plaza. El Tercer Jinete llevaba una maza en la
mano, que hizo girar, mientras cargaba con sadismo contra los humanos
aterrorizados.
Mezthu se tapó los ojos, pero no dejó de
escuchar los alaridos de los humanos, las risotadas de los Jinetes y el sonido
de la maza al impactar contra la carne y el hueso.
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