LA LLAVE ES LA CLAVE
- XIX -
OTRO ENCUENTRO INESPERADO (Y TAMBIÉN FELIZ)
En
Yutem Drill tuvo que hacer noche, pues llegó a última hora de la tarde en la
diligencia de Epuqeraton y la siguiente que salía hacia el reino de Aluin lo
hacía a la mañana siguiente.
A
Drill no le importó demasiado, aunque eso supusiera más gasto de dinero: al
final, con lo que había sacado de vender el burro al joven necesitado de
Epuqeraton había podido pagar los dos billetes. Pagar una posada cutre (y sobre
todo barata) y una cena caliente no le harían pobre.
Aunque
estaba casi rozando aquella situación.
Buscó
la posada, reservó una habitación, se aseguró de que la plaza de donde salía la
diligencia al día siguiente no estaba lejos y sabía llegar y después volvió a
la posada. Ya era noche cerrada así que Drill fue soñando todo el camino con un
pedazo de cordero con patatas y con dormir muchas horas.
Durante
todos aquellos viajes había conseguido que lo buscaran por espionaje en
Escaste, lo reclamaran por traidor en Barenibomur y lo persiguieran en
Rocconalia por ladrón de antigüedades. Pero aquella última cosa se le había
pasado por alto mientras paseaba de noche por Yutem.
Ni
yo sé qué había hecho durante aquellos años ni Drill ha podido imaginarlo, pero
lo que sí es cierto es que aquella noche, Tash Norrington encontró a Drill de
nuevo. No sabemos si fue por casualidad, porque el joven mercenario había
seguido buscándole y había encontrado una pista, porque tenía informadores en
todo el reino de Rocconalia y en el de Darisedenalia que le avisaron de que
Drill había vuelto a aparecer o porque Drill tuvo un acceso de mala suerte,
pero lo cierto fue que el enorme mercenario de la capa de piel de oso cerró el
paso de mi antiguo yumón en plena
calle.
Drill
se sobresaltó al reconocerle, pues después de tantas adversidades como había
superado (la guerra, el bosque de Haan, el secuestro, los viajes por mar) había
olvidado por completo a Norrington.
-
¡¡Drill!! ¡¡No sabes lo que me alegro de verte!! – dijo, sonriendo un poco
macabro. De entrada, antes de que Drill pudiese defenderse o desenvainar el
sable tharmeìno, Norrington le lanzó un puñetazo al estómago, que hizo doblarse
al viejo mercenario y dejarle sin respiración. Después le agarró por el cuello
y le estrelló contra la pared de una casa, sin soltarle. – Al fin te pillo,
maldito ladrón desgraciado.
Ryngo gruñó y se lanzó a
por el enorme mercenario, que le golpeó en el aire. El zorrillo cayó al suelo
hecho un ovillo de pelo naranja y blanco, pero se rehízo en seguida y volvió a
saltar a por Norrington. Esta vez le atrapó el antebrazo derecho, hincándole
los colmillos. Norrington chilló y después agitó el brazo, para librarse del
zorrillo, sin soltar a Drill del cuello con la otra mano. Al final golpeó a Ryngo contra la pared y éste cayó al
suelo, gimoteando.
Drill
casi no podía respirar, tratando de abrir la manaza de Norrington en torno a su
cuello, golpeando después el antebrazo del joven mercenario, para tratar de soltarse,
pero no pudo. Norrington era mucho más fuerte que él y además estaba furioso:
seguro que todavía recordaba la caída por la cascada y la encerrona en el
roquedal Sedenhy. Drill no le había hecho ningún daño permanente, pero la
humillación podía doler más que cualquier herida.
-
Todavía dudo si matarte y entregar solamente tu cadáver – dijo, entre dientes,
mientras apretaba un poco más el cuello de Drill. Éste se puso morado. – Pero
como tengo que entregar la espada también, tendré que dejarte vivir para que me
digas dónde la has escondido....
Tash
Norrington soltó a Drill, que se dobló y cayó al suelo a cuatro patas,
agarrándose el cuello con una mano. Respiraba con dificultad y el aire al
entrar en sus pulmones le quemaba como el fuego, pero al menos respiraba.
Estaba aturdido, pero aun así pensaba cómo librarse de aquella encerrona.
Entonces
apareció su hada de la guarda.
Yo
estaba en aquellos momentos en Yutem, volviendo de una misión muy satisfactoria
en una pequeña ciudad al este del Bosque Espeso. Había cobrado mi sueldo tras
la misión de espionaje y volvía a Dsuepu, haciendo parada en Yutem: había
obtenido una serie de documentos y piezas antiguas secundarios a mi misión y
quería tasarlos y venderlos. En Yutem conozco un anticuario muy bueno, que tasó
mis hallazgos y me dio un buen dinero. Un apaga extra por mi misión.
Estaba
contenta, porque la misión había salido bien (eso siempre era buena reputación
para futuros clientes), había cobrado buen dinero y había conseguido un poco
más gracias a mi contacto el anticuario. Paseaba por Yutem con ligereza,
valorando si pasaba la noche en una posada tranquila o me buscaba la compañía
de un concubino en algún burdel de mancebos.
Valoraba
las dos opciones cuando me di de bruces con la escena. No conocía a aquel matón
de aspecto imponente, anchísimas espaldas cubiertas por una piel de oso, brazos
musculosos y enormes y puños como medias sandías. Pero desde luego conocía al
viejo mercenario que jadeaba en el suelo.
-
¡¡Drill!! – le llamé sorprendida (y un poco alarmada, lo reconozco). Mi pobre yumón no pudo volverse a mirarme, pero
Tash Norrington (descubriría su nombre un instante después) sí que me miró. Sus
ojos, su rostro iracundo, la posición del cuerpo y de las manos me dejaron
claro que era él el que había dejado a mi antiguo yumón por los suelos. Y no podía consentir eso. – Apártate de él,
mastuerzo.
-
¿Y si no me aparto? – el gigantón se giró del todo a mirarme, sonriendo con
superioridad.
No
me entretuve en peleas dialécticas. Aquel tipo enorme no parecía alguien capaz
de seguirme en un intercambio de insultos brillantes (presunción por mi parte:
Drill me confesó después que era un hombre muy inteligente) así que pasé a la
acción. En realidad era lo que me apetecía.
Salté
hacia adelante y le calcé un puñetazo en la cara, sin previo aviso. La cara de
aquel tipo era como una pared de granito, pero mis brazos no eran de
mantequilla, precisamente. Norrington se giró, pero sin acusar el golpe. Le
aticé en el vientre y el recibió el golpe con un resoplido, girándose para
atizarme: por suerte me aparté, pero cuando vi el puño enorme pasar por delante
de mi cara me convencí de que no debía dejarme alcanzar por aquel tipo.
Peleamos
en corto, parando nuestros puñetazos con los brazos o esquivándolos hurtando el
cuerpo. Puedo decir con orgullo que le alcancé dos veces más, en plena cara,
dejándole buenas marcas y aturdiéndole y enfadándole bastante. Pero él también
me alcanzó, al fin, en pleno pecho y en la barbilla. Caí al suelo y él se me
echó encima cuando todavía estaba rodando. Me aparté, le di una patada en la
cara, me levanté, aproveché que estaba inclinado y me subí en sus hombros,
atenazándole el cuello con mis muslos y apretándole también con los brazos.
Norrington
trató de zafarse, moviéndose por la calle, golpeándome contra las paredes, pero
yo le tenía bien agarrado. Se dejó caer de espaldas, golpeando la mía también
contra el suelo, pero me agarré fuerte y apreté aún más las piernas, sin
soltarle. Una vez en el suelo no le dejé levantarse y al cabo de un tiempo
perdió el conocimiento. No quería matarle, desde luego, pero sabía que con
aquella llave podía dejarle sin respiración y sin sentido. Me aseguré de que el
gigantón todavía respiraba y después me volví a Drill.
-
Ofrezco gratitud, Jennipher – Drill se agarraba del cuello y trataba de
respirar normalmente, pero me sonreía. – Nunca me había alegrado tanto de
verte.
Entre
los dos, cuando Drill recuperó la respiración y la postura, atamos fuertemente
a Tash Norrington y lo metimos por la puerta de atrás de una taberna,
colándonos en el sótano y escondiendo al corpulento mercenario entre las
barricas de vino y los barriles de cerveza. Esperábamos que no lo encontraran
hasta dentro de un par de días.
Tiempo
más que suficiente para que nos hubiésemos ido.
A
la mañana siguiente dejamos Yutem, de camino al reino de Aluin. Tuve suerte y
pude comprar un pasaje: la diligencia sólo iba ocupada por Drill y por una
mujer madura elegante y silenciosa. Los dos en el mismo banco tapizado de verde
oscuro respiramos tranquilos cuando dejamos Yutem atrás.
Allí
mismo, de camino a Totsetum, a pesar de la presencia de la otra viajera (no
pareció hacernos mucho caso, la verdad), Drill empezó a contarme todo lo que le
había ocurrido durante aquel tiempo que habíamos estado separados.