PALABRAS MÁGICAS
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LA BATALLA DEL MURO DE LITHUS
Ryngo permaneció junto a
Drill durante toda la guerra.
Se
escabullía fuera del cuartel o de los campamentos itinerantes que los soldados
montaban mientras estaban de campaña. Siempre se alimentaba y dormía en el
campo o en el bosque, aunque siempre encontraba un rato para volver con mi
antiguo yumón y estar con él. En
algunas ocasiones, cuando debían dormir al raso a causa de su misión, el
zorrillo dormía con Drill, acurrucado bajo su manta. Se acercaba en la
oscuridad, asegurándose de que nadie podía verle y se reunía con el mercenario.
Drill
me confesó que algunos de sus compañeros sabían de la existencia de Ryngo: no se les habían pasado por alto
sus incursiones nocturnas. Pero nadie dijo nada: el comandante no necesitaba
saber algo que en realidad carecía de importancia. Aunque Drill tuvo que
aguantar las bromas sobre su “peluda amante nocturna” y las chanzas de los
compañeros que sabían lo que pasaba.
El
zorrillo fue una ayuda para Drill mientras estuvo en la guerra, estoy segura de
ello. Era una manera de evadirse de la estupidez y la muerte que había
alrededor en todo momento.
Ryngo no estuvo con Drill
en la batalla en el muro de Lithus. Fue una de las campañas más duras de
aquella guerra, durante el mes de mayo.
El
muro de Lithus es una construcción en piedra que delimita la frontera entre los
reinos de Barenibomur y Escaste, al oeste de las montañas Hartodhax. Es una
antigua construcción, de los tiempos en que se dice que los Elfos de Melnûn
llegaron hasta las costas de Escaste.
El
muro es de roca gris y negra, de grandes ladrillos. Tiene una altura de cuatro
metros y una anchura de dos. Hay tres puertas en toda su longitud, anchas, por
las que pueden pasar carros grandes. Las puertas las controlan los Caballeros
de Alastair, al ser un paso fronterizo, pero durante la guerra estaban
desatendidas. Por lo que sé, durante los meses que duró la guerra el control
del muro estuvo constantemente cambiando de manos, entre un ejército y otro.
Cuando
Drill y su compañía tuvieron que acudir al muro de Lithus, los escasteños
habían logrado derrumbar parte del muro, en dos puntos diferentes, que
utilizaban para cruzar al reino de Barenibomur. En aquellos momentos el muro
estaba controlado por el ejército bareniense y no podían consentir que el
enemigo se les colara en el reino.
Una
vez encontradas las dos brechas, tres compañías de infantería se encargaron de
cerrar la más occidental, mientras mantenían a los escasteños al otro lado. Dos
compañías de infantería junto con una de arqueros se ocuparon de la brecha más
oriental, que estaba a unas cinco leguas del inicio de las montañas.
La
compañía Puño estaba entre ellas.
Drill
no me dio muchos detalles de la batalla, aunque por lo menos me contó la
historia. Llegaron a la brecha al caer la tarde, después de todo el día de
marcha. Había una escuadra de zapadores ya allí, empezando las reparaciones.
Una compañía comenzó a montar el campamento, mientras los arqueros se colocaban
en lo alto del muro y la compañía Puño pasaba al otro lado, en terreno
escasteño. Formaron en posición defensiva, preparados ante cualquier ataque
enemigo. Drill me dijo que vieron a soldados enemigos, a larga distancia,
observándoles y controlando lo que ocurría a los pies del muro, pero no se
acercaron. Sólo eran batidores.
La
noche debió hacerse muy larga. Hubo arqueros de guardia en lo alto del muro y
las dos compañías de infantería se dieron el relevo a cada lado del muro, vigilando
cuando estaban en terreno enemigo y durmiendo en el recién levantado campamento
cuando estaban en el reino de Barenibomur.
La
noche fue tranquila. Pero la mañana fue muy distinta.
Tras
el amanecer, el desayuno y la reunión de los comandantes para organizar la
jornada, los gritos de alarma de los soldados que estaban en Escaste en aquel
momento movilizaron a toda la tropa.
Los
escasteños atacaban.
Las
dos compañías de infantería pasaron la brecha, formando al otro lado. Los
arqueros se dispusieron por baterías en lo alto del muro, extendiéndose a los
lados de la brecha. Las cuadrillas de zapadores abandonaron los trabajos de
reconstrucción, quedándose en territorio amigo.
No
sé muy bien cómo se desarrolló la batalla, Drill no quiso contarme esos detalles.
Su interés en aquella jornada era otro, que fue lo que me contó. Yo pude
averiguar algo después, en la biblioteca de Vuidake (tuve que ir a documentarme
para otra misión) y lo que pude preguntar a otros veteranos que conocí durante
mis viajes.
Los
escasteños acudieron allí con la caballería y con dos compañías de infantería.
Además, había una pequeña escuadra de artillería, armada con lo que se conocía
como fuego Kulthu (Kulthus es como se llama en Escaste a los antiguos Elfos).
Querían mantener la brecha abierta y lucharían por ella: gracias a aquel paso
podían colar (siempre que los barenienses no se interpusieran) a pequeñas
compañías ligeras en territorio enemigo, para realizar escaramuzas y otras
acciones de desgaste.
La
batalla duró todo el día, intercambiándose diferentes ataques, con la
caballería escasteña barriendo a los soldados de Barenibomur y con los arqueros
de este reino diezmando a los jinetes de Escaste desde lejos.
Creo
que la victoria al final de la jornada fue para Barenibomur, que consiguió
espantar al ejército enemigo y mantener el control del muro, a costa de varias
docenas de muertos, pero no estoy segura.
Poco
importa. Aquella batalla fue una más dentro de la guerra, sin mucha
importancia, porque si no me equivoco el muro de Lithus pasó a estar controlado
por los escasteños al cabo de un par de semanas después de aquello.
Lo
que de verdad atormentaba a Drill (y por eso me contó aquella batalla, por
encima, sin muchas ganas y gracias a que se había pasado un poco con las
cervezas) eran las órdenes que los arqueros tenían aquel día.
Metido
en medio de la vorágine de la lucha, Drill pudo ver cómo algunos compañeros de
su compañía y de la otra que luchaba con ellos se dieron la vuelta, volviendo a
la seguridad del muro. Las dos compañías estaban compuestas por soldados
veteranos de otras luchas, pero todos habían sido reclutados a la fuerza, así
que era en parte comprensible que ante la evidente superioridad inicial del
ejército de Escaste algunos soldados recularan y huyeran, buscando refugio tras
el muro de Lithus. Ninguno estaba allí porque quisiera luchar de verdad por el
reino de Barenibomur.
Entonces
los arqueros de lo alto del muro empezaron a disparar contra los soldados de su
propio ejército, a aquellos que no seguían luchando y que volvían atrás, heridos
y asustados. Los arqueros cumplían las órdenes que el alto mando había
transmitido a sus superiores, pero eso no hace que les tenga simpatía. Aquello
fue una ejecución en toda regla, por parte de compañeros del mismo ejército.
Drill
me contó el pánico que siguió, los compañeros que seguían corriendo hacia la
retaguardia, siendo asaeteados por sus compatriotas, deteniendo sus carreras en
el acto, atravesados por varias flechas. Los soldados que vieron eso gritaron
enfurecidos, pero ante la posibilidad de sufrir ellos mismos una descarga de
flechas, se volvieron hacia adelante y cargaron contra los escasteños, que no
dejaban de lanzar su caballería, su infantería y sus descargas de fuego Kulthu,
que volaban con chispas de colores por el aire y estallaban al caer al suelo,
entre los soldados barenienses.
He
sido mercenaria toda mi vida, por mis misiones he tenido que pelear en muchas
ocasiones, no pocas veces en tumultos donde había mucha gente, pero nunca he
visto nada como aquello. Ni quiero verlo ni vivirlo, desde luego.
Drill
me contaría mucho después que corrió por su vida, pero en lugar de hacia atrás,
a la seguridad del muro de Lithus, hacia adelante, hacia el enemigo y sus
espadas y lanzas. Por suerte para él era un gran espadachín: además, tenía su
espada decorada (los mandos del ejército le habían permitido tenerla: no había
armamento para todos los soldados y se agradecía que algunos llevaran sus
propias armas y equipamientos). Recordad que os dije que aquella espada tenía un
par de agujeros en la guarda de la empuñadura, que no eran decorativos. Drill
sabía manejar aquella espada con soltura (era un espadachín terrible), metiendo
el dedo en uno de aquellos agujeros y haciendo girar la espada como un
molinillo, desconcertando a los enemigos y tajándoles por sorpresa.
Pero
lo peor aún estaba por venir. Lo que traumatizó a mi antiguo yumón todavía no os lo he contado.
Con
la huida final del ejército de Escaste (o durante una retirada preventiva de
las varias que hubo durante la batalla, no lo sé) Drill se vio corriendo por la
pradera, en la que había pocos soldados dispersos. Se topó con dos enemigos,
matando a uno casi al instante y trabándose con el otro después. El soldado
escasteño le cortó en un muslo, una herida no muy grave pero que le hizo perder
pie. El otro alzó la espada, con las dos manos, apuntando hacia abajo, aullando
como un poseso. Desde el suelo, con la rodilla apoyada en la hierba, mi antiguo
yumón se movió con rapidez y le clavó
su espada decorada en oro en la barriga, por entre las placas de la armadura
ligera. El soldado enemigo cayó sobre Drill y los dos acabaron tendidos en el
suelo.
Drill
me contó que escuchó correr a más compañeros, pasando por allí cerca, sin
reparar en él. El ejército escasteño se alejaba y la zona se quedaba en
silencio.
Se
le ocurrió huir en ese preciso instante. Era la oportunidad más clara que había
tenido desde hacía dos meses, cuando había sido reclutado en la víspera de su
cumpleaños. Estaba tendido en el campo de batalla, oculto con el cuerpo de un
enemigo que se desangraba encima de él. Estaba en territorio del reino de
Escaste, justo donde su misión le quería llevar. El grueso de su ejército
estaba muy atrás y sólo tenía que esconderse de los compañeros que acababan de
pasar corriendo, tras los últimos soldados enemigos rezagados. Cuando se
asegurase de que estaba solo se levantaría, arrastrándose desde debajo de los
cadáveres de los enemigos muertos y correría a ocultarse a los pies de las
cercanas montañas.
Escuchó
los pasos de los soldados barenienses que volvían y cuando los oyó pasar y la
distancia los hizo inaudibles, empezó a arrastrarse, para salir de debajo del
cadáver, tirando de su espada para recuperarla.
Entonces
volvió a oír pasos, así que se quedó tendido, boca abajo, volviéndose a hacer
el muerto para pasar desapercibido.
Mirando
desde el suelo, por entre los cuerpos de compañeros y enemigos muertos, vio
pasar a tres soldados jóvenes de su mismo ejército. Los conocía de vista,
pertenecían a la otra compañía que había luchado junto a la Puño aquella
jornada. Eran tres chicos reclutados a la fuerza, como casi todos, que ya
tenían experiencia en la lucha, por haber formado parte de una expedición para
acabar con una banda de forajidos que había aterrorizado a Barenibomur el año
anterior.
Los
tres chicos corrían medio agachados, pasando por el campo de batalla, mirando
constantemente hacia atrás, tratando de pasar inadvertidos, comprobando que
nadie los veía irse. Estaban desertando.
Drill
esperó, viéndolos correr por el campo. Unirse a ellos no parecía tan buena
idea: un grupo grande era más fácil de encontrar. Prefería huir solo, aunque de
esa manera no tendría la ayuda de nadie.
Sonó
un grito dándoles el alto, un grito autoritario y serio. Los chicos echaron a
correr, ya sin precauciones, para alejarse de allí cuanto antes, esperando que
los que les habían descubierto no les alcanzasen.
Sonó
la cuerda de un arco y uno de los chicos, el que iba en el medio, cayó al suelo
con un grito leve de dolor. La flecha sobresalía entre las paletillas. Se
derrumbó en el suelo y los dos compañeros se detuvieron, alzando las manos.
Drill vio cómo dos soldados pasaron por delante de él, llegaron hasta los
chicos y se los llevaron detenidos. El cadáver del tercero se quedó allí
abandonado.
Drill
aún dudó, durante un segundo. Durante ese instante aún pensó en tratar de
escapar, pero después recapacitó, pensando en lo que acababa de ver. Cuando los
soldados pasaron a su lado lanzó un grito débil de ayuda, fingiendo un poco.
Los soldados le apuntaron con las espadas, al principio asustados, alerta, pero
al comprobar que era un compañero herido le ayudaron a levantarle y le llevaron
de nuevo con el grueso de la tropa.
Los
otros dos soldados desertores iban con ellos, cabizbajos.
Drill
no los volvió a ver a ninguno de los dos, salvo dos días después, cuando ya habían dejado
atrás el muro de Lithus y la brecha había sido reparada. Una noche, en el
campamento provisional, los dos desertores fueron castigados con veinticinco
latigazos cada uno, delante de toda la tropa, para que sirvieran como ejemplo.
Cuando
cinco días después llegaron a los cuarteles, cerca de Birma, la capital del
reino, uno de los chicos fue trasladado a otra compañía. El otro había muerto
durante el viaje, a causa de las heridas de la espalda.
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