UNA
ESPADA LEGENDARIA
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ENCUENTRO DESAFORTUNADO
La
semana que Drill pasó en Totsetum se hizo muy corta. Mi viejo yumón disfrutó de unos días tranquilos,
sin preocupaciones. Paseo por la ciudad, visitó las tabernas por las noches,
jugó en los casinos de la zona de fiestas, comió en los mejores restaurantes
que le aconsejaron, conoció gente interesante.... Estaba lejos del Museo de la
Guerra y la espada Lomheridan estaba
bien escondida, a buen recaudo. Nadie podía relacionarle con aquel robo y se
sentía más tranquilo.
El
día antes de que Drill continuase con su viaje estaba aprovechando para
despedirse de la ciudad, cenando agradablemente en una de las tabernas más
famosas. Había gastado bastante durante aquella semana (aunque había recuperado
casi todo con los dados en el casino hacía dos noches) pero aún le quedaba
mucho de los quinientos sermones que
Karl Monto le había adelantado en concepto de gastos. Drill aprovechaba para
cenar en condiciones (pato en confitura, patatas asadas, pan de pipas, cerveza
negra y flan de postre) e incluso valoraba la idea de pagar por tener algo de
compañía aquella noche....
-
Así que nos dejas, ¿eh? – dijo un joven pastor de ovejas, sentándose a la mesa
de Drill. El muchacho se llamaba Tithus, y había hecho amistad con el viejo
mercenario. Era el que le había enseñado la vida nocturna de la ciudad, con
todas sus diversiones y entretenimientos.
-
Mañana parto hacia Darisedenalia, sí – contestó Drill, pidiendo otra jarra de
cerveza para su amigo.
-
Te voy a echar de menos – dijo el muchacho, con pena. – No encontraré por aquí
a nadie como tú, que me siga el ritmo cada noche. La gente de aquí tiene la
diversión a su alcance, pero no la disfrutan.... Contigo podía hacerlo.
-
Lo siento, pero tengo que seguir con mi trabajo.... – se excusó Drill.
-
Lo entiendo, lo entiendo – el camarero le trajo a Tithus una cerveza en ese
momento y el muchacho la tentó, dejándose dibujado un bigotillo de espuma. – Y
espero que tengas éxito y suerte.
-
Que Sherpú te oiga – dijo Drill, brindando con su nuevo amigo, chocando las dos
jarras de cerveza.
Los
dos amigos se quedaron un rato en silencio, Drill concentrado en la madera de
la mesa y Tithus ojeando la gente del local.
-
¿La tienes por aquí? – preguntó el muchacho, en un susurro confidencial. Drill
metió la mano en un bolsillo amplio que tenía su pantalón de pana a media
pernera y sacó la caja de Karl Monto, poniéndola sobre la mesa.
Tithus
la admiró otra vez, como las otras veces que Drill se la había mostrado. Mi
antiguo yumón sabía que no podía
hablar sobre su misión, pero sabía que con el joven pastor no había problema:
no era un espía, ni sacaría beneficio con la información.
Drill
tomó la caja y empezó a juguetear con ella, pensativo. Empezó a abrir y cerrar
la tapa varias veces seguidas, sin darse cuenta de que no estaba solo. Tithus
abrió los ojos como platos cuando reconoció lo que había dentro, cuando la luz
dorada del interior le iluminó la cara.
-
¡Vaya! ¿Así que es eso lo que esconde la caja? Menudo tiparraco el que te ha
contratado....
-
¿Por qué dices eso? – preguntó Drill, avergonzado, riñéndose mentalmente por
haber cometido tremendo error Una cosa era que Tithus supiese de su misión y
otra que viese el interior de la caja.
-
¿Acaso no has visto lo que hay dentro? – preguntó el muchacho, divertido. – Ése
tío es un vicioso....
Drill
lo pensó detenidamente, sorprendido. Nunca se le hubiese ocurrido pensar que lo
que había dentro de la caja se podía ver de aquella manera.... Guardó el
cofrecito en el bolsillo otra vez y cambió de conversación.
Los
dos hombres siguieron cenando y hablando, bebiendo varias cervezas más. Cuando
Tithus empezó a tambalearse y su voz a resbalar, el mercenario decidió que ya
era hora de parar.
-
Me temo que has bebido más de la cuenta – le dijo, poniéndole erguido sobre el
taburete.
-
El je essshta borracho eresssh
tú.... – dijo el muchacho, arrastrando las palabras. Drill rio, divertido. Él
también estaba un poco achispado,
pero estaba acostumbrado a beber y, además, tenía la panza llena con la
abundante cena. Sin embargo, su nuevo amigo era un tanto flojo con la bebida.
-
Vamos, te acompañaré a casa....
-
¡Que no! Me voy yo sssholo.... –
Tithus se tambaleó al levantarse, pero se mantuvo en pie.
-
¿Estás seguro? – preguntó Drill, poniéndose de pie después de su amigo.
- Ssshí. Tú ssshigue a lo tuyo....
Tithus
salió de la taberna, trastabillando y chocando con bastantes clientes. La
mayoría le conocían así que no hubo problemas. Drill lo vio irse, preocupado,
mientras se acercaba a la barra. Puso unas monedas sobre ella y se despidió con
un gesto del camarero.
-
Adiós, Drill. Suerte con tu misión.
-
Gratitud y prosperidad – respondió el mercenario, dirigiéndose ya hacia la
puerta, buscando a su amigo con la mirada. No se dio cuenta de que un hombre
corpulento se ponía de pie detrás de él y lo seguía.
Drill
salió de la taberna y llamó a gritos a Tithus, que no le respondió. No había ni
rastro del joven pastor. Drill se preocupó un poco, pero tampoco podía hacer
nada más. El muchacho podía andar y seguramente lo habría hecho a toda prisa
hasta su casa.
Por
si acaso, se acercó al callejón oscuro que había detrás de la taberna. A lo
mejor Tithus se había metido allí a vomitar, entre las cajas de madera vacías,
los barriles de vino y cerveza y los montones de porquería. Drill escudriñó la
oscuridad, sin verle por allí.
Se
dio la vuelta para salir del callejón y fue cuando vio al hombre enorme que le
cerraba el paso, a la entrada. Drill se detuvo, atento y algo nervioso. La luz
de un farol le daba de espaldas, así que no podía verle la cara. Pero pudo
intuir su amplitud de espaldas, sus miembros anchos y fuertes y la melena que
le caía por los hombros. Imaginó que llevaba un casco, pues dos cuernos grandes
de vaca le salían de la cabeza.
-
Buenas noches.... – dijo, intentando usar un tono despreocupado. Esperaba no
tener que defenderse de aquel ladrón (pues, ¿qué más podría ser?).
-
Tienes que ser tú.... estoy casi seguro de que eres tú.... – dijo el hombre.
-
Sí, yo soy yo – contestó Drill, movido por los vapores del alcohol. – ¿Y quién
eres tú?
-
El hombre que va a detenerte – dijo la sombra que estaba a la entrada del
callejón.
-
No he hecho nada malo – dijo Drill, levantando las manos a ambos lados del
cuerpo. Sin embargo, no dejaba de pensar en Lomheridan.
-
Tendremos que comprobarlo.... – dijo el hombre, acercándose. Su parte delantera
se volvió más oscura. – Imagino que tendrás una coartada durante el último
mes....
-
Sí.... No.... No sé.... – tartamudeó Drill. – ¿De qué me acusa?
-
De robar la espada de Rinúir-Deth del Museo de la Guerra, en Velsoka, hace mes
y medio.
-
Yo no he robado nada.... – intentó defenderse. Una sonrisa brilló en la cara en
sombras del otro hombre.
-
Eso es fácil de comprobar.... Acompáñame sin causarme problemas y lo
aclararemos en seguida....
-
Yo.... es que.... mañana salgo de viaje en diligencia....
-
Vaya, lo siento. Supongo que perderá el viaje. Pero si sirve para aclarar su
inocencia habrá estado bien – dijo el hombre en sombras, con un tono burlón que
a Drill no le gustó nada.
No
sabía cómo, pero aquel hombre había descubierto que él había robado la espada.
Más aún, sabía que él era el ladrón y lo había seguido durante cientos de
kilómetros hasta alcanzarle en Arrash, donde él ya se sentía seguro y
despreocupado. No podía entenderlo.
Por
suerte la espada estaba escondida y no había dejado ninguna pista de que él la
hubiese robado. Aquel hombre no tenía nada para probar su culpabilidad.
-
La única espada que tengo es ésta – dijo, señalando el arma que llevaba en la
cadera izquierda. – Y como puede ver no es la de Rinúir-Deth.
-
Hace días que ha escondido la espada, supongo que en algún banco de Fixe, en
alguna caja de seguridad que esté a su nombre – dijo el hombre en sombras, con
superioridad. – Es fácil situarle en la frontera entre Rocconalia y Arrash,
pues entregó su placa de identificación a los caballeros de la Orden. Además,
varias personas pueden reconocerle, como los dueños de la granja a la entrada
de Dert o el alfarero de Hujila al que le vendió el caballo. Todos le vieron
con una espada en la mochila, una espada que no es ésa que lleva en el
cinturón.
-
¿Cómo....? ¿Cómo se atreve....? – mintió Drill, ágil en el último momento. Su
primera pregunta iba a ser ¿Cómo sabe
usted todo eso?
El
hombre en sombras se presentó entonces como Tash Norrington, mercenario
contratado por el director Dumarus, del Museo de la Guerra de Velsoka para
atrapar al ladrón y recuperar la espada. Después le contó a Drill cómo le había
seguido la pista desde la capital del reino de Rocconalia, por el camino real y
hasta Arrash. Le dio todo lujo de detalles, por eso os he podido contar todo el
viaje y las pesquisas de Norrington con veracidad en los capítulos anteriores.
Ya os dije que Norrington se lo había contado todo a Drill.
Mi
antiguo yumón tragó saliva
sonoramente. Había creído que no había dejado pistas, pero era evidente que un
mercenario bien entrenado podía encontrarlas. Se había sentido victorioso
demasiado pronto. Y ahora le habían pillado.
Maldijo
a Monto por lo bajo.
-
Le pido por favor que no se resista – decía en ese momento el mercenario
llamado Tash Norrington. – No quiero iniciar una pelea, pero le seguiré el
juego si usted quiere pelear. Y no se lo recomiendo.
Drill
valoró a su adversario. Tenía muchas posibilidades de ganarle en una pelea a
espada: el tal Norrington había cometido el error de infravalorarlo, por su
edad y su estatura. De todas formas, no quería meterse en una pelea, allí, en
aquel callejón sucio y apestoso. Tendría que dejarse atrapar y después ver cómo
podía lograr escapar.
-
Está bien – dijo, levantando las manos, separándolas del cuerpo. Empezó a andar
hacia su captor. – No tengo nada que esconder.
Norrington
rio.
-
Puede seguir con esa cantinela cuanto quiera, amigo. Pero sé que usted es el
culpable.
Entonces
todo se aceleró. Como suele ocurrir, la vida suele ser una sucesión de momentos
lentos, aburridos incluso, una cadena de rutinas una detrás de la anterior....
hasta que ocurre lo inesperado, lo que nos anima a seguir viviendo. De repente
llega la acción, largamente esperada. Y suele ser un momento rápido e intenso.
-
¡Drill! ¿Qué haces aquí? – se escuchó una voz desde la entrada del callejón,
detrás del hombretón. Norrington se dio la vuelta, sorprendido, viendo allí a
un jovenzuelo despeinado, sudoroso y visiblemente borracho. Tenía la pechera
del jubón llena de vómito y la cara pálida y con ojeras. Cuando mi yumón vio a su amigo vio la oportunidad
de su vida, echando a correr.
Pero
Tash Norrington era bueno y logró atraparle por el cuello de la camisa cuando
pasó a su lado. Drill frenó de repente, por el tirón de Norrington, que le hizo
separar los pies del suelo.
-
¡Tú no te escapas! – le gritó.
Tithus
reaccionó entonces, al ver cómo era zarandeado su amigo. Apretó los dientes y
corrió hacia el hombretón que sujetaba a Drill de tan malas maneras. Aulló como
un loco cuando saltó sobre su espalda, agarrándose con fuerza a su cuello,
rodeándolo con los brazos. El gigantón soltó a Drill, agarrando a Tithus por la
espalda del jubón, intentando quitárselo de encima, sacudiéndose en todas
direcciones.
Drill
miró asombrado la escena: el enorme y fuerte mercenario intentando quitarse de
encima al escuálido muchacho. Era como ver luchar a un león que quería librarse
de un gorrión que se le había posado en la espalda (con la sorprendente
situación de que el poderoso león no podía deshacerse del frágil gorrión).
El
casco de Norrington salió despedido, en uno de sus varios giros para soltarse
del muchacho. Drill se acercó entonces, cerrando la mano derecha en un puño, apretando
su antebrazo, volviéndose sus músculos en acero templado. Cuando el mercenario
gigantón se quedó de cara hacia él, fruto de sus múltiples movimientos, Drill
le calzó un puñetazo en la mandíbula, con fuerza y velocidad.
Norrington
se sintió aturdido, cayendo de rodillas al suelo. Soltó a Tithus para apoyarse
en el suelo con las manos, quedando a cuatro patas. Drill cogió una caja vacía
de madera medio podrida para estampársela en la cabeza al enorme mercenario.
Norrington quedó tendido en el suelo, gimoteando. Tithus se soltó al fin y le
dio un par de patadas en el estómago, aprovechando que el mercenario estaba
medio vencido en el suelo.
-
¡Corre, Drill! ¡¡Corre!! – dijo, echando a correr él también. La borrachera se
le había pasado de golpe.
Los
dos amigos corrieron por las calles de Totsetum, en dirección a la pensión de
Drill. Allí recogió sus pertenencias (asegurándose de que llevaba la caja de
Monto) y volvió a salir corriendo.
-
¿Qué vas a hacer? – preguntó Tithus, jadeando al lado del mercenario.
-
No puedo esperar aquí para coger mañana la diligencia. Ese tipo lo sabe....
-
¿Pero qué quiere de ti?
-
Es parte de mi misión – explicó Drill, sin meterse en más detalles. Dijo justo
lo que Tithus necesitaba saber.
-
Si te quedas aquí te encontrará....
Drill
se pasó la mano por el mentón, raspándose con la corta barba. No se le ocurría
qué podía hacer....
-
¿No hay por aquí algún pueblo pequeño?
-
Fregis está a poco más de veinte kilómetros de aquí, hacia la frontera –
explicó Tithus. El joven pastor jadeaba, sudaba y apestaba a vómitos, pero
estaba lúcido. – Si viajas toda la noche llegarás allí antes del amanecer.
-
¿La diligencia pasará por allí?
-
Creo que sí. Es la primera parada.
-
Entonces ya sé qué es lo que voy a hacer.... – dijo Drill, poniéndose en marcha.
Tithus lo siguió trotando.
Al
día siguiente Norrington vigiló la salida de cualquier diligencia que fuese a
dejar la ciudad. Lo tuvo fácil: sólo tres carruajes de línea regular salían
aquel día. Uno marchaba hacia el norte y, aunque no tenía ninguna esperanza de
que Drill volviese sus pasos en esa dirección, estuvo en la partida de la
diligencia. Por supuesto, Drill no estaba allí.
Tampoco
lo vio en ninguna de las dos diligencias que salieron de Totsetum aquel día,
una hacia Yutem y la otra hacia el este de Rocconalia. No había ni rastro del
ladrón.
Lo
que quería decir que, probablemente, seguía en la ciudad.
Norrington,
cabreado, herido en su amor propio y con un chichón en lo alto de la cabeza, se
puso a buscar a Drill por la ciudad.
Norrington
nunca podría encontrar a Drill en Totsetum, ya que el viejo mercenario llevaba
toda la noche en el camino y desde el amanecer esperaba sentado al lado de la
parada de la diligencia que había en Fregis. A media mañana llegó el carruaje,
que hizo su parada fijada, aunque ninguno de los pasajeros pensaba bajar. Drill
se acercó al pescante para hablar con el conductor.
-
Buenos días.
-
Lo mismo tenga usted – contestó el hombre subido al pescante.
- Atiéndame:
tengo billete para la diligencia....
-
Entonces suba.
-
....pero tengo un problema. Mi billete era desde Totsetum, pero tuve que venir
ayer hasta Fregis por un asunto urgente. ¿Hay algún problema si cojo la
diligencia aquí?
-
Ninguno, señor – explicó el joven cochero. – Solamente ha pagado de más, ya que
parte del recorrido de la diligencia ya lo ha hecho usted a pie. No creo que la
compañía se queje por eso.... – bromeó.
-
Muy bien.
-
Suba y disfrute del viaje – dijo el cochero, mientras tomaba la pequeña mochila
de Drill y la subía al techo, asegurándola. Drill montó dentro.
El
conductor chasqueó las riendas y los seis caballos se pusieron otra vez en
marcha, a buen trote.
Drill
se acomodó en el asiento, permitiéndose un momento de relajación. A cada
segundo se separaba un poco más de Tash Norrington.
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