PALABRAS MÁGICAS
- II -
UNA CABAÑA EN EL BOSQUE
Drill
intentó dormir un rato más, echado en la cama, pero una vez despierto, habiendo
visto al zorrillo, y a sus anfitriones, no consiguió conciliar de nuevo el
sueño.
Después
de estar un rato dando vueltas en la cama, enrollando las sábanas, decidió
levantarse. Se quitó el pijama (que imaginó que pertenecía a Jordan, al chico)
y rebuscó entre sus cosas, que estaban sobre el baúl. Se vistió con sus
pantalones de pana y una camisa de lona fuerte. Se calzó las botas y no pudo
evitar colgarse al cinto la espada de vaina dorada.
Salió
de la habitación con cautela, pasándose la mano por los cabellos grises. Notaba
la espalda dolorida, pero sus manos y sus rodillas no le molestaban. Parecía
que la artritis le estaba dando un respiro.
Fue
a dar a una estancia amplia y alargada. A su izquierda había una cocina, con
una mesa de madera ancha y resistente. Allí se afanaba la mujer que había visto
antes, atendiendo un guiso puesto al fuego en una chimenea mientras desplumaba
un pollo. Había muebles colgados de la pared, armarios y alacenas, todos de
madera. Alrededor de la mesa había cuatro sillas y media docena de taburetes de
tres patas, todo de madera.
Al
lado de la puerta por la que había salido había otra, que daba a otra estancia.
Drill supuso que era otro dormitorio, el de los padres del chico. Las dos
habitaciones ocupaban todo el lateral de la casa.
El
resto de la sala principal estaba ocupado por otra mesa de comedor, cubierta
por un mantel de ganchillo. Además había una pareja de sillones y una mecedora
con cojines. La cabaña era muy luminosa, pues había varias ventanas en todos
sus muros, cubiertas por finas cortinas de tela.
-
¡Le dije que se quedara en la cama! – escuchó la voz de la mujer, haciendo que
se volviera hacia ella. Se acercaba a mi antiguo yumón con cara preocupada, apurada. – ¿Por qué no descansa un poco
más?
-
Creo que ya he descansado mucho.... – dijo Drill, con su sonrisa infantil,
avergonzado. – ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Unos
cuatro días.... – contestó la mujer.
-
Entonces ya he dormido suficiente – bromeó mi antiguo yumón. – ¿Puedo ayudarle en algo?
-
¡No, no! No se moleste – declinó la mujer en tono amable. – Ya lo tengo todo
preparado.... Mi marido, Shonren, estará a punto de llegar y comeremos en
seguida. Puede salir un rato fuera: hace un día agradable. Jordan y su zorro
están fuera, jugando....
Drill
se despidió de la mujer con el pulgar rozando la barbilla, acompañando el gesto
de agradecimiento con una leve inclinación. Después salió de la cabaña.
El
Sol brillaba con fuerza, por entre nubes algodonosas que no dejaban de correr
por el cielo, arrastradas por el viento. Drill notó una brisa fresca en la
cara, sintiéndose reconfortado. Miró alrededor de la cabaña. Detrás de ella
había un amplio prado verde, en el que pastaban tres cabras y un caballo. En un
barrizal rodeado por una valla de troncos hozaban dos cerdos enormes.
Al
lado de la cabaña, alargada y de techo inclinado, de lajas de piedra, corría un
riachuelo. Drill calculó que mediría unos cuatro metros de ancho y corría con
mucha fuerza, levantando espuma y atronando la quietud del bosque.
La
puerta de salida de la cabaña daba a una amplia explanada de tierra, rodeada de
hierba verde y brillante, de la que salía un sendero de tierra prensada. El
camino corría al lado del río y se adentraba en el bosque que había más allá, a
unos cien metros de la cabaña.
Drill
lo recorrió un trecho y después salió de él, acercándose a la orilla abrupta
del riachuelo. Se sentó entre la hierba, exuberante y verde, y se dejó atontar
por el ruido del agua. Podía escuchar al chico, a Jordan, reír y gritar por
allí cerca, entre los árboles que había detrás de la cabaña. Imaginaba que el
zorrillo estaba con él y se sorprendió deseando que el animal estuviese a su
lado.
Llevaba
cuatro días en aquella casa, al cuidado de la familia. Tenía que reconocerse
que había tenido suerte: primero por haber sobrevivido a la caída a la cascada y
después por haber acabado en manos de aquellas gentes tan honradas y amables.
¿Qué
habría sido de Tash Norrington? Si él había sobrevivido el joven mercenario
también podía haberlo hecho. ¿Dónde estaba? Esperaba que muy lejos....
Intentaba
calcular en qué día estarían (principios de diciembre, eso era seguro) cuando
escuchó unos pasos que se acercaban. Se giró hacia el camino del bosque y vio a
un hombre corpulento que lo recorría, desde los árboles hacia la cabaña de
madera. Era un hombre joven, curtido y fuerte. Vestía una camisa sencilla y un
peto, y llevaba un hacha grande apoyada en el hombro.
-
Veo que al fin ha despertado.... – dijo el hombre.
-
Supongo que usted es Shonren, ¿verdad? – dijo mi antiguo yumón, tendiéndole la mano. Los dos se estrecharon la muñeca.
-
Así es. ¿Y usted....?
-
Soy Bittor Drill, mercenario – se presentó mi antiguo yumón. – Ofrezco gratitud y deseo prosperidad.
-
Ya sabíamos que era usted mercenario – contestó el leñador, continuando su
camino hacia la cabaña, haciendo que Drill le acompañase. – Jordan siempre
había querido conocer a uno....
-
¿Cómo supieron que yo era mercenario? – preguntó Drill, con curiosidad.
-
Jordan lo supo – respondió Shonren. – Reconoció el emblema de la Hermandad de
los Mercenarios en la vaina de su espada.
El
leñador señaló el arma de Drill y éste sonrió, con su sonrisa infantil,
divertido. Su anfitrión le abrió la puerta y le invitó a entrar, llamando a
gritos a su hijo.
La
comida estaba lista.
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