jueves, 16 de noviembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo X (2ª parte)



UNA ESPADA LEGENDARIA
- X -
ENCUENTRO DESAFORTUNADO

La semana que Drill pasó en Totsetum se hizo muy corta. Mi viejo yumón disfrutó de unos días tranquilos, sin preocupaciones. Paseo por la ciudad, visitó las tabernas por las noches, jugó en los casinos de la zona de fiestas, comió en los mejores restaurantes que le aconsejaron, conoció gente interesante.... Estaba lejos del Museo de la Guerra y la espada Lomheridan estaba bien escondida, a buen recaudo. Nadie podía relacionarle con aquel robo y se sentía más tranquilo.
El día antes de que Drill continuase con su viaje estaba aprovechando para despedirse de la ciudad, cenando agradablemente en una de las tabernas más famosas. Había gastado bastante durante aquella semana (aunque había recuperado casi todo con los dados en el casino hacía dos noches) pero aún le quedaba mucho de los quinientos sermones que Karl Monto le había adelantado en concepto de gastos. Drill aprovechaba para cenar en condiciones (pato en confitura, patatas asadas, pan de pipas, cerveza negra y flan de postre) e incluso valoraba la idea de pagar por tener algo de compañía aquella noche....
- Así que nos dejas, ¿eh? – dijo un joven pastor de ovejas, sentándose a la mesa de Drill. El muchacho se llamaba Tithus, y había hecho amistad con el viejo mercenario. Era el que le había enseñado la vida nocturna de la ciudad, con todas sus diversiones y entretenimientos.
- Mañana parto hacia Darisedenalia, sí – contestó Drill, pidiendo otra jarra de cerveza para su amigo.
- Te voy a echar de menos – dijo el muchacho, con pena. – No encontraré por aquí a nadie como tú, que me siga el ritmo cada noche. La gente de aquí tiene la diversión a su alcance, pero no la disfrutan.... Contigo podía hacerlo.
- Lo siento, pero tengo que seguir con mi trabajo.... – se excusó Drill.
- Lo entiendo, lo entiendo – el camarero le trajo a Tithus una cerveza en ese momento y el muchacho la tentó, dejándose dibujado un bigotillo de espuma. – Y espero que tengas éxito y suerte.
- Que Sherpú te oiga – dijo Drill, brindando con su nuevo amigo, chocando las dos jarras de cerveza.
Los dos amigos se quedaron un rato en silencio, Drill concentrado en la madera de la mesa y Tithus ojeando la gente del local.
- ¿La tienes por aquí? – preguntó el muchacho, en un susurro confidencial. Drill metió la mano en un bolsillo amplio que tenía su pantalón de pana a media pernera y sacó la caja de Karl Monto, poniéndola sobre la mesa.
Tithus la admiró otra vez, como las otras veces que Drill se la había mostrado. Mi antiguo yumón sabía que no podía hablar sobre su misión, pero sabía que con el joven pastor no había problema: no era un espía, ni sacaría beneficio con la información.
Drill tomó la caja y empezó a juguetear con ella, pensativo. Empezó a abrir y cerrar la tapa varias veces seguidas, sin darse cuenta de que no estaba solo. Tithus abrió los ojos como platos cuando reconoció lo que había dentro, cuando la luz dorada del interior le iluminó la cara.
- ¡Vaya! ¿Así que es eso lo que esconde la caja? Menudo tiparraco el que te ha contratado....
- ¿Por qué dices eso? – preguntó Drill, avergonzado, riñéndose mentalmente por haber cometido tremendo error Una cosa era que Tithus supiese de su misión y otra que viese el interior de la caja.
- ¿Acaso no has visto lo que hay dentro? – preguntó el muchacho, divertido. – Ése tío es un vicioso....
Drill lo pensó detenidamente, sorprendido. Nunca se le hubiese ocurrido pensar que lo que había dentro de la caja se podía ver de aquella manera.... Guardó el cofrecito en el bolsillo otra vez y cambió de conversación.
Los dos hombres siguieron cenando y hablando, bebiendo varias cervezas más. Cuando Tithus empezó a tambalearse y su voz a resbalar, el mercenario decidió que ya era hora de parar.
- Me temo que has bebido más de la cuenta – le dijo, poniéndole erguido sobre el taburete.
- El je essshta borracho eresssh tú.... – dijo el muchacho, arrastrando las palabras. Drill rio, divertido. Él también estaba un poco achispado, pero estaba acostumbrado a beber y, además, tenía la panza llena con la abundante cena. Sin embargo, su nuevo amigo era un tanto flojo con la bebida.
- Vamos, te acompañaré a casa....
- ¡Que no! Me voy yo sssholo.... – Tithus se tambaleó al levantarse, pero se mantuvo en pie.
- ¿Estás seguro? – preguntó Drill, poniéndose de pie después de su amigo.
- Ssshí. Tú ssshigue a lo tuyo....
Tithus salió de la taberna, trastabillando y chocando con bastantes clientes. La mayoría le conocían así que no hubo problemas. Drill lo vio irse, preocupado, mientras se acercaba a la barra. Puso unas monedas sobre ella y se despidió con un gesto del camarero.
- Adiós, Drill. Suerte con tu misión.
- Gratitud y prosperidad – respondió el mercenario, dirigiéndose ya hacia la puerta, buscando a su amigo con la mirada. No se dio cuenta de que un hombre corpulento se ponía de pie detrás de él y lo seguía.
Drill salió de la taberna y llamó a gritos a Tithus, que no le respondió. No había ni rastro del joven pastor. Drill se preocupó un poco, pero tampoco podía hacer nada más. El muchacho podía andar y seguramente lo habría hecho a toda prisa hasta su casa.
Por si acaso, se acercó al callejón oscuro que había detrás de la taberna. A lo mejor Tithus se había metido allí a vomitar, entre las cajas de madera vacías, los barriles de vino y cerveza y los montones de porquería. Drill escudriñó la oscuridad, sin verle por allí.
Se dio la vuelta para salir del callejón y fue cuando vio al hombre enorme que le cerraba el paso, a la entrada. Drill se detuvo, atento y algo nervioso. La luz de un farol le daba de espaldas, así que no podía verle la cara. Pero pudo intuir su amplitud de espaldas, sus miembros anchos y fuertes y la melena que le caía por los hombros. Imaginó que llevaba un casco, pues dos cuernos grandes de vaca le salían de la cabeza.
- Buenas noches.... – dijo, intentando usar un tono despreocupado. Esperaba no tener que defenderse de aquel ladrón (pues, ¿qué más podría ser?).
- Tienes que ser tú.... estoy casi seguro de que eres tú.... – dijo el hombre.
- Sí, yo soy yo – contestó Drill, movido por los vapores del alcohol. – ¿Y quién eres tú?
- El hombre que va a detenerte – dijo la sombra que estaba a la entrada del callejón.
- No he hecho nada malo – dijo Drill, levantando las manos a ambos lados del cuerpo. Sin embargo, no dejaba de pensar en Lomheridan.
- Tendremos que comprobarlo.... – dijo el hombre, acercándose. Su parte delantera se volvió más oscura. – Imagino que tendrás una coartada durante el último mes....
- Sí.... No.... No sé.... – tartamudeó Drill. – ¿De qué me acusa?
- De robar la espada de Rinúir-Deth del Museo de la Guerra, en Velsoka, hace mes y medio.
- Yo no he robado nada.... – intentó defenderse. Una sonrisa brilló en la cara en sombras del otro hombre.
- Eso es fácil de comprobar.... Acompáñame sin causarme problemas y lo aclararemos en seguida....
- Yo.... es que.... mañana salgo de viaje en diligencia....
- Vaya, lo siento. Supongo que perderá el viaje. Pero si sirve para aclarar su inocencia habrá estado bien – dijo el hombre en sombras, con un tono burlón que a Drill no le gustó nada.
No sabía cómo, pero aquel hombre había descubierto que él había robado la espada. Más aún, sabía que él era el ladrón y lo había seguido durante cientos de kilómetros hasta alcanzarle en Arrash, donde él ya se sentía seguro y despreocupado. No podía entenderlo.
Por suerte la espada estaba escondida y no había dejado ninguna pista de que él la hubiese robado. Aquel hombre no tenía nada para probar su culpabilidad.
- La única espada que tengo es ésta – dijo, señalando el arma que llevaba en la cadera izquierda. – Y como puede ver no es la de Rinúir-Deth.
- Hace días que ha escondido la espada, supongo que en algún banco de Fixe, en alguna caja de seguridad que esté a su nombre – dijo el hombre en sombras, con superioridad. – Es fácil situarle en la frontera entre Rocconalia y Arrash, pues entregó su placa de identificación a los caballeros de la Orden. Además, varias personas pueden reconocerle, como los dueños de la granja a la entrada de Dert o el alfarero de Hujila al que le vendió el caballo. Todos le vieron con una espada en la mochila, una espada que no es ésa que lleva en el cinturón.
- ¿Cómo....? ¿Cómo se atreve....? – mintió Drill, ágil en el último momento. Su primera pregunta iba a ser ¿Cómo sabe usted todo eso?
El hombre en sombras se presentó entonces como Tash Norrington, mercenario contratado por el director Dumarus, del Museo de la Guerra de Velsoka para atrapar al ladrón y recuperar la espada. Después le contó a Drill cómo le había seguido la pista desde la capital del reino de Rocconalia, por el camino real y hasta Arrash. Le dio todo lujo de detalles, por eso os he podido contar todo el viaje y las pesquisas de Norrington con veracidad en los capítulos anteriores. Ya os dije que Norrington se lo había contado todo a Drill.
Mi antiguo yumón tragó saliva sonoramente. Había creído que no había dejado pistas, pero era evidente que un mercenario bien entrenado podía encontrarlas. Se había sentido victorioso demasiado pronto. Y ahora le habían pillado.
Maldijo a Monto por lo bajo.
- Le pido por favor que no se resista – decía en ese momento el mercenario llamado Tash Norrington. – No quiero iniciar una pelea, pero le seguiré el juego si usted quiere pelear. Y no se lo recomiendo.
Drill valoró a su adversario. Tenía muchas posibilidades de ganarle en una pelea a espada: el tal Norrington había cometido el error de infravalorarlo, por su edad y su estatura. De todas formas, no quería meterse en una pelea, allí, en aquel callejón sucio y apestoso. Tendría que dejarse atrapar y después ver cómo podía lograr escapar.
- Está bien – dijo, levantando las manos, separándolas del cuerpo. Empezó a andar hacia su captor. – No tengo nada que esconder.
Norrington rio.
- Puede seguir con esa cantinela cuanto quiera, amigo. Pero sé que usted es el culpable.
Entonces todo se aceleró. Como suele ocurrir, la vida suele ser una sucesión de momentos lentos, aburridos incluso, una cadena de rutinas una detrás de la anterior.... hasta que ocurre lo inesperado, lo que nos anima a seguir viviendo. De repente llega la acción, largamente esperada. Y suele ser un momento rápido e intenso.
- ¡Drill! ¿Qué haces aquí? – se escuchó una voz desde la entrada del callejón, detrás del hombretón. Norrington se dio la vuelta, sorprendido, viendo allí a un jovenzuelo despeinado, sudoroso y visiblemente borracho. Tenía la pechera del jubón llena de vómito y la cara pálida y con ojeras. Cuando mi yumón vio a su amigo vio la oportunidad de su vida, echando a correr.
Pero Tash Norrington era bueno y logró atraparle por el cuello de la camisa cuando pasó a su lado. Drill frenó de repente, por el tirón de Norrington, que le hizo separar los pies del suelo.
- ¡Tú no te escapas! – le gritó.
Tithus reaccionó entonces, al ver cómo era zarandeado su amigo. Apretó los dientes y corrió hacia el hombretón que sujetaba a Drill de tan malas maneras. Aulló como un loco cuando saltó sobre su espalda, agarrándose con fuerza a su cuello, rodeándolo con los brazos. El gigantón soltó a Drill, agarrando a Tithus por la espalda del jubón, intentando quitárselo de encima, sacudiéndose en todas direcciones.
Drill miró asombrado la escena: el enorme y fuerte mercenario intentando quitarse de encima al escuálido muchacho. Era como ver luchar a un león que quería librarse de un gorrión que se le había posado en la espalda (con la sorprendente situación de que el poderoso león no podía deshacerse del frágil gorrión).
El casco de Norrington salió despedido, en uno de sus varios giros para soltarse del muchacho. Drill se acercó entonces, cerrando la mano derecha en un puño, apretando su antebrazo, volviéndose sus músculos en acero templado. Cuando el mercenario gigantón se quedó de cara hacia él, fruto de sus múltiples movimientos, Drill le calzó un puñetazo en la mandíbula, con fuerza y velocidad.
Norrington se sintió aturdido, cayendo de rodillas al suelo. Soltó a Tithus para apoyarse en el suelo con las manos, quedando a cuatro patas. Drill cogió una caja vacía de madera medio podrida para estampársela en la cabeza al enorme mercenario. Norrington quedó tendido en el suelo, gimoteando. Tithus se soltó al fin y le dio un par de patadas en el estómago, aprovechando que el mercenario estaba medio vencido en el suelo.
- ¡Corre, Drill! ¡¡Corre!! – dijo, echando a correr él también. La borrachera se le había pasado de golpe.
Los dos amigos corrieron por las calles de Totsetum, en dirección a la pensión de Drill. Allí recogió sus pertenencias (asegurándose de que llevaba la caja de Monto) y volvió a salir corriendo.
- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Tithus, jadeando al lado del mercenario.
- No puedo esperar aquí para coger mañana la diligencia. Ese tipo lo sabe....
- ¿Pero qué quiere de ti?
- Es parte de mi misión – explicó Drill, sin meterse en más detalles. Dijo justo lo que Tithus necesitaba saber.
- Si te quedas aquí te encontrará....
Drill se pasó la mano por el mentón, raspándose con la corta barba. No se le ocurría qué podía hacer....
- ¿No hay por aquí algún pueblo pequeño?
- Fregis está a poco más de veinte kilómetros de aquí, hacia la frontera – explicó Tithus. El joven pastor jadeaba, sudaba y apestaba a vómitos, pero estaba lúcido. – Si viajas toda la noche llegarás allí antes del amanecer.
- ¿La diligencia pasará por allí?
- Creo que sí. Es la primera parada.
- Entonces ya sé qué es lo que voy a hacer.... – dijo Drill, poniéndose en marcha. Tithus lo siguió trotando.


Al día siguiente Norrington vigiló la salida de cualquier diligencia que fuese a dejar la ciudad. Lo tuvo fácil: sólo tres carruajes de línea regular salían aquel día. Uno marchaba hacia el norte y, aunque no tenía ninguna esperanza de que Drill volviese sus pasos en esa dirección, estuvo en la partida de la diligencia. Por supuesto, Drill no estaba allí.
Tampoco lo vio en ninguna de las dos diligencias que salieron de Totsetum aquel día, una hacia Yutem y la otra hacia el este de Rocconalia. No había ni rastro del ladrón.
Lo que quería decir que, probablemente, seguía en la ciudad.
Norrington, cabreado, herido en su amor propio y con un chichón en lo alto de la cabeza, se puso a buscar a Drill por la ciudad.


Norrington nunca podría encontrar a Drill en Totsetum, ya que el viejo mercenario llevaba toda la noche en el camino y desde el amanecer esperaba sentado al lado de la parada de la diligencia que había en Fregis. A media mañana llegó el carruaje, que hizo su parada fijada, aunque ninguno de los pasajeros pensaba bajar. Drill se acercó al pescante para hablar con el conductor.
- Buenos días.
- Lo mismo tenga usted – contestó el hombre subido al pescante.
- Atiéndame: tengo billete para la diligencia....
- Entonces suba.
- ....pero tengo un problema. Mi billete era desde Totsetum, pero tuve que venir ayer hasta Fregis por un asunto urgente. ¿Hay algún problema si cojo la diligencia aquí?
- Ninguno, señor – explicó el joven cochero. – Solamente ha pagado de más, ya que parte del recorrido de la diligencia ya lo ha hecho usted a pie. No creo que la compañía se queje por eso.... – bromeó.
- Muy bien.
- Suba y disfrute del viaje – dijo el cochero, mientras tomaba la pequeña mochila de Drill y la subía al techo, asegurándola. Drill montó dentro.
El conductor chasqueó las riendas y los seis caballos se pusieron otra vez en marcha, a buen trote.
Drill se acomodó en el asiento, permitiéndose un momento de relajación. A cada segundo se separaba un poco más de Tash Norrington.

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