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(Arenisca)
La fábrica de harinas y piensos estaba
en penumbra. La única luz que podía atravesar los cristales llenos de suciedad
y polvo de las ventanas iluminaba pobremente las grandes estancias de trabajo.
A Zard todo aquello no le importaba. Él
siempre recibía a la gente en el sótano y allí sí que había luz suficiente para
ver el miedo en los rostros de sus visitantes.
Escuchó las pisadas en las escaleras de
hormigón, que hacían crujir la arenilla blanquecina que las cubría, mientras
miraba la deslustrada bombilla amarillenta que colgaba del techo e iluminaba la
estancia. El Dharjûn dejó los palillos chinos con los que estaba trabajando
sobre la mesa y caminó dos zancadas hasta la silla de oficina con ruedas en la
que solía sentarse. Le gustaba esperar allí a sus visitas, justo delante de la
puerta.
No estaba camuflado ni disfrazado.
Esperaba con su apariencia normal, ya que el visitante que esperaba lo conocía
de sobra y sabía cuál era su aspecto de Dharjûn. A Zard le daba igual mostrarse
tal cual era o disfrazarse: disfrutaba de todas sus apariencias y
personalidades, ya que con todas era capaz de hacer cundir el caos.
Pero agradecía no tener que “disfrazarse”
de vez en cuando. Su verdadera apariencia era con la que había sido creado y la
prefería siempre.
La puerta se abrió y Zard se ocupó de
que la vieja bombilla luciese un poco más, con un poco más de intensidad. Su
visitante entró en la estancia, momentáneamente cegado por la diferencia de
luminosidad entre el resto de la fábrica y aquel cuarto del sótano. Aquello
también le gustaba a Zard.
Un guardaespaldas grande y fornido (no
era un ser de aquella dimensión) acompañaba al visitante: saludó con un cabeceo
al Dharjûn y después cerró la puerta cuando el visitante ya la había
traspasado.
- Me alegro de verte de nuevo, Jonathan
– saludó Zard. Su voz siempre sonaba sardónica, pero en el saludo lo hizo mucho
más que de costumbre. – Te esperaba, has sido puntual.
- Sí, bueno, sé que no te gusta
esperar.... – dijo el visitante, mirando su reloj de pulsera. Marcaba las 22:18,
sólo un minuto después de la hora a la que había quedado con Zard: al Dharjûn
le gustaba citarse a horas raras, que no fuesen en punto, porque así las cosas
eran más desordenadas.
Zard observó con leve atención a su
visitante. Se le notaba asustado y nervioso, y eso le gustaba: el miedo y la
incertidumbre estaban cerca del caos. Pero Zard también lo necesitaba
competente y atento, para que sus propósitos salieran bien.
- Te ofrecería una silla, para que te
sentaras y te relajaras, pero no tengo más – dijo Zard al humano, y aunque su
voz sonó sarcástica, como casi siempre, esta vez no hablaba en broma. – Así
que, por favor, relájate y dame tu informe....
- Muy bien – asintió el hombre, aunque
no parecía más tranquilo. Tragó saliva y estuvo un momento pensativo, con
aspecto de estar decidiendo cómo contarle la información al Dharjûn. Éste sabía
que el nerviosismo del muchacho no se debía a que le tenía miedo (o, al menos,
no sólo a eso), sino que quería hacer bien su trabajo y no defraudarle. – He
encontrado informaciones sobre esa agencia que usted quería investigar, aunque
no suena a nada paranormal.
- ¿Ah, no? – se extrañó Zard. Arrugó el
ceño, haciendo su horrenda cara más horrorosa. A Jonathan le costó seguir
mirándole. – Eso me sorprende. Aunque quizá sea una tapadera....
- Eso pensé yo, señor.... – apuntó
Jonathan, al instante. – Tengo un montón de información, informes oficiales,
números del B.O.E., páginas web, hasta un perfil de Twitter. Todo haciendo referencia a la Jefatura Central de
Homicidios, pero todo muy terrenal. Nada que ver con otras dimensiones ni
criaturas y monstruos que vengan de ellas.... Con perdón.
Zard le excusó con un gesto de la garra
de dedos retorcidos y uñas duras y amarillentas. Jonathan lo miró pensar,
mientras tragaba otra vez saliva. Sabía que no tenía que temer nada de aquel
monstruo, que no le iba a matar allí mismo ni hacer daño. Aquellas no eran las
maneras de un Dharjûn. Lo que Zard podría hacer era poner en marcha un
intrincado plan en el que el caos y la mala suerte se cebasen en él, pero no le
haría daño de forma directa, en aquel momento y en aquel sótano. Lo que le
preocupaba era fallarle, no cumplir correctamente el encargo que le había confiado.
Zard no dejaría salir su decepción en forma de rabia delante de él, pero sus
represalias podían ser mucho peores, más calculadas y más frías. Más
impersonales.
- No sabemos el nombre de la verdadera
agencia ni conocemos a ninguno de sus agentes, ¿no es así? – elucubró Zard y
Jonathan asintió. – Bien.... Sin ningún dato concreto es difícil encontrar
información que sin duda será clasificada o secreta. Necesitamos un nombre,
sólo eso....
- No sé si tiene que ver con la agencia
paranormal que me pidió que encontrara – intervino Jonathan, aprovechando el
momento – pero he descubierto un detective paranormal.
- ¿Un detective paranormal? – se extrañó
Zard.
- Se anuncia así. Es el único de España
– Jonathan se encogió de hombros, encendiendo la tablet que llevaba en la mochila. Buscó unos archivos en ella y se
los mostró al Dharjûn una vez estuvieron en pantalla. – Al parecer lleva ya
tiempo en activo, pero se ha hecho más “famoso” desde hace un par de años. No
sé si habrá oído un caso de niños secuestrados en la provincia de Málaga, hará
dos veranos....
- No sé....
- Resulta que eran un grupo de vampiros,
de la dimensión Bramstok. Éste detective se hizo cargo del asunto cuando una de las
familias afectadas le contrató y acabó descubriendo todo el embrollo. Apareció
en los periódicos a nivel local y parece que así su fama subió como la espuma
de una caña de cerveza....
- ¿Y qué tiene que ver este detective
con la agencia que me interesa? – preguntó Zard, con su tono irónico. Pero
Jonathan le conocía bien: había un tono de impaciencia en su pregunta.
Cuidado.
- Quizá nada, señor.... O quizá haya una
conexión – explicó, tratando de sonar seguro de sí mismo. – No lo sé con
seguridad, pero ese chico se anuncia como detective paranormal en varios
periódicos por todo el país. No se esconde. Se enorgullece de su trabajo y no
trata a los seres paranormales como si fuesen un secreto. Es un hilo del que
tirar, y con suerte....
- Con suerte, si de verdad existe esa
agencia paranormal de la que me hablaron en Santander hace unos meses, le
tendrán localizado y querrán controlarle – dijo Zard, complacido. – A lo mejor,
usando a ese chico de cebo, llegamos hasta la agencia escondida....
- Eso es, señor – Jonathan respiró
tranquilo.
- Muy bien, muy bien.... – Zard se rascó
el mentón con una uña amarilla y dura como una piedra. – Has hecho un buen
trabajo, a pesar de las dificultades que te has encontrado. Creo que te has
ganado esa recompensa....
Jonathan sonrió, satisfecho y aliviado.
Zard se impulsó con las piernas, haciendo fuerza con las botas en el suelo de
hormigón, para deslizarse con la silla con ruedas hasta la mesa en la que antes
había estado trabajando. Allí cogió una caja metálica que contenía tres
jeringuillas con un líquido pajizo en su interior. Se levantó de la silla con
la caja en la garra y se acercó al muchacho. Jonathan se encogió un poco al
verle acercarse: a pesar de caminar encogido, el Dharjûn tenía una presencia
imponente, con la espalda curvada llena de los bultos de los músculos, los
brazos largos redondeados y la anchura de sus hombros.
- Aquí tienes, muchacho – le tendió la
caja a Jonathan. – Son tres dosis en tres días seguidos. Después habrás
obtenido lo que querías, te guste o no.
- Gracias – dijo Jonathan, contento.
Casi no podía esperar a ponerse la primera inyección.
- Una última cosa.... – dijo Zard, a un
palmo de distancia. Jonathan tembló un poco al fijar sus ojos en los ojos
amarillos del Dharjûn, hendidos como los de los gatos. – ¿Cómo se llama ese
detective paranormal?
- Lucas Barrios....
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