miércoles, 29 de noviembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo III (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- III -
CUMPLEAÑOS Y REGALOS

Drill estuvo muy a gusto en la humilde cabaña de los leñadores, pero yo le conozco y sé que también estuvo un poco avergonzado: ser el invitado y que le colmaran de atenciones no era de su gusto. Él prefería pasar desapercibido, no ser el centro de atención.
Sin embargo, estuvo con la familia hasta la Muerte del Año, y celebró la festividad con ellos.
Pero unos días antes, concretamente el cinco de diciembre, hubo otra celebración en casa de Shonren y Adeilha: el cumpleaños de Jordan. El pequeño cumplía ocho años.
Como era costumbre, y a pesar de estar tan cerca del día de la Muerte del Año, los tres adultos prepararon unos regalos para el pequeño. Drill tenía dinero (todavía le quedaban algo más de cuatrocientos sermones del total que Karl Monto le había dado para gastos) pero allí en mitad del bosque no tenía dónde gastarlo. Así que le pidió unos retales de tela resistente a Adeilha y con gravilla de la orilla del río confeccionó tres pelotas pequeñas, para hacer malabares. A mi antiguo yumón siempre se le habían dado bien los juegos de manos y los malabares y, a pesar de su artritis, todavía mantenía cierta habilidad.
El día del cumpleaños Jordan estaba eufórico y el pequeño zorro se vio contagiado por la energía del chico: los dos estuvieron todo el día sin parar de moverse, entusiasmados, corriendo de un lado para otro.
Adeilha preparó los platos favoritos de Jordan para la cena y durante el pequeño banquete que compartieron los cuatro (los cinco, si contamos al pequeño zorrillo) le entregaron los regalos: su madre le regaló un par de calcetines que ella misma había tejido y su padre le regaló un trozo de madera tallado, con su nombre, que colgaron en el cabecero de la cama. Las bolas para malabares que le regaló mi yumón le gustaron mucho, y según me dijo Drill, pasaron el resto de la noche enseñándole a manejarlas. Para terminar la celebración, comieron un rico bizcocho que Adeilha había cocinado en el hogar, con pasas y piñones.
- Muchas gracias por permitirme haber pasado este día con vosotros – dijo Drill a Shonren, mientras Adeilha arropaba a Jordan, que ya se había ido a la cama. El pequeño zorrillo estaba con ellos. Los dos hombres recogían la mesa y limpiaban el salón. – Pero creo que ya ha llegado la hora de que me marche y os deje tranquilos. Tengo que seguir mi camino y continuar con mi misión.
- Ten muy claro que aquí no nos molestas y no tienes que irte para dejarnos tranquilos – contestó Shonren, muy sincero. – Ahora, comprendo que tengas que irte y no pondremos ningún impedimento a tu marcha, aunque te echaremos de menos, sea así.
- ¡Ni hablar! – dijo Adeilha, con autoridad, aunque sonreía. Salió de la habitación de Jordan y cerró la puerta a su espalda, acercándose luego a los dos hombres. – Quedan cinco días para la Muerte del Año y no sería una buena persona si dejase que lo celebrases tú solo, en medio de los caminos, sea así. Te quedarás con nosotros y despediremos el año como se debe. Ahora, después de eso podrás irte cuando quieras: no queremos entorpecer tu misión, eso no.
- No se me ocurriría llevar la contraria a mis anfitriones – Drill alzó las manos, en señal de rendición, mientras sonreía con aspecto infantil. – Y mucho menos a Adeilha, que Sherpú me perdone.
- Haces bien en no llevarle la contraria, sea así – le susurró Shonren, en tono de broma.
- ¡¡Qué murmuras!! – siguió Adeilha con la broma, dándole un flojo cachete en el brazo. El matrimonio acabó abrazándose, sonriendo con diversión.
- Nada, cariño, nada....
- Me quedo aquí con vosotros, digo wen – aceptó Drill. – Pero os pediría que me llevarais a la población más cercana: una cosa es un regalo de cumpleaños improvisado para vuestro hijo y otra muy diferente los primeros regalos del año. Querría regalaros lo que os merecéis, por vuestra hospitalidad.
- Descuida, Bittor, tengo que ir al pueblo uno de estos días – le tranquilizó Shonren. – Vendrás conmigo, sea así.
- Gratitud y prosperidad – dijo Drill, con el pulgar en la barbilla. Los leñadores imitaron el gesto, algo cohibidos: según Drill, ellos no hacían ese gesto de agradecimiento, no hacían ninguno, en realidad, y sólo lo habían empezado a hacer al imitarle a él. Son curiosas las diferencias que hay en cuanto al protocolo de saludos y de agradecimientos por todo el continente de Ilhabwer.
Y así fue cómo mi antiguo yumón celebró la festividad de la Muerte del Año con aquella simpática familia de leñadores. Como le había prometido Shonren, un par de días después del cumpleaños de Jordan se fueron los dos antes del alba al pueblo más cercano. Estaba a poco más de medio día de camino a caballo, por eso salieron muy pronto, para poder hacer todas las compras necesarias y poder volver a la cabaña cuando la noche no estuviese demasiado avanzada.
Shonren ató a la silla del caballo, a los costados, las varas de un pequeño carro de dos ruedas. Allí cargó una serie de herramientas y un juego de platos y fuentes de madera, que le servirían como trueque para conseguir los regalos que pensaba comprar. Drill viajó sentado en el mismo carro.
El viaje fue pausado y tranquilo y el pueblo sorprendió a Drill por lo pequeño pero bien abastecido que estaba (después de que Drill me contase parte de su historia acabé yendo al mismo pueblo, por razones que no vienen al caso, y pude comprobar que mi viejo yumón tenía razón: el pequeño pueblo de Zurst tenía de todo, a pesar de su tamaño).
Allí Shonren hizo sus negocios, mientras Drill fue por su cuenta, para comprar sus propios regalos. Encontró un cinturón ancho, de buen cuero y con una hebilla de metal muy bonita, que compró para Shonren. Encontró una chaqueta de encaje muy bella, que compró para Adeilha, además de un pequeño espejo redondo, con los bordes de nácar. Para el pequeño Jordan compró un trozo de pizarra con marco de madera y un puñado de tizas de yeso, con la peculiaridad de que algunas estaban mezcladas con polvos de colores: así no todas eran blancas.
Metió todos los regalos en su artilla (que había llevado vacía) y volvió al carro. Shonren le fue a buscar allí al poco rato y Drill le invitó a una cerveza aguada en la pequeña taberna del pueblo, donde los dos hombres compartieron ciertas confidencias (aunque ninguno de los dos reveló los regalos que pensaban dar en un par de días).
- Aquí está – dijo Drill, enseñando la caja de Karl Monto. Llevaban hablando un buen rato, las cervezas estaban ya acabadas y la conversación versaba en esos momentos sobre la misión de mi yumón. No le había contado todos los detalles (no había dicho ni una sola palabra de Lomheridan, por ejemplo, wen a eso) pero sí le había hablado de la caja. A pesar de haber dejado todas sus pertenencias en la cabaña de los leñadores, Drill nunca se separaba de la caja: podía parecerle una estupidez tener que protegerla, pero seguía siendo el objetivo de su misión, así que la llevaba encima siempre. Por algo mi yumón era el mejor.
Shonren manipuló la caja, observando sus dimensiones y el trabajo de taraceado y labrado, con ojo experto.
- Ábrela, si quieres – le dijo mi yumón: a esos límites llegaba su desapasionamiento y lasitud hacia su misión y sus condiciones. Shonren le miró un momento, antes de decidirse y mirar dentro. Como siempre que alguien la abría, un leve resplandor dorado salió de dentro, iluminando la cara del leñador. Observó lo que había en el interior con ojos curiosos y ninguna mueca en el rostro.
- Comprendo que este objeto sea un símbolo de la unión de una pareja de casados, sea así – comentó al fin, mientras volvía a cerrar la pequeña caja de madera. – Ahora, no entiendo cómo alguien puede avergonzarse de ello e incluso pensar que puede ser su perdición....
Drill se encogió de hombros y tomó la caja de manos de Shonren, guardándola en el bolsillo ancho del muslo de su pantalón de pana: hacía muchos kilómetros que ya no se molestaba en tratar de entender a su contratador ni lo que había dentro de la caja. A cada paso que daba entender la misión cada vez le importaba menos y cumplirla sin perder la vida le importaba más.
Mi yumón pagó las cervezas (Shonren debió de hacerse el ofendido pero Drill le rechazó con un gesto y buenas palabras) y salieron de la taberna, montaron en el caballo y en el carro y desanduvieron el camino, de vuelta a la cabaña en el bosque y las montañas.


Tres días después, el diez de diciembre, todos juntos celebraron la última noche, la llamada Muerte del Año.
En muchos lugares de la costa los habitantes escribirían o dibujarían sus deseos para el año nuevo en pedazos de papel o pergamino y los meterían en pequeñas balsas de madera o corcho, que se liberarían en el mar a medianoche. En algunos lugares de montaña se hacía lo mismo, pero los deseos se escribían con lapicero o con carbón sobre piedras y se lanzaban a los lagos o al fondo de cascadas. En las llanuras y en el interior del continente de Ilhabwer se había adoptado una tradición de los Elfos de la tierra de Melnûn: se construían farolillos de papel muy fino, con una pequeña vela en el centro, sostenida por un andamiaje de alambres: al encender la vela, de noche, los farolillos ascendían en el cielo, con los buenos deseos escritos sobre ellos o en pedazos de papel que llevaban colgando.
Lo que en todas partes se hacía era cenar copiosamente, carne o pescado o los dos (dependiendo de lo que cada uno dispusiera). Pero lo que nunca faltaba en ningún sitio era el pastel de pasas y una sopa de cebolla, con trozos de pan duro, para iniciar la cena. Las familias más pobres continuaban con acelgas o patatas y nabos cocidos y las más hacendosas comerían cordero y salmón, pero todos tomaban sopa al inicio y dulces al final.
Lo importante de esa noche era cenar todos juntos, con la familia o los amigos, liberar buenos deseos para que Sherpú los atrapara y después, hacer regalos.
Shonren agradeció el cinturón, muy honrado por la buena calidad del cuero y de la hebilla. Adeilha se sonrojó al recibir sus regalos, que le gustaron mucho. Jordan no dejó de dibujar en toda la noche sobre su pizarra nueva, encantado con las tizas de colores.
Los miembros de la familia se regalaron cosas entre ellos (camisas hechas a mano, un juego de soldados de plomo para Jordan, un par de pendientes de cuarzo, dos formones nuevos....) pero Drill no tuvo más que ojos para sus regalos.
- No hacía falta – decía, avergonzado, poniéndose colorado.
- Claro que hacía falta – le dijo Adeilha, firme. – Es la Muerte del Año, hay que hacerse regalos con la gente más querida.
- Y ahora eres un amigo de la familia, Bittor, así sea – intervino Shonren.
Drill no pudo contestar, tenía un nudo en la garganta, así que simplemente se tocó la barbilla con el dedo pulgar: la familia de leñadores no usaba ese gesto pero ya sabían lo que significaba.
Adeilha le había regalado un colgante hecho con hilo
y ramitas, con la forma del emblema de la Hermandad de los Mercenarios. El hilo con el que iba forrado el colgante era verde, pues así era el símbolo real, verde malaquita. Shonren le había hecho en madera de rhalá un juego de cuchara, cuchillo, tenedor y plato, porque había visto que no llevaba nada parecido en su artilla. Drill se sorprendió de que el leñador y ebanista hubiese utilizado una madera tan resistente y noble para regalarle, pero Shonren le explicó que había encontrado un gran tronco hacía tiempo y que lo utilizaba a menudo para tallar cosas que quería que durasen en el tiempo.
- Tengo todavía un buen pedazo en el taller – sonrió el leñador, despreocupado.
El regalo de Jordan fue muy bonito: le regaló una pulsera de cuero, ancha, con su nombre grabado (Adeilha le había ayudado). Pero lo mejor era que había hecho un collar gemelo para el zorrillo.
- Como no sabía si le habías puesto nombre no he grabado nada en el collar – se disculpó el niño, innecesariamente: mi antiguo yumón estaba encantado.
- No se me había ocurrido ponerle un nombre....
- No te preocupes: cuando se te ocurra uno adecuado cualquier artesano curtidor podrá grabarte el nombre en el collar, así sea – dijo Adeilha.
Drill se colocó la pulsera (atándola con unos cordones resistentes pero suaves) y después le puso el collar al zorrillo (atándolo de la misma manera). El raposo meneó la cabeza un poco extrañado al principio, pero al instante se sintió cómodo con el regalo.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo II (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- II -
UNA CABAÑA EN EL BOSQUE

Drill intentó dormir un rato más, echado en la cama, pero una vez despierto, habiendo visto al zorrillo, y a sus anfitriones, no consiguió conciliar de nuevo el sueño.
Después de estar un rato dando vueltas en la cama, enrollando las sábanas, decidió levantarse. Se quitó el pijama (que imaginó que pertenecía a Jordan, al chico) y rebuscó entre sus cosas, que estaban sobre el baúl. Se vistió con sus pantalones de pana y una camisa de lona fuerte. Se calzó las botas y no pudo evitar colgarse al cinto la espada de vaina dorada.
Salió de la habitación con cautela, pasándose la mano por los cabellos grises. Notaba la espalda dolorida, pero sus manos y sus rodillas no le molestaban. Parecía que la artritis le estaba dando un respiro.
Fue a dar a una estancia amplia y alargada. A su izquierda había una cocina, con una mesa de madera ancha y resistente. Allí se afanaba la mujer que había visto antes, atendiendo un guiso puesto al fuego en una chimenea mientras desplumaba un pollo. Había muebles colgados de la pared, armarios y alacenas, todos de madera. Alrededor de la mesa había cuatro sillas y media docena de taburetes de tres patas, todo de madera.
Al lado de la puerta por la que había salido había otra, que daba a otra estancia. Drill supuso que era otro dormitorio, el de los padres del chico. Las dos habitaciones ocupaban todo el lateral de la casa.
El resto de la sala principal estaba ocupado por otra mesa de comedor, cubierta por un mantel de ganchillo. Además había una pareja de sillones y una mecedora con cojines. La cabaña era muy luminosa, pues había varias ventanas en todos sus muros, cubiertas por finas cortinas de tela.
- ¡Le dije que se quedara en la cama! – escuchó la voz de la mujer, haciendo que se volviera hacia ella. Se acercaba a mi antiguo yumón con cara preocupada, apurada. – ¿Por qué no descansa un poco más?
- Creo que ya he descansado mucho.... – dijo Drill, con su sonrisa infantil, avergonzado. – ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Unos cuatro días.... – contestó la mujer.
- Entonces ya he dormido suficiente – bromeó mi antiguo yumón. – ¿Puedo ayudarle en algo?
- ¡No, no! No se moleste – declinó la mujer en tono amable. – Ya lo tengo todo preparado.... Mi marido, Shonren, estará a punto de llegar y comeremos en seguida. Puede salir un rato fuera: hace un día agradable. Jordan y su zorro están fuera, jugando....
Drill se despidió de la mujer con el pulgar rozando la barbilla, acompañando el gesto de agradecimiento con una leve inclinación. Después salió de la cabaña.
El Sol brillaba con fuerza, por entre nubes algodonosas que no dejaban de correr por el cielo, arrastradas por el viento. Drill notó una brisa fresca en la cara, sintiéndose reconfortado. Miró alrededor de la cabaña. Detrás de ella había un amplio prado verde, en el que pastaban tres cabras y un caballo. En un barrizal rodeado por una valla de troncos hozaban dos cerdos enormes.
Al lado de la cabaña, alargada y de techo inclinado, de lajas de piedra, corría un riachuelo. Drill calculó que mediría unos cuatro metros de ancho y corría con mucha fuerza, levantando espuma y atronando la quietud del bosque.
La puerta de salida de la cabaña daba a una amplia explanada de tierra, rodeada de hierba verde y brillante, de la que salía un sendero de tierra prensada. El camino corría al lado del río y se adentraba en el bosque que había más allá, a unos cien metros de la cabaña.
Drill lo recorrió un trecho y después salió de él, acercándose a la orilla abrupta del riachuelo. Se sentó entre la hierba, exuberante y verde, y se dejó atontar por el ruido del agua. Podía escuchar al chico, a Jordan, reír y gritar por allí cerca, entre los árboles que había detrás de la cabaña. Imaginaba que el zorrillo estaba con él y se sorprendió deseando que el animal estuviese a su lado.
Llevaba cuatro días en aquella casa, al cuidado de la familia. Tenía que reconocerse que había tenido suerte: primero por haber sobrevivido a la caída a la cascada y después por haber acabado en manos de aquellas gentes tan honradas y amables.
¿Qué habría sido de Tash Norrington? Si él había sobrevivido el joven mercenario también podía haberlo hecho. ¿Dónde estaba? Esperaba que muy lejos....
Intentaba calcular en qué día estarían (principios de diciembre, eso era seguro) cuando escuchó unos pasos que se acercaban. Se giró hacia el camino del bosque y vio a un hombre corpulento que lo recorría, desde los árboles hacia la cabaña de madera. Era un hombre joven, curtido y fuerte. Vestía una camisa sencilla y un peto, y llevaba un hacha grande apoyada en el hombro.
- Veo que al fin ha despertado.... – dijo el hombre.
- Supongo que usted es Shonren, ¿verdad? – dijo mi antiguo yumón, tendiéndole la mano. Los dos se estrecharon la muñeca.
- Así es. ¿Y usted....?
- Soy Bittor Drill, mercenario – se presentó mi antiguo yumón. – Ofrezco gratitud y deseo prosperidad.
- Ya sabíamos que era usted mercenario – contestó el leñador, continuando su camino hacia la cabaña, haciendo que Drill le acompañase. – Jordan siempre había querido conocer a uno....
- ¿Cómo supieron que yo era mercenario? – preguntó Drill, con curiosidad.
- Jordan lo supo – respondió Shonren. – Reconoció el emblema de la Hermandad de los Mercenarios en la vaina de su espada.
El leñador señaló el arma de Drill y éste sonrió, con su sonrisa infantil, divertido. Su anfitrión le abrió la puerta y le invitó a entrar, llamando a gritos a su hijo.
La comida estaba lista.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo I (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- I -
DESPERTAR CONFUSO

Drill jura y perjura que cuando abrió los ojos no supo dónde estaba. Se encontró tumbado en una cama, de ropas limpias y frescas. Cuando intentó incorporarse notó un intenso dolor en la espalda, que le hizo encogerse y arrugar la cara.
Volvió a dejarse caer en el blando colchón de la cama, resoplando. Intentó recordar lo que le había pasado, sin estar muy seguro: había huido de Tash Norrington por el camino de las montañas, había llegado al final del camino, donde las rocas se habían caído, había descendido por la pared vertical, había peleado contra Norrington en la cornisa y habían caído....
Recordaba la caída desde la cornisa, estaba seguro. No entendía cómo podía estar allí, tan campante (era un decir, pues ahora que había intentado incorporarse notaba la espalda dolorida y también los brazos) en una cama desconocida, cuando había caído desde una cornisa de roca a sesenta metros de altura.
¿Dónde estaba Norrington? ¿Qué había sido de él? ¿Y el pequeño zorrillo que le había acompañado por las montañas? Acababa de acordarse de él. ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado?
Miró en torno a sí, fijándose en dónde estaba. La cama era pequeña, pero como mi antiguo yumón es bajito no le colgaban los pies. La habitación tenía las paredes de madera, de troncos lijados y limpios de corteza. Había tablas de madera clavadas horizontalmente a las paredes, llenas y atiborradas de cosas: piedras, trozos de madera bastamente tallados, un par de muñecos de trapo, conchas, una caracola.... Había también un baúl a los pies de la cama y un armario alto y amplio al lado de la puerta, que estaba frente a la cama.
Drill volvió a levantarse, esta vez completamente, apoyándose en el suelo, soportando el dolor de espalda. Vio que llevaba unos pantalones de pijama de felpa de color marrón y una camisa amplia de color blanco. Los pantalones le llegaban por media pantorrilla y la camisola también le quedaba un poco corta. Una vez que abrió el armario se confirmaron sus sospechas: estaba en la habitación de un niño.
En ese momento se abrió la puerta, despacio y con delicadeza, pero de par en par. Drill se encontró delante de un niño pequeño, al que le sacaba una cabeza. Era de tez pálida y de pelo muy negro, con grandes ojos redondos. A sus pies estaba el zorrillo que había atravesado las montañas con Drill.
- ¡¡Estás despierto!! – chilló el niño, iluminando su cara con una amplísima sonrisa. Drill se asustó por la explosión de alegría y cayó sentado en el baúl que había a los pies de la cama. – ¿Estás bien? ¿Quieres algo?
Drill trató de tragar saliva, pero no lo consiguió. Tenía la garganta terriblemente seca.
- A.... Agua.... – logró decir, con voz ronca.
- ¡¡Ahora mismo te la traigo!! – dijo el niño, yéndose corriendo de la habitación. El zorrillo se quedó allí, mirando fijamente a mi antiguo yumón. Casi parecía a punto de mover la cola.
Drill no se movió, mirando al zorrillo con una pizca de cariño. Sin saber muy bien por qué, se sentía contento de que estuviese todavía a su lado.
- ¡Aquí tienes! – dijo el niño, con entusiasmo, tendiéndole un gran vaso de agua. Drill la bebió con ganas, saciándose, agradeciendo que estuviese tan fresca. Mientras bebía, una mujer joven y bonita apareció detrás del niño, en el vano de la puerta.
- Ofrezco gratitud..... – dijo el mercenario, una vez hubo terminado.
- ¿Quieres más? – preguntó el chico.
- Jordan, no le agobies – dijo la mujer, con una bonita voz, pero reprendiendo al niño. Drill supuso que era su hijo.
- No, no.... Me vendría bien un poco más de agua.... – dijo Drill sonriendo de forma infantil. El niño no esperó más: cogió el vaso de manos de mi antiguo yumón y salió corriendo de allí. – Ofrezco gratitud y deseo prosperidad.... – dijo Drill, imagino que muy avergonzado. Le conozco y sé que se sentiría así delante de la mujer.
- No hay por qué.... – contestó la mujer, de una forma poco ortodoxa. Estaba claro que Drill se encontraba en algún sitio apartado de las grandes ciudades y de la civilización.
- No sé qué es lo que han hecho por mí, pero está claro que me han salvado....
La mujer se encogió de hombros, sencilla.
- Mi marido le trajo aquí y yo me he encargado de que estuviese cómodo y vigilado. Jordan quiso que descansase en su habitación: está encantado de tenerle aquí. Siempre había querido conocer a un mercenario....
En ese momento llegó el niño, con un nuevo vaso de agua. Drill se lo tomó, esta vez un poco más despacio, pero bebiéndoselo entero.
- Vamos, Jordan, dejémosle descansar.... – dijo la madre, sacando al niño de la habitación.
- No, no se moleste....
- Vuelva a dormir: lo necesita – dijo la mujer. – Cuando vuelva mi marido Jordan lo despertará para que pueda comer con nosotros. Él le explicará que le pasó.....
- Gratitud y prosperidad – dijo Drill, con el pulgar rozándose a barbilla.
- Hacía mucho tiempo que no veía ese gesto.... – sonrió la mujer.
- ¡Vamos! ¡Vamos, pequeño! – llamó el niño, dirigiéndose al zorro, que le miró pero no se movió del lado de Drill.
- Ese zorro suyo ha estado siempre pendiente de usted – comentó la mujer, sin borrar la sonrisa. – No se ha movido de su lado en todo el tiempo que ha estado en la cama.
Drill lo miró con sorpresa, pero también con mucho cariño. El zorrillo notó que lo miraba y se volvió a él.
- Sal con él, si quieres.... – dijo Drill, acompañando las palabras con un movimiento de cabeza.
Y el zorrillo trotó detrás del niño, para jugar con él.