martes, 24 de febrero de 2015

Peón Rojo (14 de 17)


-14-
Ahdam corrió por la galería, con el escudo en el mutilado antebrazo izquierdo y la antorcha agarrada fuertemente en la derecha. Esperaba que el Ghôlm no le estuviese siguiendo.
Al cabo de una larga carrera se detuvo, intentando recuperar el aliento. Escuchó atentamente, para ver si podía oír a sus compañeros, pero no oía nada, salvo los gruñidos y chillidos del Ghôlm, que viajaban por las galerías, confundiendo su verdadera ubicación. El caballero tragó saliva, esperando que sus compañeros estuvieran bien.
Movió la antorcha alrededor, para hacerse una idea de dónde estaba y siguió su camino, caminando ligero esta vez. Llegó a una bifurcación, en la que dos galerías salían a cada lado. Miró hacia ambas y como no sabía muy bien por dónde ir, siguió recto.
Pero en el último momento, sus ojos vieron una marca en el suelo. Volvió atrás, a la bifurcación, y encontró el símbolo de antes en la galería de la derecha. Aquel símbolo significaba “tesoro”, había dicho Mórtimer, así que el caballero decidió seguirlo.
Se encontró con otras dos bifurcaciones, pero Ahdam buscó el símbolo y lo utilizó para orientarse: la primera vez siguió recto y la siguiente volvió a girar a la derecha.
Acabó llegando, después de un trecho, ante una puerta de bronce, con grandes goznes clavados en la roca. Trató de empujarla y de tirar de ella, pero no se movió lo más mínimo. Recorrió su superficie con la antorcha, para ver cómo era, y acabó descubriendo una especie de cerradura, con forma triangular. No sabía cómo se podía forzar aquello, pero si alguien lo sabía, tenía que ser Mórtimer.
El caballero se dio la vuelta, en busca del joven ladrón.
Por su parte, Wup y Solna siguieron por la galería por la que habían huido del Ghôlm. Era una galería muy ancha y bastante alta, por la que podían correr bien. Los dos llevaban su antorcha, así que iluminaban bien el camino que iban recorriendo. Algunas galerías igual de anchas salían a izquierda y derecha, de vez en cuando, pero los dos decidieron seguir hacia adelante, mientras pudieran.
Pero entonces la galería se acabó. Llegaba hasta la roca viva y se dividía en dos galerías que se iban hacia la izquierda y hacia la derecha, en ángulo recto desde la que ellos habían recorrido. Se detuvieron, recuperando el aliento, antes de decidir nada.
Mientras descansaban y su respiración se hacía más normal, empezaron a oír ruidos detrás de ellos. Pasos atronadores y garras que rozaban contra las paredes y el techo de la galería.
Parecía que el Ghôlm les había estado siguiendo.
- ¿Qué hacer? – dijo Wup, agobiado.
- Sígueme – dijo Solna, resuelta. En lugar de huir caminó por la galería que les había llevado hasta allí, en sentido contrario. Avanzaban hacia el Ghôlm.
- ¡No! – susurró Wup, asustado, tratando de detener a la mujer.
- ¡Confía en mí! – dijo Solna, también en susurros. – No vamos a encontrarnos con él.
Wup siguió a la mujer, que corrió hasta alcanzar una de las galerías que salían desde la principal por la que ellos habían corrido. Al llegar al vano lo atravesó y se escondió en la oscuridad, apagando las antorchas.
Los dos se quedaron en silencio, agachados entre las sombras, escuchando cómo el Ghôlm se acercaba. Pronto lo tuvieron delante, y aunque no podían verle porque estaba muy oscuro, le oyeron delante de ellos y le olieron también. El monstruo pasó de largo y siguió por la galería.
Los dos permanecieron un rato más en silencio, escondidos, y al final salieron de nuevo a la galería principal.
- ¿Qué hacer? – preguntó Wup, en voz baja.
- ¿Por qué sigue por esta galería y no nos busca? – preguntó Solna, como si pensara en voz alta.
- ¿Eh?
- El Ghôlm no nos está buscando – explicó la merodeadora. – No olfatea, no trata de asustarnos para hacernos salir de nuestro escondite. Simplemente se va, sin molestarse en buscarnos....
Wup estuvo un rato en silencio.
- Cubil – Solna escuchó su voz desde la oscuridad.
- Creo que puedes tener razón.
Y sin decirse nada más, los dos siguieron al Ghôlm.
No volvieron a encender las antorchas (el Ghôlm podía ver el fuego y volver sobre sus pasos) pero no les costó seguir al monstruo: hacía mucho ruido y el fétido olor que desprendía les indicó que había tomado la galería de la izquierda.
Solna y Wup siguieron al monstruo hasta su guarida, que era un punto de luz en la distancia. Se acercaron a ella con cuidado, con mucha precaución, sin hacer ruido y tratando de no respirar muy fuerte.
Se asomaron al vano y se quedaron atónitos. La guarida del Ghôlm era una cámara cuadrada, enorme, de techo alto, al menos treinta metros. Había muchas rocas caídas por todos los rincones, pero en una esquina había un grupo de rocas colocadas contra los muros, con ropas y trozos de madera entre ellas. Parecía una especie de nido gigantesco.
En el centro de la estancia había un círculo de rocas talladas, como un bordillo. Cada roca medía un metro de alto. En el interior había troncos grandes, a modo de hoguera. No ardían, pero lo habían hecho: las brasas refulgían con un tono rojo ardiente. Era gracias a ellas que los dos podían haber visto los detalles del cubil.
Sobre la hoguera había una especie de percha, un tronco grueso colocado horizontalmente sobre el fuego, a bastante distancia de él. El Ghôlm estaba subido a él, con los brazos y pinzas recogidos contra el vientre y las alas de murciélago cubriéndole por completo. Parecía dormido o en proceso de estarlo.
- ¿Hiromar es un gran mago? – preguntó Solna, en voz baja, volviéndose a Wup. Éste asintió. – Entonces creo que se me ha ocurrido cómo podemos vencer a este bicho....
Solna tiró de Wup para alejarse de allí y le fue contando su plan durante el camino.



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