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Llegaron a Santander cuando ya
anochecía: sólo quedaba una fina franja iluminada en el horizonte oeste.
- Santander. Agua y sal – enumeró
Julián, cuando aparcaron el coche en el aparcamiento del estadio del Sardinero.
– Será convocado cerca del mar o en el mar mismo. ¿Pero en qué lugar
exactamente? En esta ciudad hay mar por todas partes....
- Separémonos – dijo Atticus. – Vosotros
dos id a la playa del Sardinero. Es grande, pero quien sea que esté convocando
a los Jinetes necesita cierta parafernalia, así que lo veréis si está por allí.
Además, es muy posible que los otros tres anden cerca, así que....
- ¿Llevas tu pistola? – preguntó Sofía,
volviéndose a mirar a Julián. Éste sonrió, avergonzado, y se volvió al coche, a
cogerla del maletero. Arturo soltó una risita.
- Vosotros – Atticus se volvió hacia los
agentes de campo e hizo que Arturo Inguilán dejara de reírse como un cretino –
id al puerto y a la playa que queda al sudeste. Buscad por allí. Yo iré a la
Magdalena y vigilaré desde allí arriba. Todavía me quedan algunos poderes que
podré utilizar....
- ¿Y si vemos algo? – intervino Marcial.
- Habrá que impedir la invocación y
hacernos con el invocador – dijo Sofía.
- Sólo el que ha convocado a los
primeros Jinetes puede invocarlos a todos – explicó Atticus. – Si le impedimos
convocar al Cuarto Jinete quizá consigamos que los otros tres tengan que volver
a Dhalea
y acabemos con todo esto.
- Nos avisamos por los móviles, ¿de
acuerdo? – dijo Sofía, mientras se separaban.
- ¡¡Espera!! – saltó Julián. – Atticus
no tiene móvil.
- Me las arreglaré – dijo el ente,
sonriendo, con picardía. Después montó en el Renault Koleos y Marcial y Arturo
le llevaron a la Magdalena, antes de ir ellos hasta el otro lado de la ciudad.
Sofía y Julián cruzaron corriendo el
aparcamiento del estadio, la avenida de Pontejos y un parque grande que había
al otro lado, la avenida Manuel García Lago y el paseo marítimo y salieron a la
playa del Sardinero cerca de su parte final.
- Esta playa es enorme – se quejó Sofía,
cuando ya estuvieron en la arena. Se había hecho de noche y era muy difícil ver
mucho más allá, a lo largo de la playa. – ¿Cómo vamos a ver dónde está ese
cabrón?
Julián miró alrededor antes de
contestar.
- Esperemos que enciendan fuegos
artificiales antes de empezar....
* * * * * *
- Aquí no hay nada, macho – se quejó
Arturo Inguilán Sobrino, desdeñoso como siempre. – ¿Tú crees que la tía ésa nos
ha traído a buen sitio?
Marcial Sánchez Berges le miró
seriamente antes de contestar.
- Sólo sé que esa mujer no era una
mentirosa – dijo, sereno. – No estaba actuando antes. Si nos ha traído al lugar
adecuado o no, lo veremos ahora. Pero yo creo que sí hemos venido al lugar
correcto. Hay muchas cosas ahí fuera que no entendemos y ahora mismo estamos
acompañados por gente que sí las entiende. Deja de comportarte como un crío y
déjate enseñar....
- Bueno, bueno.... – repuso Arturo.
Era ya de noche y no se veía
especialmente bien, pero recorrieron todo el puerto y no vieron nada raro. Con
el coche fueron hasta la playa adosada al puerto y la revisaron iluminándola
con los faros del coche, recorriéndola con el coche por el paseo de tablas para
los peatones.
No vieron nada.
- Aquí no hay nada, macho.... – repitió
Arturo Inguilán Sobrino. Marcial Sánchez Berges no dijo nada, pero deseaba que
su joven compañero tuviera razón.
* * * * * *
Desde el palacio de la Magdalena Atticus
podía ver muy bien el mar, pero como la península estaba llena de árboles y
bosques no podía ver la ciudad desde allí. No había sido buena idea apostarse en
aquel lugar.
Por suerte, como les había dicho a los
humanos, todavía le quedaban algunas habilidades excepcionales.
Los Guinedeos
no tenían poderes demasiado especiales, además de poder saltar entre
dimensiones casi a placer. Atticus había descubierto el verano pasado (in extremis) que todavía conservaba esa
habilidad, aunque no la controlaba como antaño.
Pero además los Guinedeos tenían algunas capacidades mentales, como cierta telepatía,
premonición, lectura mental.... y la sublimación empática.
Atticus todavía podía dominar ésta
última.
Así que despejó su mente, activó su
“gulter”, fue consciente de los seres vivos que le rodeaban (seres humanos,
árboles, plantas, insectos y peces) y sublimó empáticamente a todos ellos.
Al principio aquello era un galimatías,
como casi siempre, pero empezó a discriminar unos sentimientos y otros, hasta
concentrarse en los seres humanos que tenían miedo.
Había muchas clases de miedo, así que
eliminó a los enamorados que se iban a declarar, a los padres que temían por la
seguridad de sus hijos, a los que tenían miedo a conducir y manejaban un coche
en aquellos momentos y los que tenían preocupaciones futuras sobre muchos
temas. Trató de encontrar a alguien que tuviera miedo puro, terror verdadero.
Y lo encontró.
Atticus abrió los ojos de repente,
asustado. El humano a quien había sentido era tan sólo un niño. Un muchacho de
cinco o seis años que había sido raptado.
Y que había visto a unos monstruos.
- Vrinden.... – musitó, nervioso.
Echó a correr por los caminos de la península
de la Magdalena, tratando de llegar cuanto antes a la ciudad de nuevo. Se
concentró mientras corría, tratando de llegar a Julián o Sofía, pero no lo
consiguió. Geográficamente estaba más cerca de los dos soldados, así que trató
de conectar con ellos.
Consiguió que el teléfono de Marcial
Sánchez sonara.
Si el cretino de Arturo Inguilán era
capaz de cogerlo antes de que él perdiera la conexión, podría guiarles para que
le recogieran.
Estaban justo al otro extremo del lugar
donde iba a celebrarse la invocación.
* * * * * *
Ürk había llegado a la ciudad tan sólo
un par de horas antes y había paseado por la playa tranquilamente, mientras
todavía lucía el Sol en el cielo.
Cuando éste se ocultó salió de la arena
y caminó por el paseo marítimo. Todavía le quedaba un trecho hasta el lugar de
la cuarta invocación y no quería llegar tarde.
Eugenio Martín Arribas, en su refugio
blanco tras su propia mente, observó el paseo que dio el huésped de su cuerpo.
Sentía que estaba expectante aunque no nervioso. Que deseaba que todo ocurriera
de una vez.
Ürk llegó a la pequeña playa un poco
antes que los tres Jinetes ya convocados y el invocador que traería al cuarto.
Se escondió entre las rocas, a esperarles.
Estaba deseando encontrarse con los
Cuatro Jinetes.
* * * * * *
Al final escucharon los gritos. Habían
deseado encontrar al invocador antes de que los gritos empezaran, pero no había
sido posible. Sonaban más allá de la playa, al norte.
- Joder, es allí – señaló Sofía. Había
una pequeña playa, casi una cala, al norte de la playa del Sardinero. No se
podía ir desde allí, había que llegar desde la carretera que iba al faro Mayor.
- Avisa a los otros – dijo Julián,
mientras los dos corrían por la arena de la playa hacia el paseo marítimo.
Sofía sacó el móvil del bolsillo y en ese momento se puso a sonar. Era un
teléfono desconocido.
- ¿Sí? – contestó, asombrada.
- Soy Atticus, desde el teléfono de
Arturo – dijo el ente, hablando muy deprisa. – Vamos a buscaros. Ya sabemos
dónde es.
- ¡¡Sí, nosotros también!! – contestó
Sofía. – Es una pequeña playa más al norte, al principio del cabo Menor.
- Arturo lo tiene localizado en el GPS –
explicó Atticus, agobiado. – ¿Dónde estáis?
- Saliendo de la playa, por la salida de
las tumbonas – explicó Sofía. No conocían muy bien la ciudad ni unos ni otros.
- Esperad en el paseo cuando salgáis.
Creo que podremos encontraros – dijo Atticus. Y después colgó.
Sofía y Julián salieron al paseo
marítimo y menos de un minuto después apareció el Renault Koleos negro de la
agencia, chirriando en el asfalto al frenar. Los dos montaron de un salto
atrás. Marcial no esperó a que se cerrasen las puertas para volver a acelerar.
- Sigue por aquí recto hasta la rotonda
y luego sales a la izquierda: a partir de ahí te sigo guiando después – indicó
Arturo, que sostenía un GPS en la mano.
- He visto dónde es – explicó Atticus,
que iba en medio de los dos agentes.
- Nosotros lo hemos oído – explicó
Sofía. – Gente gritando.
- Esperemos que sólo sean gritos
asustados.... – comentó Julián. Todos pensaban en la peor de las situaciones.
(Continuará....)
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