viernes, 7 de abril de 2017

Desmembramientos a la luz de la Luna - Capítulo 12

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(Arenisca)

Lucas se despertó tarde, cerca ya del mediodía. Había acabado tomando unos vasos de whisky la noche anterior, él solo. La visita de Justo Díaz Prieto le había trastornado un poco y la tensión de un nuevo atentado contra su vida no había ayudado a tranquilizarle ni sosegarle.
Así que había decidido pasar la noche con Johnny.
El de la etiqueta negra.
No se despertó con mucha resaca, pero sí un poco abotargado. Se pasó quince minutos debajo del agua de la ducha, los primeros cinco con el agua fría. Aquello le despejó y le despertó del todo.
Fue a la cocina descalzo y vestido sólo con un pantalón de chándal viejo, pero sin olvidar la pistola, que llevaba en la floja cinturilla. Pensó qué desayunar, cuando recordó que el día anterior había hecho la compra. Rebuscó en el frigorífico y sacó tres naranjas, para hacer zumo con ellas. Cortó las naranjas a la mitad, enchufó el exprimidor y empezó espachurrarlas contra la estriada parte giratoria. Mientras, con la otra mano comprobaba los mensajes del WhatsApp.
Patricia le había escrito por la noche y también aquella mañana. La contestó, sin mucho entusiasmo, pero tranquilizándola: estaba perfectamente, no le pasaba nada. Había preferido quedarse en casa y si nada cambiaba así seguiría todo el día. Esperó a que su novia le contestase, pero no lo hizo, y entonces recordó que seguiría en la guardería y no podría atender el móvil al instante.
José Ramón también le había escrito, aquella mañana, muy pronto. Sabía que salía a correr a primera hora del día, y supuso que entonces era cuando su amigo había aprovechado para contarle sus avances: él no sabía dónde buscar al tipejo que le había dicho Lucas, pero había dado el aviso a unos antiguos alumnos suyos del colegio, ya en edad del instituto. Ellos controlaban más a la gente de la calle, del barrio, y actuarían como sus espías. Lucas sonrió y después le agradeció las molestias.
Terminó de hacer el zumo y se lo tomó de dos largos tragos. Después limpió el exprimidor mientras se comía medio paquete de galletas, a palo seco.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía el simbolito de las llamadas en la parte alta de la pantalla. Accedió al menú y comprobó que tenía tres llamadas perdidas del mismo número. Era un número que no conocía, que no tenía guardado en la agenda. Por un momento decidió olvidarlo, pero después volvió al menú y dio al botón de rellamada.
Podía ser un cliente. O uno de los “miniespías” de José Ramón. O cualquier llamada urgente.
O, con mucha suerte, quienquiera que estuviera detrás del atentado que había sufrido ayer.
Los tonos de llamada se sucedieron uno tras otro y cuando Lucas creía que ya no iban a contestar, escuchó una voz, algo temblorosa y agitada.
- ¿Hola?
- Sí, verá, muy buenas, he recibido tres llamadas de este número y no sé....
- ¿Es usted Lucas Barrios? – le cortaron.
- El mismo.
- ¡¡Menos mal que al fin puedo hablar con usted!! – su interlocutor sonó tremendamente aliviado. Lucas casi creyó escucharle sollozar. – ¡No sabe cuánto necesito su ayuda!
- Está bien, cálmese hombre, cuénteme....
- Mire, soy Luis Miguel Tenencio Arias.... puede llamarme Luismi.... – el hombre hablaba de corrido, muy nervioso. – Vivo en Salamanca, aunque soy de Albacete. Llevo poco más de un mes aquí, por trabajo: me ha mandado la empresa....
- ¿En qué trabaja usted? – preguntó Lucas, atento a su interlocutor (estaba tan alterado que al menos lo hacía por curiosidad), pero mientras recogía la cocina. Al pasar por la ventana se asomó con cuidado, vigilante. Podían volver a atacarle en cualquier sitio.
- En una empresa de calefactores – fue la apasionante respuesta. – Me han mandado aquí porque vamos a poner radiadores en todos los apartamentos de varios bloques que se están construyendo en las afueras....
- Ya veo. Bueno, continúe con su problema....
- ¡Sí! Verá, estoy muy nervioso, es la primera vez que salgo de Albacete y claro, todo es nuevo para mí.... Allí todavía vivo con mis padres....
- ¿Y cuántos años tiene usted? Lo pregunto para hacerle la ficha, nada más.... – preguntó Lucas, con cierta ironía. Su interlocutor no la captó.
- Cuarenta y dos....
- Estupendo – contestó Lucas, poniendo cara de sorpresa. Menudo pringao.
- Sí, bueno, el caso es que anoche paseaba por el centro de Salamanca, que me gusta mucho, cuando alguien me atacó.
- ¿Le atracaron? ¿Lo ha denunciado a la policía?
- No, no, no intentaron robarme. Intentaron atacarme, hacerme daño....
- Lo que tiene que hacer entonces es ir a la comisaría de policía más cercana y poner la denuncia....
- No puedo. Lo que me atacó no era humano.
- ¿Cómo dice? – Lucas estaba repentinamente interesado.
- Anoche me atacó un monstruo.
Hubo un momento de silencio entre los dos teléfonos
- Verá, no me gusta que me tomen el pelo – repuso Lucas Barrios. – Y mucho menos con cosas tan serias como éstas. ¿Puede repetir?
- Anoche me atacó un monstruo por la calle en Salamanca.
- ¿Cómo era ese monstruo?
- Lo vi sólo un instante – dijo Luis Miguel Tenencio Arias, con voz culpable. – Estaba muy oscuro y él se movía muy rápido, pero me pareció que tenía aspecto humano, aunque tenía el cuerpo cubierto de pelo. No me pareció que tuviera cola, aunque sí un morro alargado lleno de colmillos....
Lucas arrugó el ceño. Aquella descripción no encajaba con los monstruos ultradimensionales que él conocía.
- ¿Está seguro?
- ¿De lo de los colmillos? Bastante, los vi de muy cerca....
- No me refería sólo a ese detalle – repuso Lucas, cayendo en la cuenta después del comentario del hombre de otra pregunta que le interesaba hacer, para después. – Me refiero al aspecto general del monstruo.
- Ya le digo que le vi muy poco, a oscuras, pero estoy bastante seguro de lo que le he dicho.
- ¿Seguro que no iba a cuatro patas? ¿Y que no tenía cola? – preguntó Lucas, pensando en un ujku.
- No, no, iba erguido. Estaba lleno de pelo y rugía.
- ¿Y cómo se libró del ataque de una bestia así?
- No lo sé. Sólo sé lo poco que recuerdo de anoche cuando me he despertado. Tampoco sé dónde vi al monstruo ni cómo me atacó ni cómo me libré. Pero le he visto y estoy muy asustado....
- Ya veo, ya.... Oiga.... – aquello era una pérdida de tiempo. Quizá no fuese una broma, no se lo estaba inventando, pero probablemente aquel tipejo había tenido una pesadilla (a lo mejor provocada por una borrachera o por la ingestión de otro tipo de sustancias menos legales) y había creído que todo era realidad. El teléfono de Lucas Barrios podía encontrarse más o menos fácilmente en internet, si se buscaba con las palabras adecuadas. Podía haberlo buscado y decidirse a llamar. Desde luego el sueño tenía que haber sido muy vívido. – Creo que no voy a hacerme cargo del caso. Si no me da datos más concluyentes no voy a trasladarme hasta Salamanca....
- ¡¡Puede comprobar los datos que quiera en internet!! – dijo el hombre, desesperado. – ¡¡Entre en la página de La Gaceta de Salamanca!! Yo no he sido el único atacado: hace dos noches fue asesinado un chico joven, un universitario, y esta misma noche murió de una forma horrible una pareja de novios. Puede ver las noticias, no le miento – el hombre parecía convencido, y Lucas podía comprobar su historia mirando el periódico digital. Conectó el portátil mientras empezaba a pensar en irse a Salamanca. – Anoche me encontraba muy cansado, un poco desorientado: la noche pasada no dormí nada bien. Quizá por eso no recuerde bien mi encuentro con el monstruo ni cómo me libré de él, pero le aseguro que es verdad. Tengo unos cortes en el brazo que lo atestiguan.
- Espere un momento.... – le pidió Lucas. El ordenador ya se había iniciado y se había conectado a internet, buscando la página web del periódico de Salamanca. En portada ya aparecía la noticia de la pareja de novios encontrada muerta aquella madrugada, en la casa Lis. Había un link a una noticia del día anterior: Lucas clicó en ella y le salió la noticia del universitario muerto a los pies de la estatua de Unamuno, hacía dos noches. Las noticias no hablaban de causas, pero las dos aseguraban que los asesinatos habían sido brutales y que los cuerpos presentaban mordiscos de mandíbulas muy grandes.
- ¿Oiga? ¿Señor Barrios? ¿Sigue ahí?
- Sí, estoy aquí – contestó. – Verá, señor Tenencio, imagino que habrá sacado mi teléfono de mi página web, así que puede que haya visto mis tarifas. Si de verdad hay un monstruo suelto en Salamanca.... mi investigación será cara.
- Bueno, no se preocupe por eso – respondió Luis Miguel Tenencio Arias. – Tengo una cuenta corriente que me abrieron mis padres cuando hice la comunión con mucho dinero ahorrado. Creo que tendré de sobra.
Lucas puso los ojos en blanco.
- Bueno, hablaremos de mis honorarios cuando llegue y nos veamos....
- Entonces, ¿va a venir a Salamanca?
Lucas asintió, aunque Luis Miguel Tenencio Arias no podía verle: lo hizo para convencerse a sí mismo.
- Sí, esta misma tarde.
Después quedó en la Plaza Mayor para encontrarse con su nuevo cliente a primera hora de aquella tarde, en una de las cafeterías. A continuación colgó.
Se quedó un instante inmóvil, en silencio, sentado en el sofá, delante del portátil. Miraba las noticias del periódico digital, aunque no las leía. Reflexionaba sobre el caso y sobre su situación.
Aquello tenía pinta de paranormal, aunque eso ya lo confirmaría in situ. Lo que sí era sin duda era peligroso, pero Lucas creía que salir de Madrid unos días le vendría bien, aunque acabase de llegar hacía dos días. Si los que querían matarle estaban allí, lo mejor para él era irse lejos.
Salamanca no era lejos, precisamente, pero al menos estaría fuera de su alcance.
Se levantó y empezó a preparar la maleta (en la que no olvidó meter su mono de color rojo) y su mochila (con todos sus dispositivos, armas y cachivaches). Cogió el cargador del móvil, un plano de Salamanca (de un archivador en el que tenía planos de todas las ciudades y pueblos importantes de España), sus gafas de sol y las llaves del piso y se dirigió a la puerta.
Antes de salir su móvil pitó, con los silbidos de R2-D2: era el aviso de que le acababa de llegar un mensaje de WhatsApp. Lo miró, en el vano de la puerta, comprobando que era Patricia:

Vale, buena idea, quédate allí, pero esta tarde quiero verte en lo de Sofía

Lucas recordó de repente el cumpleaños “sorpresa” que le estaban preparando a la amiga de su novia e hizo una mueca de disgusto. No es que no quisiese ir, era que no encajaba en sus nuevos planes.
Resopló, pensando qué hacer. Al final escribió a Patricia, sabiendo que tendría que hacer lo que debía hacer.

Vale. Tengo que ir a Salamanca, creo que tengo un nuevo caso. Ademas, creo que es mejor que este fuera de Madrid.
De todas formas esta tarde estoy de vuelta para la fiesta. Alli nos vemos, no te preocupes

Esperó la respuesta de Patricia, deseando que no se enfadase por su viaje y que no se preocupase demasiado por él. 
La respuesta no se hizo esperar:


Lucas Barrios sonrió, enternecido. Desde luego Patricia era la mejor.
Después salió de casa, cerró la puerta con llave y bajó a la calle, a por su coche.


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