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18 -
(Granito)
Salieron inmediatamente de
viaje, cruzando toda Castilla, con destino a la ciudad de Soria. Allí Lucas
conocía a un tipo algo ermitaño, medio hippie,
muy pegado a la naturaleza y al campo, que podría ayudarles con la enfermedad.
El Twingo se portó como un
campeón, recorriendo kilómetros sin problema. Pararon solamente una vez, pasadas
las dos de la tarde, para comer en un restaurante que había al borde de la
autovía. Lucas tuvo que hacer muchos esfuerzos para no vomitar al ver comer al Guinedeo, con su verdadera forma.
Atticus se había mostrado
como un verdadero compañero de viaje: era agradable, siempre dando
conversación, atento al conductor y a sus necesidades y no molestaba todo el
rato cambiando la canción o la emisora de la radio. Como viajaban los dos solos
en el Twingo, le había pedido permiso a Lucas para desactivar su camuflaje y no
tener que gastar energías en ello, ya que Lucas podía verle como realmente era.
Cuando lo hizo gimió de gusto, ya que aseguró que llevaba años sin desactivar
su “disfraz”. Estiró los cuatro brazos, también su cuello extensible y retorció
su torso, algo que ningún humano podía hacer. Lucas rio, a medio camino entre
el miedo, el asco y la diversión.
Lucas aprovechó el largo
viaje para poner al día a Atticus de todos los detalles del caso. Le relató los
dos ataques, intentos de posesión, que había sufrido Sofía, tanto el primero
como en el que él había estado presente, y sus averiguaciones posteriores.
Atticus escuchó atentamente, haciendo preguntas en los momentos oportunos,
demostrando que era un compañero muy adecuado.
- No veo la relación entre
una enfermedad bosquífera y una posesión infernal – comentó Atticus, a la
altura de Aranda de Duero, cuando Lucas ya le había relatado todo el caso. – No
lo entiendo....
- Yo tampoco – confesó
Lucas. – Este caso parecía sencillo al principio, pero se ha ido embrollando
con el paso del tiempo. La niña en ningún momento ha llegado a estar poseída,
aunque casi, pero sin embargo ha estado “enferma” – Lucas hizo el gesto de las
comillas con una sola mano, sin soltar el volante con la otra. – Cansada, en la
cama sin fuerzas, mareada a menudo....
- Esos sí pueden ser
síntomas del gorgodion semnpta
– comentó Atticus.
- Aunque, lo que me pregunto
es ¿por qué un bosque querría enfermar a una niña? – dijo Lucas en voz alta. –
El Elemental dijo que el gorgodion semnpta protegía a Sofía, que había sido bendecida con él, o algo
así.
- ¿Bendecida?
- Eso dijo – Lucas creía
recordar que había dicho algo así. – Y que el gorgodion evitaba otra cosa, que no recuerdo.
Eran palabras complicadas de un idioma que no sé.... – se lamentó.
- Es un idioma muy difícil,
de los primeros que se crearon – coincidió Atticus, quitándole culpa. – No
existían humanos ni muchos de los entes de hoy en día cuando los primigenios
empezaron a comunicarse en ese idioma.
- Ya....
- No sé qué puede ser lo que
evite el gorgodion,
pero ya digo que no soy experto bosquífero – dijo Atticus, a medias disculpándose
y a medias bromeando. – Sé algo de idiomas, y no de todos, lamentablemente.
Lucas no dejaba de darle
vueltas a aquello. ¿Qué evitaba la enfermedad del Bosque de los Suspiros que
afectaba a Sofía? ¿Había hecho algo malo la niña, había entrado al bosque y
quebrantado algo? Quizá el gorgodion semnpta era un castigo por aquello, o algo enviado por el Elemental
para librarla de un castigo mayor. Lucas se lamentó, por haber salido tan
rápido de la mansión Carvajal-Sande: desde luego no iba a volver al corazón del
Bosque de los Suspiros, a preguntarle al dios de los árboles, pero podía haber
hablado más en profundidad con Sofía.
Todo el viaje tuvo aquella
sensación de que había dejado pasar demasiadas oportunidades. Sin duda se debía
a la falta de práctica, después de aquellos meses de inactividad. Lo bueno era,
como se decía, que se había demostrado que podía volver a funcionar, a
trabajar, así que esperaba que aquella misión fuese la primera de otro nuevo
periodo de trabajo: volvería a coger el ritmo.
Aunque no por ello olvidaba
a Patricia.
Llegaron a Soria aquella
tarde y Lucas fue directo con el Twingo a la ermita de San Saturio, a orillas
del río Duero. Hacía muchísimo frío y la tarde era desapacible, así que no se
encontraron con nadie que fuese o viniese andando por el camino de la ermita ni
encontraron coches allí. Tampoco había nadie.
- ¿Qué hacemos aquí? –
preguntó Atticus, saliendo del coche, abrigándose, volviendo a activar su
camuflaje.
- Vamos a esperar – contestó
Lucas, yéndose a sentar en un banco de piedra que había al lado de las
escaleras que llevaban a la ermita. El viento soplaba con delicadeza pero era
muy frío. Los árboles a los pies de la ermita bailaban ligeramente, ondeando.
- ¿A esperar? ¿Aquí?
Lucas asintió.
- Este es el lugar de
encuentro.
No dijo más, así que Atticus
se sentó a su lado. Al cabo de un rato, en el que se estaba quedando frío, se
levantó y sacudió las piernas, con los brazos abrazados al tronco. Lucas
consultó el reloj varias veces en ese rato, pero no se movió, aunque se estaba
quedando helado, y se masajeó los brazos varias veces.
Al cabo de un buen rato de
espera, apareció por el camino un hombre anciano, que pasaba sin duda los
setenta años. Era bajo y delgado, vestido con gruesas ropas de abrigo. Llevaba
una cesta de mimbre bastante grande colgada del hombro y un gorro de lana azul
coronaba una cabeza pelada, con sólo unos pocos cabellos blancos
circunnavegándola. El anciano caminó con tranquilidad hasta el poyete donde
estaban ellos dos, pero no hizo amago de conocerlos o saludarlos, a pesar de
que Lucas sonrió al verlo. El hombre llegó allí, se sentó y se quedó serio y
quieto.
- ¿Qué haces aquí? –
preguntó al cabo de un instante, sin mirar a nadie en concreto.
- He venido a verte –
contestó Lucas, mirándole y sonriéndole. – Llegas tarde.
- Llego cuando a mí me
parece. No tengo horario....
- Antes estabas aquí a
partir de las cuatro todas las tardes – replicó Lucas.
- Antes yo no era tan viejo
ni tú tan respondón – dijo, con seriedad, haciendo que Lucas riera más. – Ni
hacía este frío.
- Atticus, te presento a
Demetrio Pastor de la Paz, chamán, herborista y antiguo agente de la ACPEX.
- ¿Tienes que decirlo todo?
- Tranquilo, Demetrio,
Atticus los conoce.
- ¡Bah! No me diga usted que
es agente....
- No, ni mucho menos. Pero
tengo ciertas habilidades y a veces recurren a mí en busca de ayuda – dijo el Guinedeo, tendiendo uno de sus brazos,
de los que estaban camuflados. Demetrio no se lo estrechó.
- Ten por seguro que no es
un agente –asintió Lucas, enfáticamente, viendo en todo momento el verdadero aspecto
de Atticus.
Demetrio Pastor de la Paz
los miró a los dos, alternativamente, con mirada desconfiada, rumiando por lo
bajo unas palabras. Pareció convencerse al final.
- ¿Y qué es lo que queréis?
- Necesitamos tu ayuda –
explicó Lucas. – Estoy trabajando en un caso de posesión, supuestamente, y me
he encontrado con que la niña que estaba tratando está contagiada con una
enfermedad bosquífera. Necesitamos un tratamiento, una cura.
Demetrio Pastor de la Paz
los miró con el ceño fruncido y alzando una ceja. Lucas ya le había visto
muchas veces aquel gesto, pero Atticus no sabía que los humanos podían hacer
tal cosa.
- ¿Y qué tienen que ver las
posesiones con las enfermedades arborícolas?
- Eso es lo que tengo que
averiguar todavía – asintió Lucas, dejando claro que sus
preocupaciones seguían siendo ésas. – Y no es una enfermedad arborícola, es
bosquífera.
- Te has topado con un
primigenio, ¿eh? – dijo Demetrio Pastor de la Paz, socarrón. Lucas asintió. –
Para ser exactos no es una enfermedad, sería más bien un conjuro o un hechizo,
pero dado que se ha pronunciado con elementos de la flora, con esos mismos se
puede curar.
- ¿Y tienes esos elementos?
– preguntó Lucas.
Demetrio Pastor de la Paz lo
miró ofendido, meneando la cabeza decepcionado.
- Estos jóvenes....
Mientras Lucas sonreía,
divertido, Demetrio rebuscó en su cesta, haciendo sonar diferentes cuencos de
arcilla, tarros de cristal, herramientas de madera y recipientes de loza. Al
final sacó un tarro que entregó a Atticus para que lo sujetara y después sacó
en sus manos una cajita de madera y una redoma de cristal tallado.
- Esto es mejorana – dijo
Demetrio Pastor de la Paz, señalando el tarro que Atticus sostenía. – Con eso
se hace una infusión muy caliente, con el agua hirviendo mucho rato. – Después
abrió la cajita de madera y sacó un pellizco de unas hierbas deshilachadas. –
Esto es tabaco de palio, sólo hay que añadir una pizca cuando se ha retirado la
mejorana del fuego y se está enfriando la tisana. Hay que removerlo todo muy
bien, sin parar, cuando añadas la pizca de tabaco.
- ¿Hasta cuándo?
- Hasta que la mixtura coja
color amarillo – contestó Demetrio.
- ¿Y la botellita?
- Esto es una destilación de
bilis de lince y lengua de petirrojo – respondió Demetrio Pastor de la Paz. –
Suena asqueroso, pero no lo es. Sólo tiene un regusto amargo. Hay que añadirle
dos gotas a la infusión cuando ya esté templada y lista para tomarse. Dos
gotas, nada más.
- ¿Se puede añadir azúcar o
miel?
- Ya sabes que es mejor que
no, con todas estas tisanas siempre es preferible mantener los ingredientes
puros – Demetrio hizo una mueca. – Pero bueno, no creo que afecte demasiado al
efecto final. Una cucharada de miel no hará daño.
- ¿Cuántas veces?
- ¿Cuánto tiempo lleva la
muchacha bajo el influjo del bosque? – respondió con otra pregunta.
- Más de dos semanas – Lucas
lo pensó bien.
- Entonces te daré cantidad
suficiente para un par de días – asintió Demetrio Pastor de la Paz, con
convencimiento. – Una infusión de esta mixtura cada dos horas y la niña estará
limpia para el viernes.
- Hasta mañana no podré
llevárselo – apuntó Lucas.
- Entonces para el sábado –
aceptó Demetrio. – Dos días.
Demetrio preparó un paquete
con una buena cantidad de mejorana y un paquetito de lo que fuera que era tabaco
de palio, juntándolo todo con la redoma de cristal.
- Te sobrará de este
líquido, así que cuando acabe el tratamiento me lo devuelves: esta mezcla es
difícil de hacer y la botella es muy bonita. La quiero de vuelta....
- A sus órdenes – respondió
Lucas, bromeando, pero recordó el encuentro con el general que tenía al día
siguiente y se le agrió un poco el buen ánimo.
- Cuando vuelvas ya me
contarás si la cosa ha salido bien – dijo Demetrio Pastor de la Paz, tranquilo.
- Así lo haré – asintió
Lucas, levantándose del banco de piedra: le había dejado el culo helado.
Atticus le imitó, temblando, frotándose los brazos: el frío había arreciado,
junto con el viento.
Atticus echó a andar hacia
el Twingo, deseando meterse dentro y poner la calefacción a tope. Lucas se
quedó un momento atrás, sacando la cartera y pagando los servicios de Demetrio
Pastor de la Paz.
- Un conjuro bosquífero no
es algo muy común – apuntó el anciano chamán, mientras cogía el dinero y lo
guardaba en el bolsillo del grueso abrigo. – Ni siquiera si en el bosque vive
un primigenio. ¿Qué ha hecho esa muchacha?
- No lo sé, Demetrio, y es
algo que tengo que averiguar – dijo Lucas, seguro de sí mismo, tejiendo ya una
teoría en su cabeza, que implicaba más a la familia que a la propia Sofía.
- Un conjuro bosquífero no
se recibe así como así – insistió Demetrio Pastor de la Paz. – Es algo muy
dirigido. Hay algo muy misterioso en torno a esa muchacha....
Aunque Lucas conocía a
Sofía, no podía quitarle la razón a Demetrio.
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