martes, 27 de febrero de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XXI (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- XXI -
LA FÓRMULA “MÁGICA”

Solna los bajó de la jaula, descolgando la soga de la que colgaba. También sacó de su pequeña jaula a Ryngo, y el reencuentro entre él y mi antiguo yumón sólo puedo imaginarlo con cariño y ternura.
Solna los invitó a comer dentro de su cabaña. Según Drill, la hechicera seguía siendo seria pero mucho más amable que los días anteriores. Estaba claro que estaba muy agradecida a los dos mercenarios.
La comida que compartieron con la hechicera aquel día no se diferenció mucho de lo que les había dado de comer aquellos días anteriores (hubo gachas, nueces y otros frutos secos y también puerros y zanahorias hervidos), evidenciando que no les había dado de comer peor que a ella misma cuando estuvieron en la jaula, aunque es cierto que también hubo huevos cocidos con tomates frescos y queso duro y aromático con miel, de postre.
Solna les explicó que necesitaba el oro, de dieciocho quilates al menos, para un tónico medicinal que tenía que preparar, necesario para algunos de los habitantes del bosque. Por eso había exigido un pago tan concreto. No dio más detalles de su negocio con Gurcko, pero Drill imaginó que el filtro en forma de polvos habría sido algo muy valioso y complicado de preparar, lo que explicaba también el enfado de la hechicera y su disgusto.
- Lamento haber desobedecido tus avisos, Solna, discúlpame, si a bien tienes – dijo Cort, con verdadero pesar y arrepentimiento. – Sólo contradije tu advertencia porque Bittor necesitaba realmente mi ayuda: es un buen amigo y no podía dejarle en aquel brete.
Solna asintió, grave pero comprensiva. Después miró a Drill durante unos momentos, lo bastante largos como para incomodar un poco a mi antiguo yumón. La hechicera después se levantó de su silla de madera, fue a la chimenea, sacó del fuego una tetera llena de agua ya hirviendo y la llevó a la mesa, echando dentro unas hojas secas, para hacer un té especial para sus “invitados”.
- ¿Qué era lo que necesitabas de mí? – acabó preguntando, dando una leve esperanza a Drill. Pero levantó un dedo admonitorio antes de añadir: – Y que conste que sólo lo pregunto por curiosidad, no porque tenga verdadera intención de ayudarte.
Drill tragó saliva y asintió, agradecido, antes de empezar a hablar.
- Necesitaba vuestro experimentado consejo sobre las artes mágicas – dijo, con educación. Decidió que no iba a contarle todo el lío en que estaba metido, aunque no pensaba mentir a la hechicera. – Necesito saber cuál es la fórmula mágica para poder abrir la puerta del Mausoleo de los Reyes en Gaerluin.
Solna sonrió divertida, antes de contestar.
- Lo que necesitas es una clave de acceso, pero no una fórmula mágica – dijo, juguetona. – La magia, al contrario de lo que muchísima gente cree, no existe en Ilhabwer.
- ¡¿Cómo?!
- Mucha gente cree que los Kulthus trajeron su magia a Ilhabwer, pero no fue así – explicó Solna, muy divertida. – Aunque es verdad que en Melnûn, de donde vinieron, tienen cierta magia que otras especies no pueden llegar a poseer. En aquel continente también hay Flemdis que pueden llegar a dominar la magia y a obrar grandes prodigios. Y se dice que en un gran continente que hay al este de aquí, llamado Asthartia, muchas leguas más allá del mar, existen brujos, magos y hechiceros capaces de realizar hechizos y conjuros mágicos. Pero aquí no tenemos magia.
- Pero.... ¿y todos los hechiceros que habitáis el bosque de Haan? – intervino Cort, que hasta entonces había estado de mero espectador.
- Se nos llama hechiceros, pero en realidad lo que practicamos es la tradición de la brujería – explicó Solna. Había servido el té y Drill y Cort empezaron a beberlo, atónitos como estaban. – Tenemos conocimientos de botánica, de alquimia, de un arte que los Kulthus llaman química.... Nuestro arte es el conocimiento de la Naturaleza, en la medida en que ella se deja conocer, claro está. No hacemos más magia que cualquier médico o herrero de cualquier pueblo de Ilhabwer....
Los dos mercenarios se miraron, derrotados y atónitos.
- Pero todas las leyendas hablan de una fórmula mágica para abrir el mausoleo – replicó Drill, sin ganas de darse por vencido. – Si no existe la magia, como decís, ¿cómo se abre la puerta de la gran pirámide?
- Imagino que las leyendas se referirán a una clave que hay que recitar, una frase que ponga en marcha el mecanismo que abre la puerta – contestó Solna. Ante la cara de asombro de Drill, rio y continuó explicando. – Lo más seguro es que la puerta esté asegurada con un pestillo muy grande y pesado, que puede descorrerse gracias a un mecanismo con poleas, cuerdas, contrapesos y engranajes. Habrá una piedra maestra que esté en precario equilibrio y que desencadenará la apertura de la puerta si se hace caer con una serie de sonidos. Por eso se hace creer que la puerta se abre con una fórmula mágica, aunque en realidad la fórmula sea sólo una frase cualquiera donde lo importante son los sonidos, no las palabras en sí.
- ¿Y sabéis cuál es la frase? – preguntó Drill, todavía esperanzado.
- Lo lamento, pero no – negó Solna. – Aunque.... ¿de qué está hecha la pirámide? ¿Será arenisca?
- Sea, digo wen – asintió Drill, ilusionado.
- Mmmh.... Entonces imagino que valdrá cualquier frase llena de consonantes oclusivas. Algo del tipo: “Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?
Los dos mercenarios se quedaron atónitos (yo siempre me los imagino con cara de bobos), mirando fijamente a la hechicera.
- ¿En serio?
Solna se encogió de hombros.
- Sin ver la pirámide ni el mecanismo, es todo lo que puedo aconsejar. Pero lo más probable es que valga con una frase de ese estilo, o una como ésta: “¿Cuántos cuentos cuentas cuando cuentas cuentos?”. Parece un juego de niños, pero es la verdad.
Drill asintió, un poco estupefacto. Había esperado una fórmula mágica difícil de pronunciar, algo en lengua élfica acaso, pero no un refrán que los niños aprendían en la escuela. Era ciertamente asombroso y difícil de creer, pero Solna había sonado sincera, sin intenciones ocultas, como querer reírse de ellos. Cogió la taza y apuró el contenido: el té era oloroso y tenía un ligero sabor amargo, pero bueno.
- La frase habrá que proyectarla a un lugar concreto, para que haga su efecto sobre el mecanismo. O la gritas muy fuerte delante de la puerta o la pronuncias en un lugar exacto, quizá un agujero que haga de amplificador a un lado de la losa que haga de puerta – explicó Solna.
- Ofrezco gratitud y deseo prosperidad – dijo Drill, de forma automática. Se sentía un poco defraudado y también somnoliento. Vio que Cort bostezaba a su lado.
- Ofrezco y deseo igual – contestó Solna, dejando claro que sabía la forma correcta de responder a la fórmula educada. – Lamento que mi ayuda no fuera lo que esperabas encontrar, pero te aseguro que es lo que verdaderamente necesitas. La magia no es algo tan bueno como creemos: los habitantes de Melnûn conviven con ella y a menudo son infelices.
Drill asintió y se recostó en la silla, luchando por mantener la cabeza erguida. A su lado Cort se apoyó cobre la mesa, cruzando los brazos, con la cabeza encima, rindiéndose al sueño que les había atacado repentinamente.
- Ahora dormid, mercenarios – dijo Solna, y su voz venía como del más allá – No puedo ayudaros más, ya que no me veo obligada por juramento ni por intención, pero lo que os he contado es suficiente ayuda. Vuestro tiempo en el bosque de Haan ha concluido y espero no veros más por aquí. Por vuestro bien.
Los dos mercenarios asintieron, adormilados. Drill se apoyó en la mesa como su compañero, notando que las fuerzas y la consciencia le abandonaban. Fue consciente en el último momento de que Solna los había drogado, usando el té para ello.
- Que Sherpú y su esposa Gaia estén con vosotros cuando despertéis más allá de los árboles – sentenció Solna.
Drill sintió miedo con aquellas palabras, pero no pudo preocuparse demasiado por su integridad, la de Riddle Cort y la de Ryngo, porque inmediatamente después se quedó dormido, perdiendo el conocimiento por completo.

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