LA LLAVE ES LA CLAVE
- XVI -
VIAJE POR MAR
Al
mediodía estaban a unos cientos de metros de la costa, arrastrados por las
corrientes norestes que dominaban el estrecho. Algunas ocasiones tenían que
volver a remar, para volver al centro de la corriente, pues algunas corrientes
secundarias o algunas olas díscolas los volvían a llevar a la isla de Hefestia.
En realidad estaban agotados, después de toda la mañana remando para salir de
la isla y para alejarse lo más posible de ella.
Ahora
la veían en el horizonte, lejos de ellos, pero Drill no estaba tranquilo. Los
guerreros naroquienses se habían esforzado mucho por conseguir una presa con la
que extorsionar al rey de las islas Tharmeìon, así que no se dejarían engañar
por ellos. Los buscarían sin descanso. Drill quería alejarse lo más posible de
Raj’Naroq y cuanto antes mejor.
Por
suerte, el estrecho era un corredor comercial bastante transitado, así que una
hora después del mediodía (a pesar de ser finales de octubre el Sol calentaba
con fuerza, sobre todo a aquellas horas del día) un barco mercante se acercó a
ellos, lentamente.
-
¡¡Ah del bote!! – escucharon, saliendo de su modorra y su agotamiento. Se
incorporaron los dos y vieron el costado de un barco a dos metros de su barca.
Era un barco mediano, sin símbolos naroquienses, pero aun así Drill se llamó
idiota por haber bajado la guardia. – ¿Están los dos bien?
Drill
y Klinton miraron por encima de la borda del barco, donde tres hombres se
asomaban para verles desde la altura. Sólo uno de ellos les saludaba y les
hablaba, pero los tres les sonreían. Aquello era buena señal.
-
Lo estamos, aunque estamos cansados de remar y agradeceríamos un trago de agua:
nos hemos quedado sin reservas – explicó Drill.
-
Eso tiene fácil arreglo – les dijo el hombre tocado con un gorro de lana,
lanzándoles un odre lleno de agua fresca. Drill dejó que el pintor bebiera
primero y aprovechó para observar a los hombres del barco.
Desde
luego no eran naroquienses. Vestían como en el continente y su color de piel
era moreno por el Sol, pero no rojizo como los hombres de la isla de fuego. No
llevaban los tatuajes tribales que lucían los naroquienses (ya fueran guerreros
o no) y sus rasgos eran más parecidos a los de la gente de Rocconalia o Aluin
que a los norteños.
-
Ofrecemos gratitud – dijo Drill después de refrescarse y beber, lanzando el
odre de nuevo a la cubierta del barco, visiblemente más vacío.
- Y
nosotros deseamos prosperidad – contestó el hombre que había hablado de los
tres, mirando con curiosidad a Drill, sin duda sorprendido por aquella fórmula
más propia de lugares más finos y civilizados. – Aunque me temo que poca van a
tener si siguen navegando el estrecho en un bote de remos.
-
La necesidad nos obligó a utilizarlo.
-
¿La necesidad? No veo aparejos de pesca ni equipajes que sugieran un viaje.
¿Quiénes son ustedes y qué hacen en medio del estrecho?
Klinton
y Drill se miraron y después fue éste el que contestó, convencidos los dos de
que sólo la verdad les serviría para convencer a aquellos marineros.
-
Escapamos de la isla Hefestia, perseguidos por guerreros naroquienses que nos
tomaron prisioneros para pedir un rescate por nosotros – explicó Drill.
-
¿Un rescate? ¿Acaso sois fugitivos? ¿Hay una recompensa por vos?
-
No, no somos fugitivos. Tampoco gente famosa, aunque mi compañero es importante
en la corte de las islas Tharmeìon – explicó Drill, sin entrar en detalles. –
Dejadnos subir a bordo y os contaremos toda nuestra historia.
Los
tres marineros se miraron y hablaron entre ellos en murmullos, aunque para
Drill quedó claro que el que hasta ese momento había hablado con ellos era el
capitán del barco. Tras un breve intercambio de impresiones, los tres se
volvieron hacia ellos, acodándose de nuevo en la batayola.
-
Sea. Les subiremos a bordo. Pero si lo que pretenden es engañarnos o tramar
algo contra mi tripulación....
-
Nada de eso, capitán – rechazó Drill. – Por mi honor de mercenario que lo único
que queremos es regresar cuanto antes a las islas Tharmeìon.
El
capitán lo miró con fijeza, ante aquella nueva información. Después ordenó
subir el bote a bordo, usando para ello una grúa móvil que había en la cubierta
del barco. Estaba claro que aquel navío era mercante y como tal estaba
preparado para mover, cargar y descargar mercancías.
Mientras
un grupo de cuatro marineros arrastraban el bote por la cubierta y lo llevaban
al lugar en que otros dos estaban asegurados, el capitán del barco se quedó con
Drill y Klinton, valorándolos.
-
Soy Morris Unghu – era un hombre alto y corpulento, con un ligero vientre
abultado, pero miembros delgados y musculosos y una espalda ancha. Su cara era
cuadrada, se cubría los cabellos oscuros con un gorro de lana y tenía el rostro
cubierto por una barba negra descuidada y una cicatriz en la mejilla izquierda.
– Y este es mi barco, “La Dama Clarish”.
Si no traen malas intenciones tampoco las recibirán de mí y mis hombres.
-
Desde luego que no, capitán – negó Klinton.
-
Al contrario, sólo ofrecemos gratitud por habernos ayudado. No podríamos haber
llegado muy lejos con ese bote de remos....
-
Bueno, podrían haber llegado al continente esta tarde si hubieran seguido
remando, con rumbo sur. Pero para ello deberían haber transportado agua y
comida, para reponer fuerzas: luchar contra estas corrientes es agotador –
asintió el capitán, que los trataba con amabilidad pero seguía mirándolos con
precaución. – Por qué no me explican de una vez esa historia del secuestro, la
recompensa y la corte de las islas Tharmeìon.
-
¿Quiere que lo hagamos aquí? – preguntó Drill, abarcando la cubierta con un
movimiento del brazo. – ¿O prefiere que lo hagamos en privado?
-
¿Conviene que lo hagamos así?
-
No sé – se encogió de hombros Drill. – Eso depende de lo que confíe en sus
hombres. O de lo que mi compañero y yo aguantemos de pie a pleno Sol.
El
capitán rio a carcajadas, al ser consciente del deplorable aspecto que
presentaban Drill y Klinton. Llevaban más de dos meses con la misma ropa, casi
sin lavarse. Habían estado toda la mañana en el bote de remos alejándose de la
costa, así que no estaban ni limpios ni olían bien. Además, se les notaba que
no habían comido nada en muchas horas y que el odre que les habían prestado del
barco era lo único que habían bebido en toda la mañana.
-
Esta bien, vayamos a mi cabina – concedió el capitán Unghu.
En
la cabina del capitán estuvieron más frescos y pudieron tomar otro trago de
agua. Además el capitán Unghu les ofreció frutas frescas, que los dos comieron
con avidez. El camarote era sencillo y nada aparatoso, aunque cómodo. Aquel
barco estaba claro que era mercante y que su capitán era un verdadero oso de
mar.
Drill
y Klinton, turnándose y corrigiéndose, le contaron a Morris Unghu lo que les
había ocurrido desde que Drill había llegado a la pradera de la isla sur, hacía
ya casi tres meses. Le explicaron lo que habían hecho en los acantilados de la
isla sur, cómo fueron secuestrados, cómo viajaron encadenados en el barco
naroquiense y toda la historia del calabozo, hasta que aquella noche pasada
habían escapado y se habían hecho a la mar, con más prisa que experiencia y
preparación.
-
Así que sólo queremos volver a las islas Tharmeìon – terminó Drill, que se
había cuidado mucho de contar nada de su misión. – Si nos puede llevar hasta
Nori sería estupendo, pero si no ofreceríamos gratitud de igual manera si nos
pudieran dejar en el continente, en las costas de Rocconalia.
-
No tenemos nada de valor con nosotros, capitán, pero si nos lleva a las islas
podremos pagarle buen dinero, a modo de compensación – agregó Klinton.
El
capitán los miró uno a uno, sorprendido y admirado.
-
Menuda aventura la suya, señores – dijo, silbando. – No me gustaría que acabara
mal, así que puedo ayudarles a volver a las islas. En realidad nuestro
itinerario no nos separa mucho de ellas, aunque tendremos que rodear el
continente por el norte.
-
No vamos a discutirle la travesía, desde luego, mucho menos si nos ayuda, digo wen.
-
Eso sí, el viaje será largo, no puedo prometerles rapidez – el capitán Unghu se
encogió de hombros, impotente. – Llevamos sedas y sal al norte de Rocconalia,
donde compraremos barriles de semillas, que llevaremos después a Badir, en
Gaerluin. Después pensábamos pasar la Muerte del Año en Lendaxster, así que
podemos desviarnos un poco de nuestra ruta para dejarles en Nori. No será
ningún problema, pero tardaremos un tiempo.
-
Creo que hablo por los dos cuando le digo, capitán, que no nos importa cuánto
tardemos, ahora que sabemos que estamos a salvo y volvemos a las islas –
contestó Drill, haciendo el gesto reverente, con la mano en la cabeza y
cruzando la pierna derecha sobre la izquierda. Oras Klinton también dedicó
aquel gesto al capitán.
El
viaje transcurrió sin incidentes, tal y como lo había expuesto el capitán
Unghu. Viajaron al norte de Rocconalia y atracaron en un puerto mercante que
estaba al norte de Velsoka. Hicieron sus negocios allí y después navegaron al
sur hasta Badir, donde vendieron las semillas a buen precio. Después la
travesía siguió más al sur, tranquilamente, rodeando el cabo Recoso y alcanzando la
isla norte.
Durante
el viaje, Drill y Klinton aprendieron a trabajar en un barco y ayudaron a la
tripulación en las tareas de navegación y de carga y descarga de las
mercancías. Eran dos grumetes ya crecidos que hicieron bien su trabajo. Aquello
sirvió para afianzar mucho más la amistad de mi antiguo yumón con el pintor y para establecer una excelente relación con
los marineros y el capitán Unghu.
“La Dama Clarish” llegó al puerto de Nori
a últimos de noviembre, un mes después de haber recogido a los dos “náufragos”.
Aquel no era el hogar de Drill ni su misión había terminado (en realidad seguía
en el mismo punto que cuando llegó por primera vez a las islas Tharmeìon meses
atrás) pero cuando vio el puerto de Nori desde la cubierta de “La Dama Clarish” se sintió a salvo y
como en casa.
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