miércoles, 21 de enero de 2015

Peón Rojo (2 de 17)


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Los dioses se miraron entre sí.
- Muy bien. El grupo ha sido formado. ¿Qué queréis hacer ahora? – dijo Volbadär, sonriente, mirando sus fichas y sus notas.
Bestia se encogió de hombros. La Madre abrió la boca para hablar, pero Fásthlàs se le adelantó.
- ¡¡Organicemos una fiesta!! – dijo, entusiasmado, dando botes en su butaca.
- No, Fásthlàs, eso no – dijo la Madre, mirándole con mirada autoritaria. Azar sonrió desde su sitio, divertido. – ¿De qué nos serviría una fiesta?
- Quizá así nos divertiríamos.... – dijo el pequeño hombrecillo pelirrojo, cruzándose de brazos y sacando la lengua a la honorable matrona.
- Podríamos.... a lo mejor.... podíamos pedir algo de cenar.... – propuso Bestia, no muy seguro. Lo suyo eran las historias de acción, o ponérselo difícil a los otros personajes usando a sus criaturas, para ganar unas cuantas almas. Estaba un poco perdido con aquellas escenas tan pasivas.
- Esa sí me parece una buena idea – dijo la Madre, convencida. – ¿Qué opinas, Doncella?
La bella deidad, con el largo pelo rubio recogido por una tiara de rubíes, se encogió de hombros, con una sonrisa humilde.
- Me parece bien....
- ¿Todos de acuerdo? – preguntó Volbadär, mirando a todos los jugadores. La Madre y Doncella asintieron, convencidas. Bestia lo hizo sin mucha confianza y Fásthlàs el Bullicioso lo hizo con cara enfurruñada. Jroq no se pronunció: seguía con los ojos cerrados y las cuatro manos apoyadas en el regazo, atento a todo lo que se decía pero ausente y al margen. Ni siquiera había colocado su canica negra en el tablero.
- Un momento – intervino Azar, antes de que Volbadär pudiese seguir con la historia. – He decidido tirar los dados. Puedo, ¿verdad?
- Por supuesto – dijo el anfitrión. – ¿Qué es lo que quieres hacer?
- Mantengo mi nivel “Bronce”, ¿no es así? Entonces tiraré el dado de ocho caras. Que decida la suerte....
Todos sonrieron, divertidos. Todos sabían que la Suerte era él mismo....
Volbadär asintió, animando al jugador a tirar, y Azar cogió el dado verde. Lo agitó en su anciana mano y lo lanzó al tablero de juego. El dado rebotó un instante entre las Montañas de la Luna y se detuvo, mostrando un siete pintado en rojo.
- Un siete.... buena tirada.... – dijo Volbadär, consultando sus notas. – ¡Vaya! Parece que la cena tendrá que esperar. Los cinco salís de la taberna y os adentráis en el bosque Oriental....

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Tras las presentaciones poca conversación hubo más. Ahdam recogió el mapa y lo guardó en su mochila, los gemelos acabaron sus bebidas y fueron al otro lado de la cortina negra, a pagar las consumiciones en la barra. Hiromar apuró su vino especiado y se levantó, saliendo de la sala y de la taberna.
- ¿Tenemos prisa? – preguntó Mórtimer.
- No – sonrió el caballero. – En realidad un poco sí: el tabernero no nos quiere aquí mucho rato, en su reservado hablando de tesoros. Podríamos despertar las ansias de codicia de mucha gente de la aldea y no se llama Quietud por casualidad. Simplemente creo que no quiere que alborotemos la aldea con historias de tesoros.
- ¿Es muy valioso? – preguntó el ladrón.
- Piensa en todo lo que has robado – contestó Ahdam – tanto lo de gran valor como lo más ordinario. Imagina ahora el tesoro legendario más valioso que se te ocurra y súmalo a todo lo que has robado en tu carrera como ladrón. ¿Tienes la cuenta? – preguntó, sonriendo divertido. – Pues eso ni se acerca al tesoro que estamos buscando....
Mórtimer no pudo evitar levantar las cejas, asombrado. Imaginaba que el caballero estaba exagerando un poco, quizá bastante, pero lo cierto era que si se acercaba un poco a la verdad, aquel tesoro del dios Volbadär era de una gran riqueza....
Salieron de la taberna y Mórtimer pudo ver mucho mejor a sus nuevos compañeros. Ahdam vestía a lo caballero, aunque no llevaba la armadura completa. Simplemente llevaba puesta la coraza (en la que ahora pudo identificar el Grifo como emblema de la ciudad de Gurfrait) y las protecciones en pantorrillas y antebrazos. Portaba una mochila de la que colgaba un escudo hexagonal. Una espada larga colgaba de su cinto.
Hiromar el Minotauro vestía unos pantalones de cuero negro y un chaleco de cuero granate, con tachuelas de latón. Llevaba dos brazaletes de cuero también con tachuelas, que le cubrían los dos antebrazos. Llevaba también una mochila, abultada. No se veían armas por ninguna parte (Ahdam había dicho que era soldado) salvo una especie de puñal retorcido de madera de vid en el cinto. Era muy extraño, con la empuñadura horizontal y la hoja retorcida y acabada en punta.
Los dos gemelos Bárbaros eran fácilmente reconocibles, ahora que los veía con más luz. Borta llevaba el pelo más largo que su hermano, por debajo de los hombros, y se lo recogía en ese momento en una coleta deshilachada. Wup tenía el pelo enmarañado y largo, pero por la mitad del cuello, además de tener la nariz rota, quién sabe por qué antigua pelea. Los dos vestían con pieles de osos, a las que habían cosido placas de metal, a modo de protección. Borta iba armado con un hacha ancha de doble filo y Wup con un mazo largo, de cabeza imponente.
Mórtimer se sentía un poco fuera de juego. Era el más joven, con diferencia (Ahdam aparentaba tener unos cuarenta años, los Bárbaros probablemente pasaran de los treinta ya y Hiromar, al ser un Minotauro, podía tener unos setenta años y seguir mostrándose tan enérgico y musculoso). Tenía sólo veinte años, era extranjero en la tierra de Xêng y no era un gran luchador ni estaba tan preparado para la guerra como sus compañeros.
Si su cometido era tan sólo robar el tesoro, no tendría problemas. Lo malo sería que el grupo tuviera que depender de él para otros menesteres.
- Muy bien, pongámonos en marcha, ahora que todavía hay luz.... – dijo Ahdam. Se agarró a las correas de su mochila y echó a andar, saliendo de Quietud hacia el bosque. Hiromar fue detrás, luego Mórtimer y los Bárbaros cerrando la marcha.
Entraron de nuevo en el bosque Oriental, mientras la noche caía sobre ellos.



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