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(Arenisca)
Lucas Barrios puso al corriente de todo lo
sucedido a Patricia, que escuchó con atención mientras saboreaba la exquisita
comida del restaurante de Paco. El inspector Amodeo escuchó de nuevo las
explicaciones, porque aquello era tan nuevo para él y sonaba tanto a película
mala de Hollywood que no le venía nada mal escucharlo por segunda vez.
- ¿Esa persecución por la autovía tiene
algo que ver con todo esto que pasa aquí? – preguntó el inspector Amodeo,
mientras comía a cucharadas el flan casero.
- No lo creo. Quiero decir, con total
seguridad no. Aquello tiene que ver sólo conmigo y lo de aquí es diferente:
sólo estoy involucrado porque me llamó un cliente y me contrató para que
descubriera al monstruo.
- ¡Es verdad! ¡Tu cliente! – saltó
Patricia, que se había decidido por la tarta de tres chocolates. – ¿No sabes
nada de él?
Lucas negó con la cabeza.
- Ayer me despedí de él a toda prisa,
para volver a Madrid y cuando volví aquí no me dio tiempo a llamarle. Y esta
mañana me habían requisado el móvil en el hotel – dijo, con recochineo.
Patricia sonrió y el inspector Amodeo se hizo el loco, llamando a Paco con un
gesto de la mano.
- ¿No has hablado con él?
- Tenía un par de llamadas perdidas
suyas, pero no le he contestado. Hemos estado comiendo y explicándoos todo:
ahora cuando acabemos le llamo....
- Me gustaría conocer a ese cliente –
dijo Amodeo. Paco llegó en ese momento y le pidieron cafés, mientras el
camarero se llevaba los platos vacíos.
- No es nadie del otro mundo, es casi
una caricatura de ser humano – bromeó Lucas, al recordar la personalidad de su
cliente.
- Pero si dice que ha visto al
monstruo....
- No recuerda nada, y además ya no nos
hace falta su declaración: yo le vi anoche y peleé contra él.
Amodeo asintió y Patricia se removió un poco
incómoda: no le tranquilizaba pensar en su novio peleando contra un
hombre-lobo.
- Fue una lástima que se me escapara....
- Esta noche estaremos preparados y no
se nos escapará – declaró el inspector de policía.
- No es eso: anoche le pillé desprevenido.
Por eso pude herirle. Esta noche, si aparece, estará preparado y nos costará
mucho más alcanzarle....
- Eso me recuerda que necesito balas de
plata, ¿no? – dijo Amodeo, esperando a que Paco se fuera, después de servirles
los cafés: solo con hielo para los hombres y americano bien caliente para
Patricia: siempre lo tomaba así, incluso en pleno verano. A Lucas siempre le
divertían esas pequeñas costumbres inusuales. – A los hombres-lobo se les caza
con balas de plata....
- Le sorprendería la cantidad de
propiedades que tiene la plata, inspector, no sólo para los hombres-lobo –
comentó Lucas. – Aunque tiene razón: para cazar a un hombre-lobo es necesaria
una bala de plata en el corazón. Creo que tengo una pequeña caja en la mochila,
luego las busco y le doy un puñado. Pero hay que recordar que ese monstruo es
un hombre a plena luz del día. Creo que debemos atraparlo en lugar de
cazarlo....
- ¿Atraparlo? – se sorprendió el
inspector. – ¿Y dejaremos que vuelva a hacer lo mismo dentro de un mes?
- No, me encargaré de él. Sé de algunos
santones o chamanes que pueden ayudarle con su maldición, para controlarla –
explicó. – Porque ese hombre o mujer sufre una maldición, no lo olvide. No es
malvado, sólo sufre las consecuencias de esa maldición.
- Ya, pero ha matado a gente.
- Pero no era él mismo, en realidad –
trató de razonar con el inspector. – Claro que tiene responsabilidad sobre las
muertes pero yo nunca le llamaría asesino. Su parte de lobo es la que ha matado
a esa gente, pero su parte humana no es culpable. Tendrá que aprender a vivir
con su maldición, pero no creo que deba acabar en la cárcel.
El inspector Amodeo no pareció
convencido, pero no dijo nada: sólo se agarró el mentón y se mordió la uña del
dedo índice.
- ¿Y cómo vamos a atrapar a una bestia así?
– preguntó Patricia. – Porque no creo que sea tan fácil....
- No lo será, pero tengo alguna cosa que
puede ayudarnos. Podemos tratar de tenderle una trampa, con algún tipo de
cebo, o rastrearle con mis sensores y lanzarle una trampa cuántica: sé que funciona
con espectros y con una especie de corpóreos muy raros que descubrí hace muy
poco, espero que también funcione con monstruos. Si no, tenemos las redes
eléctricas de toda la vida.
- ¿Y con una red podemos reducirle? –
preguntó Patricia.
- Podemos frenarle y después podemos
sedarle. He mirado en el calendario de la comisaría el ciclo lunar y dura hasta
hoy, así que con frenarle esta noche tenemos suficiente. Si logramos que no
mate a nadie esta noche habremos ganado una prórroga de un mes. Creo que podremos
atraparle y sedarle durante unas horas. En su forma humana será fácil razonar
con él....
- O ella – apuntó Patricia, sonriendo,
haciendo que sus ojos desaparecieran tras sus carrillos. Lucas le dio un beso
en la punta de la nariz.
- Podría ser, aunque después de esta
noche me inclino a pensar que es un hombre: mató al chico, pero se recreó con
la chica. Se alimentó de ella.
- ¿Es consciente de lo que le pasa? –
preguntó de sopetón el inspector Amodeo: había salido de su trance deductivo. –
Quiero decir si tiene recuerdos de sus fases de lobo....
- Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque
tuve maestros que aseguraban que eran dos personalidades completamente
disociadas – explicó. – Lo que yo creo, personalmente, es que algo tiene que
saber: seguro que se despierta por las mañanas totalmente desnudo, en lugares
extraños, allí donde el monstruo se echa a dormir después de toda la noche
correteando por la ciudad. Toda la gente en Salamanca sabe de esos extraños
asesinatos nocturnos: si yo no supiera qué me ha pasado por la noche y me
despierto en lugares raros, fuera de mi casa y de mi cama, probablemente uniría
A y B. Por eso le digo que yo creo que el humano que sufre la maldición tiene
que olerse algo, a poco que sea listo.
- Confiar en la inteligencia humana es
un acto de fe muy grande, detective – dijo el inspector, con tono bromista,
pero con trasfondo fúnebre. Lucas sonrió y asintió.
- Qué me va a contar a mí....
Los tres estuvieron un momento en
silencio, bebiendo de sus respectivos cafés. El de Patricia humeaba, pero a
ella no pareció importarle y bebió como los otros dos.
- Lo que todavía no me has contado es ese
odio que te traías con el agente trajeado, el de la Jefatura Central de
Homicidios.... – preguntó el inspector, al cabo.
Lucas bufó e hizo un gesto despectivo
con las manos.
- No es odio, es desprecio. Además no es
con ese hombre en concreto, al que no conocía hasta esta mañana, es hacia toda
la organización.
- No sé por qué....
- Verá, inspector, ¿usted conocía la
Jefatura Central de Homicidios? ¿Había oído hablar de ella hasta esta mañana?
Amodeo negó con la cabeza, poniendo una
mueca.
- Eso es porque en realidad no existe.
No hay tal Jefatura Central. Sólo es una tapadera para la agencia real que hay
detrás: una agencia que investiga y controla a los entes paranormales y los
eventos que estos provocan. Es del gobierno, pero secreta, así que operan bajo
el radar: de ahí la pantomima de la Jefatura y todo eso....
- ¿Y cómo se llama esa agencia?
- Agencia para el Control Paranormal de
Entes Extraños – contestó Lucas, con retintín.
- No lo entiendo: deberías alegrarte de
que exista esa agencia, ¿no? Si investiga lo mismo que tú, te podría servir de
ayuda en ciertos casos – se sorprendió el inspector. – ¿Por qué no te gusta esa
agencia?
Patricia negó disimuladamente con la
cabeza, muy discreta. El inspector Amodeo vio con el rabillo del ojo aquel
movimiento, y lo entendió, pero ya era tarde: la pregunta ya estaba formulada.
Lamentó haberlo hecho y esperó la contestación, con cierta cautela.
Lucas arrugó el gesto, antes de
contestar. Trató de hacerlo con ligereza, mirando la mesa, pero la amargura en
sus palabras fue evidente para un agente tan perspicaz como Santiago Amodeo.
- Bueno, sobre todo porque me hace la
competencia: si los clientes se enteran de que hay una agencia del gobierno
encargada de lo mismo que yo, dejarán de llamarme para contratar mis servicios.
Además, estuve relacionado con ellos cuando era un crío, no acabé bien....
Patricia suspiró, discretamente, pero
Amodeo lo vio. Al parecer la respuesta podía haber sido más grosera y más
tensa, pero había sido muy neutra.
Pero Lucas, sorprendentemente, se animó
a hablar un poco más, sorprendiendo a sus dos compañeros.
- Verá, mi padre trabajó para la agencia
y.... sufrió un percance durante una de sus misiones.... yo tenía quince
años.... estábamos de vacaciones....
Patricia dirigió su mirada hacia Amodeo:
era una mirada de alarma y de profunda tristeza. El inspector rellenó los
huecos que dejaba la respuesta de Lucas y creyó que ya era suficiente. Al fin y
al cabo acababa de conocer a aquellos dos jóvenes y no necesitaba saber todos
los rincones oscuros de su pasado.
- Pues no estaba solo – intervino,
cortando los recuerdos dolorosos del detective. Patricia se lo agradeció con un
gesto de la cabeza: había agarrado la mano de Lucas entre las suyas y éste
parecía calmado. – Tenía una compañera, una mujer menuda y muy morena. Ella se
quedó arriba cuando el tipo del traje bajó al calabozo a verle. Los dos estaban
muy interesados en usted, cuando llegaron a investigar los asesinatos y se
enteraron de que había sido detenido.
- Soy bastante conocido entre la gente
de la agencia – respondió Lucas. – Tengo cierta fama....
- Lo cierto es que los dos se
sorprendieron mucho de que hubiésemos sido capaces de atraparle – dijo el
inspector, esperando que aquellas palabras animaran a su reciente compañero.
Además, no eran falsas. – No se creían que Lucas Barrios estuviera entre rejas.
- Pues la verdad es que no ha sido la
primera vez – sonrió Lucas.
- Ya, pero tu fama te precede.... –
bromeó Patricia.
- Y eso que sólo llevo poco más de
cuatro años de detective....
- Pues esa pareja anda ahora por
Salamanca, supongo que encargándose de encontrar a ese monstruo, ¿no? –
Patricia y Lucas asintieron. – ¿Tenemos que escondernos de ellos o preocuparnos
de que no sepan de nosotros?
- ¿La mujer que acompañaba al hombre del
traje era bajita, de pecho abundante, caderas redondas, melena negra rizada y
cara delgada? ¿Cómo con muchos ángulos?
- Sí, ésa es su descripción....
- Entonces no hay que esconderse – Lucas
negó con la cabeza. – Creo que ella es Susana, una agente que conozco. Es
buena persona, muy profesional. No tenemos que buscarlos, pero si nos
encontramos con ellos, estando Susana en el caso, no tendremos problemas.
- Bueno, pues son más de las cuatro –
dijo el inspector, mirando el reloj de pulsera. – Hasta la noche queda
bastante, pero ¿nos ponemos en marcha?
- De acuerdo. Yo invito.
- De ninguna manera....
Se pusieron de pie, decidiendo, ofendidos,
quién pagaba la comida. Patricia se acercó riendo a la barra, más práctica, y
le pidió la cuenta a Paco, mientras los dos hombres se disputaban en la mesa
el honor de pagar la comida.
* * * * * *
Ganimedes bajó las escaleras de hormigón
cuando el guardaespaldas le dejó el paso franco. Tragó saliva, nervioso, por
volver a tener que dar malas noticias a Zard.
- ¡Hola, Ganimedes! ¿Me traes buenas o
malas noticias?
- Malas, me temo....
Zard achicó los ojos y le miró, con
aquella cara tan horrible. No parecía enfadado, pero sí expectante.
- Verá, el detective escapó ayer de los
Barquens. Perdimos seis unidades. Además el humano escapó y está fuera de
nuestro alcancé gnomático: no podemos
encontrarle. Algunos de mis hombres me han dicho que hay revuelo en Salamanca a
causa de un monstruo nocturno y que podría estar allí, pero no lo he comprobado
todavía.... señor.... lo siento, señor....
Zard sonreía, con la barbilla apoyada en
las manos enlazadas. No parecía enfadado, sino complacido.
- Bien, bien.... estupendo.... – dijo, risueño
y peligroso.
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