martes, 3 de febrero de 2015

Peón Rojo (6 de 17)


-6-
La Madre miró a Doncella.
- Gracias – dijo, sincera. Doncella sonrió levemente, sin soberbia, y asintió.
- ¡Muy bien! – dijo Volbadär, al comprobar la tirada de Bestia. – El conjuro robado por el jugador de Doncella es válido y la tirada de Bestia permite a su personaje hacer magia, así que el héroe de la Madre recupera su mano derecha – el anfitrión estaba muy contento: había sido una jugada espléndida. – Eso hace que el héroe sólo pierda dos puntos de habilidad.
Azar asintió satisfecho, recogiendo su dado de madera, que era el que había permitido al brujo robarle la mano al héroe de la Madre. Sólo había conseguido al final dos puntos de habilidad (y no ocho, que eran los que valía la mano derecha de un caballero), pero menos era nada....
Mirando el tablero de juego y a las fichas arracimadas en las Montañas de la Luna, al borde del Desierto Solitario, ya se le ocurría cómo podía utilizar esos dos puntos de habilidad que acababa de ganar.

• • • • • •

Decidieron acampar algo lejos, al otro lado de las montañas, cuando ya tuvieran la llanura a la vista. No estaban seguros de si el brujo había podido notar el hechizo y querían alejarse de él lo más posible, para evitar otro encuentro.
Caminaron rápido, saliendo del valle en el que estaban. El cielo estaba cubierto de nubes, que seguían dejando caer lluvia, así que no podían ver cuánto quedaba de noche, aunque Mórtimer creía que no faltaba mucho para el amanecer.
Eeda caminaba a su lado y Mórtimer se dio cuenta en una ocasión de que la Ninfa no le quitaba ojo.
- ¿Qué? – preguntó, algo avergonzado y curioso.
La mujer negó con la cabeza.
- Nada – dijo y después sonrió. Mórtimer no la había visto sonreír en todo el tiempo que llevaban viajando juntos y le había parecido que estaba preciosa. Mórtimer se tapó un poco mejor con la capucha, porque notó que se estaba poniendo tan rojo como su capa. – Sólo estaba pensando.... que no eres lo que pareces....
Mórtimer se giró un poco para mirarla desde el interior de la capucha.
- ¿Cómo tengo que tomarme eso? – preguntó.
- Como un cumplido – dijo Eeda, y seguía sonriendo, atractiva y enigmática. – Pareces un simple ladrón forastero, pero puede que escondas un héroe en tu interior....
Mórtimer no pudo sentirse mejor. Incluso le pareció que había crecido un par de pulgadas.
Cuando llegaron al último valle antes de que se acabase la cordillera de las Montañas de la Luna, desde el que ya podían ver casi la llanura al otro lado, Ahdam pidió descansar. Los demás estuvieron de acuerdo: estaban lejos de la cabaña del brujo y habían andado mucho durante todo el día.
- Ven aquí, Mórtimer – pidió Ahdam, una vez que estuvo sentado bajo una encina del fondo del valle, donde el suelo estaba un poco menos mojado que en los alrededores. El ladrón se acercó a él, mientras los gemelos Bárbaros preparaban sus sacos de dormir, en mitad de la hierba, bajo la lluvia.
Hiromar estaba al lado de Ahdam, pero se apartó para que el caballero y el ladrón pudieran hablar a su aire, casi en privado. Al alejarse le dio un toque amistoso a Mórtimer en el hombro.
- Te debo la vida, Mórtimer – dijo Ahdam, con seriedad. El joven ladrón se quedó un segundo sin habla.
- No exageres, Ahdam.... – repuso.
- Es totalmente cierto. Durante toda mi vida he aprendido a pelear con una espada en la mano derecha y un escudo en la izquierda. Si no hubiese sido por tu ingeniosa idea, no hubiese podido volver a empuñar una espada en la vida.
- Por lo que sé eres un habilidoso espadachín – dijo Mórtimer, algo avergonzado por las palabras de Ahdam. – Podrías haber aprendido a manejar una espada con la mano izquierda....
- Quizá, pero soy mayor, Mórtimer, no tengo la destreza de la juventud. Habría podido aprender a defenderme, pero nunca hubiese alcanzado la habilidad que tengo con la mano derecha. Gracias a ti, podré sobrevivir....
Mórtimer tragó saliva, avergonzado de que le dedicasen tantas atenciones. Ahdam tendió su nueva mano hacia él y el joven ladrón se la estrechó, asintiendo. El caballero sonrió, agradecido, y Mórtimer se vio contagiado por su sonrisa.
Ahdam se quedó dormido enseguida, igual que Wup. Los demás acabaron durmiéndose algo más tarde, agotados.
Mórtimer no durmió.
El ladrón no podía dejar de pensar en la extraña sensación que había notado antes de coger el receptor, la cajita de cobre. Era algo propio de él, saber qué robar en cada momento, y hacerlo bien. Pero la sensación que había notado....
No era de haber tenido una idea. Era de haber obedecido una orden.
Hasta bien entrado el mediodía no pudo dormirse y despertaron al cabo de unas tres horas, así que apenas descansó un poco.



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