PALABRAS MÁGICAS
- IX -
LA GUERRA
Mi
antiguo yumón apenas me contó cosas
de esta parte de su viaje, de la guerra entre Barenibomur y Escaste. No hace
falta ser muy lista para imaginarse por qué omitió este periodo en su relato y
yo no pedí más detalles. Con lo poco que me contó me sirve para hacerme una
idea de aquellos meses.
Ésta
es una de esas partes de su historia en las que, en caso de que haya
incongruencias o errores, no puedo achacárselos a Drill conscientemente. Creo
más bien, como ya os dije más adelante en esta narración, que se deben a
espacios en blanco de su memoria, a pasajes olvidados inconscientemente, tales
fueron las miserias, el horror y el sufrimiento que tuvo que ver y vivir.
El
día de sus cumpleaños Drill llegó a Ire, eso es seguro. Como seguro es,
también, la especie de interrogatorio e investigación a la que se vio sometido.
No
había entrado en el reino de Barenibomur de forma “legal”, no había pasado por
ningún puesto en la frontera ni se había encontrado a ninguna patrulla
fronteriza de Caballeros de Alastair a los que poder haberse identificado, así
que no había registros de su entrada ni de su identidad.
Esta
situación ocurre a veces: yo misma, en una ocasión, pasando de Gaerluin a
Rocconalia por las Colinas Grises, llegué al reino del norte sin pasar por
ningún control, ya que el paso entre las colinas es muy difícil e inaccesible,
así que llegué sin declarar el cruce de la frontera. Pero aquello se arregló
con una visita a un alguacil de un puesto de guardia en una pequeña ciudad y
con el pago de una pequeña multa.
Pero
Drill estaba en un país en guerra, con el ambiente revuelto y con todo lo que
aquello implicaba. Incluso se le llegó a intentar acusar de espionaje, pero
como no había pruebas que le incriminaran (revisaron su artilla y sus armas,
encontrando la caja de Karl Monto: cuando le preguntaron qué era aquello y qué
significaba el contenido, Drill contestó que era una reliquia familiar) tuvieron
que admitir que no parecía un espía al servicio de Escaste.
Sin
embargo le reclutaron para el ejército bareniense. Necesitaban muchos soldados
y la situación irregular de Drill en el reino les sirvió como excusa para hacer
un poco de abuso de poder.
Como
ya digo, no sé mucho de aquella temporada, ya que Drill apenas habla de ella.
Se pone muy serio y muy triste cuando la nombra. Pero sí sé algunas cosas, como
que al principio mi antiguo yumón
estuvo en los cuarteles provisionales de Ire, donde estuvo vigilado y
controlado. Pasaron algunas semanas, en las que se entrenó con la nueva tropa,
hasta que le asignaron un puesto en una compañía de veteranos, una compañía de
reserva, compuesta por antiguos soldados, hombres de armas, gente que se había
encargado de la seguridad de nobles, guardaespaldas, matones, matarifes,
espadachines a sueldo y algún que otro delincuente. Todos eran mayores, de
cuarenta años para arriba, todos sabían pelear y luchar y ninguno se hacía ya
ilusiones sobre la vida. Eran un grupo peligroso, pendenciero, al borde de la
insubordinación, pero letal en el combate. A pesar de las distintas
procedencias de cada uno de ellos, como todos sabían lo que era luchar y matar,
las relaciones entre ellos eran cordiales. Incluso cercanas.
Poco
sé de los destinos y acciones de guerra en las que participó mi antiguo yumón (apenas me contó un par) pero de
los compañeros de la compañía Puño (un nombre muy sugerente y adecuado a la
personalidad de sus miembros) sí sé algo más.
Como
que, por ejemplo, coincidió con un antiguo mercenario, conocido también por mí.
Hacía años que se había retirado de la Hermandad y se había trasladado a
Barenibomur, como encargado de la seguridad de una rica familia que tenía
plantaciones por todo el reino. Carius Lynn, se llamaba, aunque todo el mundo
le llamaba “Perro”, por la curiosa forma de sus mandíbulas, como las de un
bóxer.
También
he oído hablar de un matasiete llamado Bill “Broncas”, muy conocido en el
ambiente tabernario y prostibulario de Exonn y sus pueblos cercanos. Alquilaba
su espada a quien pudiera pagarla y después se gastaba sus dineros en compañía
femenina, en compartir el vino en las tabernas y en perderlo a los dados. Según
Drill era un tipo callado y sombrío, que sin embargo tenía una agradable voz y
una conversación pausada, cuando se daban las condiciones adecuadas para ello.
Sin embargo, según cuenta mi yumón,
cuando había que entrar en combate, Bill “Broncas” era sanguinario y peligroso.
Toda su amabilidad y tranquilidad desaparecían.
Aunque
de quien más puedo hablaros es de Quentin Rich, un tipo enorme, de redonda
panza, brazos musculosos, apariencia amenazadora y sonrisa como de trueno. No
he llegado a conocerle, evidentemente, pero puedo hablaros de él como si lo
hubiera hecho. Drill habla a menudo de él, es de lo único de la guerra de lo
que habla con una sonrisa en la cara, aunque le dura poco. Quentin fue su amigo
en la guerra, con quien pasó más tiempo, y se nota.
Debía
de sacarle medio metro de altura a mi yumón,
lo cual me hace imaginar la curiosa y cómica pareja que debían conformar cuando
estaban juntos por los cuarteles. Era enorme, no sólo de altura, y era un gran
luchador.
Quentin
había sido ladrón, después de que unos forajidos le hubiesen quitado todo lo
que tenía. Era comerciante callejero, con un carro lleno de cestas y otros
objetos de mimbre. Cuando se quedó sin nada pasó unos días en la calle, pasando
hambre y frío, hasta que de forma fortuita cometió el primer robo, al
defenderse de otro mendigo. Se dio cuenta entonces de que su físico portentoso
le ayudaría mucho en aquella nueva forma de vida y se convirtió poco a poco en
un ladrón muy habilidoso, a la par que amenazador y brutal.
Tenía
un humor muy fino y hacía un montón de chistes, terminados siempre en risas
atronadoras. Drill me contó que fue su gran apoyo durante aquellos meses de
guerra.
Mi
antiguo yumón no dejó de estar vigilado y controlado. En
realidad, todos en la compañía Puño lo estaban: ésa era una de las razones por
las que tener juntos a un montón de veteranos de guerra, a un montón de
delincuentes de medio pelo y a un montón de alborotadores y hombres de dudosa
inocencia. Otra razón era la de encomendarles misiones complicadas o
peligrosas, ya que las bajas que sufría la compañía eran recibidas por el alto
mando tanto con pena como con alivio.
Para
mandar tal grupo de bravucones el alto mando designó a un comandante duro y
disciplinado. Según Drill, parecía un delincuente tanto como los hombres a los
que mandaba. Se llamaba Sandans y era un hombre autoritario, sereno y muy duro:
tenía que serlo, para aguantar a semejante tropa. Tenía a tres tenientes que le
ayudaban en aquella tarea, según Drill unos tipejos desagradables, maleducados
y caprichosos. Sólo se salvaba uno, el teniente Thadëus, un oficial serio, con
poca paciencia, pero justo a la hora de tratar a la tropa, con el que Drill
tuvo bastante trato y al que pudo conocer mejor.
Claro,
porque todavía no os he contado que mi antiguo yumón fue nombrado sargento. Al principio los oficiales tenían la
orden de vigilarle, ante la posibilidad de que fuese un espía infiltrado, pero
cuando fue evidente que Drill sólo era un pobre hombre atrapado en aquella
guerra y demostró su valía en el campo de batalla, el alto mando cambió su
forma de verle. En cuanto hubo una vacante le nombraron sargento.
La
primera vez que le pregunté a Drill por qué no había desertado y huido de la
guerra, olvidándose de todo aquello y siguiendo con su misión, me miró largo
rato, sin decir nada, antes de contestarme. Al ver su mirada, triste y
desamparada, no quise escuchar la respuesta.
Aquella
guerra, la que enfrentó a los reinos de Barenibomur y Escaste, fue una guerra
entre sus gobernantes, entre sus gobiernos. Fue una guerra provocada en los
despachos de los embajadores y en las salas del trono de los reinos. Las causas
de la guerra fueron diplomáticas y comerciales y la gente del pueblo llano no
entendió ni supo los motivos por los que se peleaba.
Por
esa razón era muy difícil convencer a la gente para que peleara, para que se
uniera al ejército regular, insuficiente para una guerra que se avecinaba
larga. Por eso el reino de Barenibomur se había visto obligado a realizar un
reclutamiento forzoso, haciendo que fuesen a la guerra multitud de chicos y
hombres que no querían ni sabían luchar.
Las
deserciones eran, por tanto, esperables y el alto mando decidió emplear una
táctica represora para prevenirlas. Se crearon compañías enteras de soldados y
oficiales leales al ejército encargadas solamente de vigilar a los soldados
regulares, provenientes de las levas forzosas. Drill me contó después de
aquella mirada cargada de pesar que escapar era algo muy difícil y que hacerlo
durante una batalla era suicida: el enemigo estaba tanto delante como detrás de
ti.
Por
suerte puedo daros más detalles de a lo que se refería Drill, porque en un
momento de debilidad (y de borrachera ligera) conseguí que me contara algunas
historias de la guerra.
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