UN FINAL
INESPERADO (Y FELIZ)
El caso es que, al final,
todo volvió (más o menos) a la normalidad. El mago Jeremías se puso serio y
mandó a todo el mundo al Gran Salón del castillo. Los reunió a todos allí y les
pidió que le explicaran, despacito y sin decir mentiras, todo lo que había
pasado en los tres días que había estado ausente.
Poco a poco todo quedó
claro: la idea del fraile Malaquías para raptar a Adelaida; el viaje de Bernabé
y el rapto de la princesa, que el verdugo realizó por orden de la reina; la
petición de Rosalinda a Marciano para que la princesa nunca llegara a Astudillo,
o para que desapareciera de la capital una vez que llegó; el intento de
asesinato de Gadea, cumpliendo órdenes; los intentos vanos del aprendiz de mago
para matar a la princesa; la “milagrosa” recuperación de “Lepre”, por intervención
y torpeza de Marciano; el pánico a la peste que se extendió por el reino, tras
el incidente con la aceituna de “Lepre” en la taberna; la serie de pruebas a
las que se habían visto sometidos los tres jóvenes escuderos del reino de
Castillodenaipes; los intentos del fraile Malaquías, siempre en busca de su
apocalipsis, para que Adelaida se quedara en Astudillo; y el hechizo de
Marciano, para matar a la princesa y probar que era mago.
Rosalinda pidió perdón a
Adelaida; Marciano pidió perdón a la princesa y también a su maestro; la reina
pidió perdón a todos por haber obrado mal como regente; Gadea pidió perdón a la
princesa Adelaida por haber intentado matarla; “Lepre” pidió perdón por haber
provocado que el reino de Cerrato se hubiese quedado vacío; Romero pidió perdón
a Bernabé por no haberle devuelto todavía los libros que le había prestado su
amigo y Maruja pidió perdón por ser tan cotilla. Pero como no había pasado nada
malo, nadie había sufrido ningún daño (salvo el padre Malaquías, el causante de
todo aquel lío) y todo se había resuelto al final felizmente todos se
perdonaron.
La princesa Adelaida
perdonó de corazón a los habitantes de Astudillo, prometiendo que explicaría
todo a sus padres para que la guerra no estallase entre los dos reinos. Además
agradeció la valentía y la lealtad que habían demostrado los tres jóvenes
escuderos, yendo a rescatarla y consiguiéndolo.
Además, reconoció que
Rosalinda era toda una princesa, a pesar de no serlo por ascendencia de sangre.
De esa forma, Rosalinda se sintió completamente feliz. La reina Guadalupe, que
no tenía un pelo de tonta, decidió no hacer mucho caso de las leyes y de la
tradición y nombró princesa a Rosalinda allí mismo. La noticia corrió como un
galgo por el reino y la gente del Cerrato volvió a sus hogares para aclamar a
su nueva princesa y el reino volvió a la normalidad.
Marciano siguió siendo
aprendiz de mago durante una temporada, mientras Jeremías no dijera lo
contrario. Romero siguió haciendo herraduras y corazas, Maruja continuó
contando cotilleos y chismorreos, Gadea siguió disparando y protegiendo el
reino, “Lepre” volvió a ejercer la medicina y la reina Guadalupe siguió igual
de simpática y divertida que siempre, cuidando de que sus súbditos fuesen
felices y tuviesen siempre dónde apostar.
La princesa Adelaida,
acompañada por los tres escuderos y el verdugo Bernabé (que prometió llevarla
sana y salva a su hogar, sintiéndose muy avergonzado por haberla raptado),
volvió a Marfil, para regocijo y alegría de sus padres los reyes y de todos sus
súbditos.
Los tres escuderos fueron
nombrados caballeros inmediatamente, pues habían demostrado valentía, fuerza,
inteligencia y honradez. Fueron héroes para sus vecinos.
Y la princesa Adelaida,
mandando todo el protocolo a la porra, se casó con el verdugo Bernabé, a quien
quería de todo corazón.
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