UN COTILLEO
QUE SEA NUEVO
Caminaron por el pasillo,
viendo a lo lejos a una mujer sentada en un taburete, apoyada contra la pared
de piedra. Tenía un ovillo de lana en el suelo y hacía punto con él y dos
agujas grandes de hierro. Cuando llegaron hasta ella los miró, dejando su labor
en el suelo y girándose para verles de cara.
- Muy buenas.... ¿Sois los
escuderos de Castillodenaipes que pretenden rescatar a la princesa Adelaida? –
dijo como saludo.
Los tres niños se miraron,
asombrados.
- Sí, somos nosotros.... –
dijo Darío.
- ¿Pero cómo se ha
enterado? – preguntó María.
- Simplemente me entero –
dijo la mujer, guiñando un ojo, pícara. – Igual que me he enterado de que tú te
llamas Sergio, eres muy callado, muy fuerte, muy buena persona y te gustan las
margaritas – dijo, haciendo que el escudero se pusiera colorado. – Y que tú te
llamas Darío, eres inteligente, montas muy bien a caballo, piensas mucho las
cosas y tienes miedo a los perros – Darío se sorprendió, poniendo más cara de
asombro que de normal. – Y que tú te llamas María, eres habladora, dices lo que
piensas, no tienes vergüenza ni miedo a nada, pero te pones nerviosa si tienes
que hablar con Jacinto, otro de los escuderos de tu reino – terminó la mujer,
haciendo que María se pusiese más roja que Sergio y se muriese de vergüenza.
- ¿Jacinto? ¿En serio? –
preguntó Darío, riendo. Sergio también se reía.
- ¡Pues sí! ¿Pasa algo? ¿Os
importa acaso? – dijo María, colorada.
- No, no pasa nada.... si
es un chico estupendo – dijo Sergio. – Pero nunca nos lo habías dicho....
- No nos lo habíamos
imaginado.... – dijo Darío, intentando apaciguar los ánimos.
- Pero bueno, ¿y usted
quién es? – dijo María, molesta todavía, volviéndose hacia la mujer.
- Soy Maruja, una simple
campesina, pero me entero de las cosas.... A mí no me gusta cotillear, pero es
que la gente hace y dice unas cosas.... unas barbaridades.... – dijo Maruja,
con un tono cotilla. – Así que no me queda más remedio que enterarme de las
cosas.... Por eso esta prueba será difícil: tenéis que contarme un cotilleo que
yo no conozca.
Los tres niños se quedaron
un momento en silencio.
- ¿Así de fácil? ¿Sólo eso?
– preguntó María.
- Sólo eso.... – respondió
Maruja. – Me apuesto mi bufanda contra el pañuelo que lleva al cuello María a
que no lo conseguís.
- Pues allá va: seguro que
no sabe que la reina Clotilde tiene seis dedos en el pie derecho.... – dijo
María, creyendo (como sus amigos) que si le contaban chismes del reino de
Castillodenaipes la mujer no los conocería.
- ....y que la uña del
sexto dedo le nace de color verde pistacho, así que
tiene que pintarse
el resto de uñas para disimular – dijo la mujer. – Sí, ya me
lo sabía....
María puso una mueca de
disgusto.
- Pues a lo mejor no sabe
que Tobías, un panadero de Espadas, haciendo un día las barras de pan, se dejó
una moneda dentro.... – dijo Darío, con entusiasmo, seguro de que la mujer no
conocía aquella historia.
- ....y que la barra de pan
acabó entre los panes del monasterio, justo el día que el obispo estaba de
visita y que casi se murió atragantado por ella – terminó Maruja. – Sí, me la
sabía.... ¡Ah!, y la moneda era de cinco sermones.
- Eso no lo sabía yo.... –
dijo Darío, vencido.
- Pero lo que a lo mejor no
sabe es que hay un mendigo en Bastos que pide siempre a la puerta de la iglesia
del Santo Poder del Milagroso Despojo, que según dicen, es el antiguo novio de
la reina Clotilde.... – intentó Sergio.
- ....y resulta que todo es
mentira, porque el hombre era un antiguo templario que peleó en Tierra Santa hasta
que le diagnosticaron alergia y, claro, el polvo del desierto va fatal para
eso, así que se volvió aquí y se hizo mendigo, que es mucho más tranquilo y
mejor pagado – respondió Maruja. – Vais a necesitar una historia mejor....
- ¿Y sabe lo del sastre del
rey....?
- ¿....qué se cosió los
dedos con la máquina sin querer y ahora va haciendo los cuernos del mal de ojo
siempre? Sí, lo he oído....
- ¿Y lo de que el párroco
de la iglesia de Marfil roba dinero del cepillo....?
- ¿....y se lo gasta en
calabacines porque no para de cocinar porque quiere conseguir el mejor pisto
del reino? También lo sé....
- ¿Y lo de las hormigas
caníbales....?
- ¿....que salieron de la
tarta de cumpleaños de la hija pequeña del marqués de Sonajero en plena fiesta
y se comieron los juanetes de los invitados, las herraduras de todos los
caballos y un caniche que había por allí? Sí, también me lo sé....
Los escuderos siguieron así un buen rato,
contando todas las historias que se les ocurrió, pero Maruja era una
profesional: se sabía todos los chismes del reino de Cerrato, de
Castillodenaipes y de algunos reinos vecinos. Parecía imposible encontrar una
historia, chisme, cotilleo o chismorreo que aquella mujer no se supiese.
- ¡Oye! ¿Y lo de....? –
saltó de pronto María, cuando ya sus dos amigos estaban cansados y derrotados.
Les cuchicheó algo al oído y los dos niños se animaron.
- Eso puede que
funcione.... – dijo Sergio.
- ¿Usted sabe que hay un
hombre en su reino que se ha enamorado de la princesa Adelaida? – dijo María,
recordando lo que les había contado Romero, el herrero. – ¿Y que sufre tanto
por verla encerrada que quiere liberarla tanto como nosotros?
- ¡No puede ser! ¡Qué me
dices! ¿De verdad? – saltó Maruja, asombrada e interesada. Cuando se dio cuenta
se tapó la boca con la mano, pero ya era tarde: su reacción inicial demostraba
que era una historia que no conocía. – Está bien, me habéis ganado.... Pero eso
no es lo importante: ¿quién es? ¿Adelaida lo sabe? ¿Le corresponde?
- Tiene conocidos entre el
pueblo – dijo María, haciéndose la interesante y la misteriosa – pero no puedo
contarle más. Casi es mejor que se entere usted misma....
- ¡Uy! Dalo por hecho, niña
– aseguró Maruja, contenta por tener un nuevo cotilleo que investigar. Les hizo
entrega de la bufanda sin rencores. – Muy bien, podéis seguir con vuestras
pruebas por este pasillo, hasta una sala de armas que hay a la derecha. Allí os
encontraréis con el siguiente personaje.
- Muchas gracias –
contestaron los escuderos, girando a la izquierda para caminar por el pasillo
que les mostraba la campesina.
- Espero que rescatéis a la
princesa – les dijo desde atrás, haciendo que los tres se giraran para mirarla,
asombrados. – La verdad es que es muy aburrida, de tan perfecta que es: no se
mete en líos, no da que hablar.... ¡¡No hay manera de sacar chismorreos de
ella!!
Los tres escuderos
siguieron su camino, después de despedirse y de darle las gracias a la campesina.
- ¿Pero es que en este
reino de locos no hay nadie que quiera quedarse con la princesa que nos han
robado? – preguntó Sergio, incrédulo.
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