(11)
Entonces el portal
dio un brinco. Su superficie, que parecía un velo de seda y se comportaba como
un estanque de agua tranquila, se sacudió, como si una ráfaga de aire lo
hubiese agitado desde el otro lado, o como si alguien hubiese arrojado una
piedra al centro de su superficie.
- ¿Qué ha sido eso?
– preguntó Séptido, emocionado. Creía que el portal se había cerrado.
Pero era todo lo
contrario.
- El portal entre
los dos mundos se ha abierto del todo – dijo Únido, con pesar. – Ahora todo
aquel que quiera podrá entrar desde el reino de Xêng.
- ¡¡Pero no puede
ser!! ¡¡Tú y yo seguimos aquí!! – chilló Séptido,
asustado.
- Trícido debe haber
caído....
- Unos cuélebres le
estaban acechando.... – dijo Séptido, triste.
- Habrá caído
prisionero – supuso Únido.
El portal volvió a
agitarse, sacudido por la magia.
- ¡¡Tenemos que hacer
algo!! – gritó Séptido, nervioso. – ¡¡Pasemos al otro lado!! ¡¡Convenzamos a
las criaturas del reino de Xêng de que no deben cruzar aquí!!
- ¡¡No puedes pasar
allí, Séptido!! – dijo Únido, por primera vez asustado. – Los de este lado no
podemos entrar en el reino de Xêng: la vuelta por el portal nos está prohibida.
Te quedarías a ese lado para siempre....
Entonces Séptido lo
comprendió. Entendió las palabras tan raras del Hombre de los Zapatos Rotos,
las que le había dicho la noche que pasaron juntos aunque no recordaba cuándo
se las había dicho.
Aquel paso hacia adelante que no tendría vuelta
atrás se refería a aquello. El sacrificio
se refería a la imposibilidad de volver a Musgo.
- Pero si uno de los
dos cruza.... ¿No se cerraría el portal? – preguntó, creyendo que ya sabía la
respuesta.
Únido lo miró con
sorpresa.
- Puede ser. Quizá
no para siempre, los de aquel lado siempre tienen magia para cualquier cosa,
pero por lo menos impediríamos esta crisis – respondió.
- Entonces cruzaré.
- ¡¡Pero no podrás
volver!! – le dijo Únido, sujetándole por el antebrazo.
- Lo sé, pero he de
hacerlo – dijo Séptido, convencido. – Somos Guardianes del Sendero, tú lo has
dicho antes....
Únido asintió,
solemne, soltándole el brazo a Séptido. Éste volvió a caminar, decidido, en
dirección al portal. Recorrió los últimos metros del Sendero, sabiendo que no
lo hacía para ser un héroe, sino porque era su deber como Guardián.
El portal estaba
frío. Lo notó cuando estuvo a un paso de él. Escuchó ruidos desde el otro lado,
gritos de júbilo, de alegría, chillidos animales, gruñidos y balidos.
Dejó el garrote de
roble en el suelo de roca y avanzó hacia el portal. Sabía que iba a ser el
primer Guardián del Sendero en conocer el reino de Xêng.
Traspasó el portal,
desapareciendo a la vista de Únido, que se quedó solo en el Sendero. Sorprendió
a los habitantes de Xêng que lo vieron aparecer.
Y el portal se
cerró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario