CALDERO DE ORO
EPÍLOGO
Drill
había cumplido su misión y había cobrado aquel salario desorbitado que sólo un
tipejo como Karl Monto, tan habituado al dinero, podía pagar. Aquel salario
había sido para Drill el caldero de oro
que de la manera habitual había pensado que nunca llegaría a obtener.
Pero
en eso nos habíamos equivocado los dos.
La
misión de Bittor Drill le había llevado tanto tiempo y le había entretenido
tantos años que cuando Drill y yo echamos cuentas, nos quedamos muy
sorprendidos. Por eso Drill se alojó en la “Taberna
de los mercenarios” de Dsuepu, durante todo lo quedaba de enero y el mes de
febrero entero. Cuando llegó el veinte de febrero Drill se personó en la sede
de la Hermandad de los Mercenarios, para hacerse cargo de pagar el tributo de
aquel año: con el dinero que le había pagado Monto no tuvo ningún problema.
Pero
quince días después, a primeros de marzo, Bittor Drill volvió a la sede de la
Hermandad. Acababa de cumplir sesenta años, edad marcada por la Hermandad para
que un mercenario pudiese retirarse, cobrando además su pensión por retirada
(lo que todos llamábamos coloquialmente caldero
de oro) si había cumplido con los tributos anuales durante toda su carrera.
Drill lo había hecho (algo que no había asegurado conseguir tan sólo cuatro
años antes) y estaba allí para reclamar su jubilación y su pensión.
Tuvo
que rellenar un montón de impresos y firmar una serie de documentos, y esperar
unos días a que todo fuese revisado y estudiado con detenimiento, pero al poco
tiempo después le anunciaron que estaba todo en orden y que había sido
licenciado con todos los honores. Además de su retirada y su pensión recibió
una mención especial y honorífica de la Hermandad, por su carrera, su fama y la
labor de aceptación de la figura de los mercenarios en los Nueve Reinos. La
ceremonia de entrega fue sencilla y familiar, y la medalla era muy bonita.
Drill
celebró una fiesta en la taberna, a la que acudieron todos los mercenarios que
estaban en Dsuepu aquellos días y algunos vecinos de la ciudad que, aunque no
pertenecían a la Hermandad (tenderos, artesanos, meseros) eran conocidos de
Drill. En aquella celebración pudimos estar Riddle Cort y yo, como grandes
amigos del homenajeado.
Drill
marchó a la granja de su amigo en el norte del país a los pocos días y las
despedidas fueron numerosas y cariñosas, algunas llenas de lágrimas. La de Cort
y la mía fueron muy cariñosas, pero también muy llorosas.
Nos
despedíamos de un gran mercenario y de un excelente amigo.
Hace
meses que Drill se retiró y aunque tengo noticias suyas por las cartas que
manda a la “Taberna de los mercenarios”
a mi nombre (y que Frank me guarda a buen recaudo si estoy fuera en alguna
misión) no le he vuelto a ver. Me da un poco de pena, pero estoy tan ocupada
que no tengo tiempo de ir a verle. Por suerte, gracias a sus cartas sé mucho de
él.
La
vida de granjero es dura, pero él dice que se ha hecho rápidamente a ella. No
es tan duro trabajar el huerto o cuidar de los animales como colarse en terreno
enemigo y espiar a desconocidos, robar grandes objetos o matar a una persona a
sangre fría. Según me cuenta, echa de menos las aventuras, la camaradería, pero
no las misiones ni la vida de mercenario.
Sigo
en activo, pero puedo comprenderle muy bien.
La
espada reglamentaria y el sable marino que el rey de las Tharmeìon le regaló
están colgados en una pared de la sala de la granja, casi olvidados en un
rincón. Las medallas con las que fue honrado (la de bronce al mérito civil del
reino de las islas Tharmeìon y la entregada por la Hermandad de los Mercenarios
por su honrosa carrera en el oficio) las colgó su amigo en un lugar importante
de la casa, sobre la repisa de la chimenea de la sala.
Sé
que Drill no se pavonea por esos méritos ni se vanagloria del dinero ganado y
de las riquezas de las que ahora, como humilde granjero, puede disfrutar.
Mi
antiguo yumón no es así.
Sin
embargo, sin que él me lo haya dicho en sus cartas ni yo lo haya visto, estoy
convencida de que todavía luce, colgado al cuello, hecho con ramitas e hilo
verde, el emblema de la Hermandad de los Mercenarios.
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