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- ¡Tengo Coca-cola, Nestea, zumos,
cerveza y tiene que haber alguna tónica por aquí! – dijo Marta, llegando su voz
bastante amortiguada desde la cocina.
- Una cerveza estará bien – dijo Justo,
mirando hacia la cocina desde el salón. Estaba de pie, paseando por la casa,
viendo todas las cosas que Marta tenía por allí. Gustavo esperaba pacientemente
sentado en el sofá.
El ex-agente de la ACPEX observaba
atentamente los cuadros colgados de la pared, las fotos enmarcadas y colocadas
sobre los muebles o también colgadas, los títulos de los libros de las
estanterías.... Le gustaba aquella casa y no se la podía haber esperado de otra
manera: tenía muchas cosas, pero estaban muy bien colocadas y ordenadas.
Sonrió, algo nostálgico: sólo habían compartido una misión juntos, pero parecía
que Marta y él se conocían bien.
Marta llegó desde la cocina con una
bandeja, con vasos y las bebidas. Dejó la bandeja en la mesita baja de delante
de los sofás y le tendió una cerveza a Gustavo, sin haberle preguntado. Éste la
cogió con un guiño. Después le dio una cerveza y un vaso a Justo.
- Gracias – dijo éste, sirviéndose la
bebida y dejando el botellín vacío en la bandeja. Después se sentó en un sillón
pequeño que había al lado del sofá, justo al lado de donde estaba sentado
Gustavo, de cara a la tele, apagada. Marta cogió una lata de Coca-Cola light y la abrió de un tirón, dando un
largo trago. Se sentó en el sofá en el que estaba Gustavo, al otro extremo.
- Bonita casa – dijo Justo.
- Gracias – contestó Marta sonriendo.
- Me gusta, sobre todo, el color de las
paredes – comentó Gustavo, sacándose el Chupa-chups de la boca, y Marta lo miró
con intención. No parecía bromear.
- Las pintó mi primo. Es un figura.
- ¿No había estado aquí nunca, agente
Álvarez? – preguntó Justo, un poco sorprendido.
- Es la primera vez – contestó Gustavo,
sin tono dolido o molesto. – Marta es muy celosa de su intimidad....
Justo asintió, algo sorprendido pero no
exageradamente. Marta se sintió un poco avergonzada, aunque no hubiese sabido
explicar por qué.
- ¿Han encontrado algo? – preguntó
Justo, queriendo centrar el tema. Había visto la cara de la mujer.
- Sí, aunque no es mucho – dijo Gustavo,
inclinándose sobre el brazo del sofá, para poder coger su mochila del suelo,
de la que sacó una carpeta de cartón blando. Dentro había media docena de
papeles. – He conseguido el seguimiento que se ha hecho del padre Beltrán
durante los últimos días, desde que Marta habló con Daniel y le dijo que el
general estaba interesado en el sacerdote. No hay nada destacable, ni inusual.
- Claro: todo lo de ese hombre es
inusual.... – comentó Justo.
- Eso quiero decir – sonrió Gustavo,
abriendo la carpeta y consultando los datos. – Ha estado en un pueblo de Burgos
llamado Casillas, después apareció en la Rioja, en un pueblo enano de Albacete
dos días después.... Y por último en un sitio que aparece como “el tendero” –
Gustavo se encogió de hombros.
- ¿No viene ubicación? – preguntó Justo.
- No sé, mírelo usted – Gustavo le
tendió los papeles. Justo los miró detenidamente y luego levantó la mirada
hacia Marta.
- Jonás – dijo simplemente.
- ¿Jonás? ¿Quién es ése? – preguntó
Gustavo, un poco molesto a veces por ser el menos enterado de todo.
- Un ente.... alguien a quien el padre
Beltrán recurre a menudo – explicó Marta. – La agencia no tenía mucho
conocimiento de él, pero con el informe que el verano pasado presentamos Justo
y yo empezaron a investigarle. A controlarle un poco. Al parecer no han actuado
sobre él, porque sigue en activo.
- El padre Beltrán sigue en movimiento –
dijo Justo – aunque no sabemos si será rutinario o se ha encargado de detener
otro apocalipsis.
- Espero que no – dijo Marta, medio en
serio medio en broma, con una mueca. – Con estar en uno ya tuve suficiente.
- Quizá debamos ir a ver a Jonás –
propuso Justo, encogiéndose de hombros. – Podemos preguntarle por el padre
Beltrán, para qué había ido a verle, qué quería, en qué está metido.... Con los
aparatos de la agencia podemos seguirle el rastro, pero no alcanzarle.
El día anterior habían ido a las
dependencias de la ACPEX, donde Marta y Gustavo habían estado indagando y
moviendo unos hilos, para conseguir información. Justo prefirió esperar fuera,
en el coche. No le daba vergüenza, pero prefería no aparecer por allí, dejarse
ver, causar un poco de conmoción (era muy conocido, a veces a su pesar). Nadie
tenía por qué saber que estaba indagando en temas de la agencia, con dos
agentes actuales de la casa, pero al margen de una investigación oficial.
Ya volvería a la agencia un día de
aquellos, sin prisas, concertando una cita con el general, yendo a visitar a
los compañeros y conocidos tanto de la “Sala de Luces” como de otras
dependencias.
Marta y Gustavo se enteraron entonces
que tenían asignados tres días de descanso, así que decidieron que los usarían
para investigar sobre el padre Beltrán, con tranquilidad, sin salir de Madrid,
reuniéndose en la casa de Marta o en la de Gustavo (aprovechando que su
compañero de piso estaba fuera de la ciudad, por vacaciones).
- Creo que deberíamos ir – dijo Marta,
muy seria. – El general no nos ha contado todo lo que está pasando....
- Como siempre.... – dijo Gustavo, con
voz cómica.
-....y yo he averiguado más cosas –
siguió Marta. – El padre Beltrán estuvo en la Rioja y allí apareció un
fantasma. Estuvo en Albacete y apareció un fantasma, parece ser que el mismo,
aunque sea extrañísimo y pueda parecer imposible. Pero ese fantasma ha
aparecido, al menos, que sepamos, en otro sitio más. Cerca del bar donde
conocimos a Atticus.
Se había dirigido a Justo cuando dijo
esto último y éste se mostró sorprendido.
- ¿Atticus? ¿También está metido en
esto? – preguntó el ex-agente. – Vaya....
- No sabemos si está metido o no – dijo
Marta. – Ha desaparecido.
- ¿Desaparecido?
- Estuvo una noche en ese bar que solía
frecuentar y al día siguiente nadie sabía nada de él – explicó Gustavo. –
Estuvimos allí, investigando, hablando con la camarera del bar. Revisamos el
callejón donde se había registrado la aparición del “humo” pero no había ni rastro.
- Salvo el lápiz.
- ¿El lápiz?
- El lápiz que usó Atticus para traducir
el mensaje de los poseídos – explicó Marta. – Lo reconocí y estaba caído en el
callejón donde habíamos registrado la aparición del “humo”.
- Esto me huele muy mal.... – dijo
Justo, rascándose la mejilla bien afeitada. – Así que el padre Beltrán está en
movimiento, aparecen fantasmas allá donde va....
- El mismo fantasma, no se olvide –
apuntó Gustavo.
-....y en el único lugar donde aparece
el fantasma pero él no, desaparece Atticus. ¿Creen que la desaparición de
Atticus tiene que ver con el “humo”?
Marta y Gustavo se miraron antes de
contestar.
- Sí – dijo ella.
- No – dijo él.
Los dos se miraron, con una mezcla de
sorpresa y de ofensa. Justo rió, libremente, a carcajadas.
- ¿Cómo que no? – dijo Marta,
sintiéndose casi traicionada.
- ¿Cómo que sí? – dijo Gustavo,
divertido.
- El “humo” apareció en el callejón y allí encontramos el lapicero. Nadie
sabe nada de Atticus, desaparece misteriosamente y ¿tú crees que no tiene nada
que ver?
- El “humo” apareció en el callejón y allí encontramos el
lapicero, pero no sabemos si el lápiz ya estaba allí antes o después de que el
fantasma apareciera. Ese tal Atticus es un ente, ¿no? A lo mejor estaba
siguiendo la pista del fantasma. A lo mejor (no lo sé, no tengo ni idea de cómo
funciona esto) lo ha seguido a terreno ectoplasmático. Yo qué sé....
- A terreno ectoplasmático.... – dijo
Marta, con desdén, pero sonriendo.
- El agente Álvarez no anda
desencaminado – dijo Justo, pensativo. – Su deducción podía ser correcta. Pero
yo creo como Marta. Es demasiada casualidad....
- Y, según dijo el verano pasado, ya no
era capaz de viajar entre dimensiones.... – recordó Marta, de repente.
- Está bien, está bien, acepto que mi
idea no era muy buena – reconoció Gustavo, de buen humor. – Sólo me parecía que
debíamos contemplar otra clase de escenarios....
- Desde luego – dijo Justo.
- Pero mira lo que nos dijeron allí, en
el bar – intercedió Marta. – Nunca dejaba de ir. Ni un solo día. Y desde la
aparición del fantasma no ha vuelto por allí.
- Lo que más me importa ahora es poder
demostrar que el padre Beltrán no tiene nada que ver con ese “humo” – dijo Justo. – Que el que
aparezca a su alrededor es una coincidencia....
- Demasiada coincidencia.... – dijo
Gustavo.
- Lo sé – reconoció Justo. – Pero, al
menos, que podamos demostrar que no tiene nada que ver con el fantasma. Que su
reciente relación tenga otra forma de explicarse....
- Todavía no os he contado todo lo que
he averiguado ayer en la agencia – dijo Marta. Estaba tan seria que sus dos
compañeros la imitaron, algo preocupados. – Cuando el padre Beltrán estuvo en
el pueblo de Albacete, hace tres noches, el fantasma se apareció allí. Bien,
eso lo sabíamos. Pero también ocurrió otro evento extraño esa noche. En el
mismo sitio.
- ¿Qué?
- Una especie de ataque sónico, una
explosión magnética, una descarga de fotones.... Los expertos no se ponen de
acuerdo. No saben qué ha sido. Parece que es un poco de todo y ninguna de esas
cosas a la vez.
- ¿Pero qué es eso?
- A ver – se explicó Marta. – La noche
en que el padre Beltrán estaba en el pueblo de Albacete, en el mismo momento en
que él estaba allí y el fantasma se apareció junto a él, hubo una descarga de
energía electromagnética en el mismo punto, combinada con un intenso haz
luminoso – leyó Marta de sus propios documentos, los que había conseguido la
noche anterior en la ACPEX. – Al parecer lo llaman “el impulso”. Según parece,
provoca una descarga de energía electromagnética y luminosa tan
desproporcionada que puede desligar las partículas ectoplásmicas que forman a
los fantasmas.
- No había oído hablar nunca de él –
dijo Justo.
- Yo tampoco, pero Daniel es un gran
técnico – explicó Marta, y Justo sonrió, recordando al hombre joven que había
quedado manco el verano anterior. – Al parecer sí que hay constancia de un
aparato que puede provocar una onda de ese calibre, por lo menos en forma de
planos y prototipos. Investigación rusa de la Guerra Fría.
- Ya.
- Y, aunque no hay constancia de que la
ACPEX tenga uno de los prototipos, sí se puede seguir el rastro a una serie de
equipos que la agencia compró hace años, que podrían encajar en la descripción
del “impulso”.
- Entonces, ¿estás insinuando que la
ACPEX provocó esa onda de energía para cargarse al fantasma que persigue al
padre Beltrán? – preguntó Gustavo.
- Para cargarse al fantasma.... o al
padre Beltrán – dijo Marta. Sus dos compañeros la miraron asombrados. – No hay
registros muy fiables, pero Daniel ha encontrado una diferencia en el tiempo:
la onda se generó antes de que el fantasma apareciera en el mismo lugar que el
padre Beltrán. Ya digo que no hay manera de rastrear bien el tiempo, es cosa de
segundos, pero eso es lo que parece....
Los tres se quedaron en silencio. Todos
sabían que el general no compartía la forma de hacer las cosas del padre
Beltrán, pero de ahí a querer desintegrarlo con un arma de la Guerra Fría....
El teléfono fijo de Marta sonó en aquel
momento, dándoles un susto. La mujer se levantó del sofá de forma elástica y
trotó hasta el teléfono, para cogerlo.
- ¿Sí? – contestó. Después puso cara de
sorpresa. – Buenos días. Sí. Sí. Está conmigo, yo le puedo avisar. ¡Ah!
Bueno.... ¡¿Cómo?! – se sorprendió y los dos hombres miraron hacia ella con
mayor interés. – ¿Cuándo ha sido? ¿Y por qué? ¡¡No es posible!! Sí, claro,
nosotros nos encargamos, dígaselo al general....
Y colgó.
- ¿Qué pasa? – preguntó Gustavo.
- Espero que siga teniendo su vieja
acreditación – contestó Marta, dirigiéndose a Justo – porque la va a necesitar.
Se nos acabó el permiso de tres días. Hay que trabajar. La Guardia Civil ha
detenido al padre Beltrán.
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