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Ahdam
corrió por la galería, con el escudo en el mutilado antebrazo izquierdo y la
antorcha agarrada fuertemente en la derecha. Esperaba que el Ghôlm no le
estuviese siguiendo.
Al
cabo de una larga carrera se detuvo, intentando recuperar el aliento. Escuchó
atentamente, para ver si podía oír a sus compañeros, pero no oía nada, salvo
los gruñidos y chillidos del Ghôlm, que viajaban por las galerías, confundiendo
su verdadera ubicación. El caballero tragó saliva, esperando que sus compañeros
estuvieran bien.
Movió
la antorcha alrededor, para hacerse una idea de dónde estaba y siguió su
camino, caminando ligero esta vez. Llegó a una bifurcación, en la que dos
galerías salían a cada lado. Miró hacia ambas y como no sabía muy bien por
dónde ir, siguió recto.
Pero
en el último momento, sus ojos vieron una marca en el suelo. Volvió atrás, a la
bifurcación, y encontró el símbolo de antes en la galería de la derecha. Aquel
símbolo significaba “tesoro”, había dicho Mórtimer, así que el caballero
decidió seguirlo.
Se
encontró con otras dos bifurcaciones, pero Ahdam buscó el símbolo y lo utilizó
para orientarse: la primera vez siguió recto y la siguiente volvió a girar a la
derecha.
Acabó
llegando, después de un trecho, ante una puerta de bronce, con grandes goznes
clavados en la roca. Trató de empujarla y de tirar de ella, pero no se movió lo
más mínimo. Recorrió su superficie con la antorcha, para ver cómo era, y acabó
descubriendo una especie de cerradura, con forma triangular. No sabía cómo se
podía forzar aquello, pero si alguien lo sabía, tenía que ser Mórtimer.
El
caballero se dio la vuelta, en busca del joven ladrón.
Por
su parte, Wup y Solna siguieron por la galería por la que habían huido del
Ghôlm. Era una galería muy ancha y bastante alta, por la que podían correr
bien. Los dos llevaban su antorcha, así que iluminaban bien el camino que iban
recorriendo. Algunas galerías igual de anchas salían a izquierda y derecha, de
vez en cuando, pero los dos decidieron seguir hacia adelante, mientras
pudieran.
Pero
entonces la galería se acabó. Llegaba hasta la roca viva y se dividía en dos
galerías que se iban hacia la izquierda y hacia la derecha, en ángulo recto
desde la que ellos habían recorrido. Se detuvieron, recuperando el aliento,
antes de decidir nada.
Mientras
descansaban y su respiración se hacía más normal, empezaron a oír ruidos detrás
de ellos. Pasos atronadores y garras que rozaban contra las paredes y el techo
de la galería.
Parecía
que el Ghôlm les había estado siguiendo.
-
¿Qué hacer? – dijo Wup, agobiado.
-
Sígueme – dijo Solna, resuelta. En lugar de huir caminó por la galería que les
había llevado hasta allí, en sentido contrario. Avanzaban hacia el Ghôlm.
-
¡No! – susurró Wup, asustado, tratando de detener a la mujer.
-
¡Confía en mí! – dijo Solna, también en susurros. – No vamos a encontrarnos con
él.
Wup
siguió a la mujer, que corrió hasta alcanzar una de las galerías que salían
desde la principal por la que ellos habían corrido. Al llegar al vano lo
atravesó y se escondió en la oscuridad, apagando las antorchas.
Los
dos se quedaron en silencio, agachados entre las sombras, escuchando cómo el
Ghôlm se acercaba. Pronto lo tuvieron delante, y aunque no podían verle porque
estaba muy oscuro, le oyeron delante de ellos y le olieron también. El
monstruo pasó de largo y siguió por la galería.
Los
dos permanecieron un rato más en silencio, escondidos, y al final salieron de
nuevo a la galería principal.
-
¿Qué hacer? – preguntó Wup, en voz baja.
-
¿Por qué sigue por esta galería y no nos busca? – preguntó Solna, como si
pensara en voz alta.
-
¿Eh?
-
El Ghôlm no nos está buscando – explicó la merodeadora. – No olfatea, no trata
de asustarnos para hacernos salir de nuestro escondite. Simplemente se va, sin
molestarse en buscarnos....
Wup
estuvo un rato en silencio.
-
Cubil – Solna escuchó su voz desde la oscuridad.
-
Creo que puedes tener razón.
Y
sin decirse nada más, los dos siguieron al Ghôlm.
No
volvieron a encender las antorchas (el Ghôlm podía ver el fuego y volver sobre
sus pasos) pero no les costó seguir al monstruo: hacía mucho ruido y el fétido
olor que desprendía les indicó que había tomado la galería de la izquierda.
Solna
y Wup siguieron al monstruo hasta su guarida, que era un punto de luz en la
distancia. Se acercaron a ella con cuidado, con mucha precaución, sin hacer
ruido y tratando de no respirar muy fuerte.
Se
asomaron al vano y se quedaron atónitos. La guarida del Ghôlm era una cámara
cuadrada, enorme, de techo alto, al menos treinta metros. Había muchas rocas
caídas por todos los rincones, pero en una esquina había un grupo de rocas
colocadas contra los muros, con ropas y trozos de madera entre ellas. Parecía
una especie de nido gigantesco.
En
el centro de la estancia había un círculo de rocas talladas, como un bordillo.
Cada roca medía un metro de alto. En el interior había troncos grandes, a modo
de hoguera. No ardían, pero lo habían hecho: las brasas refulgían con un tono
rojo ardiente. Era gracias a ellas que los dos podían haber visto los detalles
del cubil.
Sobre
la hoguera había una especie de percha, un tronco grueso colocado
horizontalmente sobre el fuego, a bastante distancia de él. El Ghôlm estaba
subido a él, con los brazos y pinzas recogidos contra el vientre y las alas de
murciélago cubriéndole por completo. Parecía dormido o en proceso de estarlo.
-
¿Hiromar es un gran mago? – preguntó Solna, en voz baja, volviéndose a Wup.
Éste asintió. – Entonces creo que se me ha ocurrido cómo podemos vencer a este
bicho....
Solna
tiró de Wup para alejarse de allí y le fue contando su plan durante el camino.
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