martes, 19 de abril de 2016

Vampiros del Far West - Preparando la defensa (1 de 2)

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(1 de 2)

Lo primero que hicieron fue encargarse de los muertos. Los supervivientes, con mayor o menor dedicación, y con menor o mayor cargo de conciencia, recogieron uno a uno a los muertos que estaban sembrados por todo el pueblo, para decapitarlos y llevarlos hasta el cementerio, donde eran quemados dentro de sus tumbas. El carnicero, Joseph Westwood y otros dos habitantes de Desesperanza que tenían el estómago adecuado se encargaron de guillotinar con hachas a los cadáveres. Como el enterrador había muerto víctima de los vampiros, fueron Sam, Emilio Villar, Mike y otros cuatro hombres del pueblo quienes incineraron y enterraron los cuerpos.
En el pueblo sólo habían sobrevivido algo más de cien personas. Todas fueron informadas de lo que pasaba, de la existencia de vampiros y de los planes que tenían para sobrevivir. Cortez, Pete White y “Chucho” McGraw fueron presentados a todos, como los hombres que sabían de qué iba aquel problema. El sheriff Mortimer estaba cada vez más enfadado, al ver cómo el poder y la autoridad bien merecidas que tenía estaban siendo robadas por forasteros.
Sam y Mike aprovecharon para hablar, para conocerse un poco mejor, entre incineración y enterramiento. Mike le contó sus fechorías a todo lo largo y ancho del país, y Sam le enumeró todos los trabajos que había realizado por todos los territorios del mismo país.
- ¿Quién eres realmente, Sam? – preguntó Mike, en una ocasión en que se habían quedado solos, enterrando a uno de los muertos. El resto de la cuadrilla de enterradores estaba alejada. – ¿Por qué me ayudaste en la prisión?
- Ya te lo dije. Un amigo.
- Ya.... Pero sabes, no me lo trago – dijo Mike, intentando no sonar demasiado cortante. – Soy Mike Nelson, todo el mundo sabe quién soy. Soy un ladrón y un asesino. Nadie me ayudaría.... a no ser que quiera sacar algo a cambio....
Mike y Sam se miraron. El bandido pensaba en su reciente botín e intentaba imaginar cómo Sam había descubierto que lo tenía.
- No quiero nada a cambio por mi ayuda – respondió Sam al cabo, con voz tranquila. Llegó un nuevo cargamento de muertos y los dos se pusieron a quemarles y enterrarles.
- ¿No quieres nada? – dijo Mike, cuando terminaron.
- No – dijo el negro, y pareció que iba a añadir algo más. Mike esperó, mientras su nuevo amigo miraba fijamente al suelo, donde tenía apoyada la pala. – Es una promesa que hice....
- ¿Prometiste a alguien que me ayudarías? – se sorprendió Mike.
- Prometí a alguien que te encontraría y cuidaría de ti.
Mike se pasó la mano llena de polvo por la cara, manchándose los carrillos y las comisuras de la boca.
- No lo entiendo – dijo, sin que se le ocurriera nadie al que pudiese importarle lo suficiente como para que le mandara a otro hombre que cuidara de él. – ¿Acaso es un secreto? ¿No puedes decirme quién te mandó semejante desfachatez?
Sam se lo pensó todavía un poco más, antes de responder.
- Tu hermano, Mike. Tu hermano Nicholas me lo pidió – dijo al fin. – Yo tenía una gran deuda con él. Estaba viajando junto a él cuando sufrió un accidente. Antes de morir me pidió que te encontrara y que me asegurara que no te metías en líos y estabas a salvo. Estábamos en Tres robles, y ahora sé que fueron los vampiros los que le mataron. Como las últimas noticias sobre Mike Nelson eran que había sido visto en Culver City, me dirigí hacia allí. Estaba en Desesperanza de paso cuando apareciste. Pero antes de que pudiera abordarte y presentarme ya te habían metido en la cárcel. Así que pensé en cómo sacarte de allí....
- Nick.... – murmuró Mike, dolorido. La pala se le escurrió de entre los dedos. Nick, su hermano mayor Nick, el hombre honrado, el representante de alambre de espino por todo el país, había muerto. Y los vampiros estaban detrás de ello. Deseó que la noche llegara para tener delante otra vez a ese asqueroso de Alastair, para clavarle en el corazón una estaca de madera....
- Lo siento de veras – dijo Sam. Sus ojos estaban también brillantes, llorosos, como los de Mike.
- Gracias. Gracias, de verdad – dijo éste.
No pudieron seguir hablando mucho más. Los cadáveres no dejaban de llegar.

* * * * * *

Al mediodía todos los muertos habían sido tratados y enterrados. Los seres humanos se reunieron en la iglesia, pues era el lugar más amplio del pueblo, donde todos podían estar juntos a la vez. Algunos durmieron unas pocas horas, sentados en el suelo o en los bancos de madera. Pero la mayoría no pudo pegar ojo.
Mike se quedó sentado en el suelo apoyado contra la pared del templo, con las rodillas encogidas. Empezó fumando un cigarro en silencio, pero el cansancio acumulado la noche pasada y la conmoción por lo de su hermano le hicieron caer en un sueño ligero.
Siempre se habían llevado bien, Nick y él. Habían tenido sus diferencias en el pasado, cuando Mike decidió separarse de la ley para subsistir, pero Mike seguía escribiendo cada vez que podía a la casa de Nick, contándole sus aventuras. Y Nick seguía deseando, en privado, que su hermano no cayese víctima de la soga.
Por eso, aunque hacía un par de años que no se veían, la noticia de la trágica e inesperada muerte de su hermano mayor había atontado a Mike.
Despertó sobresaltado, sacudido por sueños inquietantes, en los que contemplaba el cadáver decapitado de su hermano en el fondo de una fosa, sintiéndose culpable cuando la cabeza de su hermano abría los ojos de improviso.
A su lado estaba sentada la mujer menuda, Sue. Estaba abrazada a sus rodillas, respirando tranquilamente, con la mirada perdida y fija en un punto del suelo, frente a ella.
Mike se frotó la cara y los ojos con las manos, intentando quitarse de encima los restos de sueño. La mujer a su lado no se movió, esperando.
- Quería pedirte perdón, otra vez – dijo Sue, sin mirar a Mike.
- No tienes que volver a hacerlo – respondió éste.
Los dos se quedaron un rato en silencio.
- Sabías lo que eran esas cosas cuando las mataste antes, ¿no? – preguntó al final Mike.
Sue asintió con la cabeza.
- Cuando yo era muy pequeña vivía en las Rocosas – empezó a relatar Sue, y Mike volvió a sorprenderse de lo bella que era la voz de la chica. – Vivía con mis padres y mis tres hermanos y hermanas. Teníamos una cabaña de maderos en la falda de la montaña. El bosque y el campo nos daban todo lo necesario para subsistir. Una noche unos forasteros llegaron a la cabaña, pidiendo ayuda o agua o no sé qué exactamente. Yo estaba en ese momento en el bosque, recogiendo leña. Cuando volví a casa cargada con ramas secas noté el ambiente muy raro, así que me asomé a la ventana antes de entrar. Y vi el terrible espectáculo – la mujer cortó sus palabras de golpe, incapaz de seguir. No era necesario: Mike había comprendido perfectamente qué eran los forasteros y qué habían hecho a la familia de Sue. – Eché a correr, asustadísima, queriendo salvar mi vida. Los vampiros me siguieron por entre los árboles, y estuvieron a punto de pillarme. Pero salté al río, que era un torrente cuando pasaba cerca de nuestra casa, y me arrastró lejos de allí, salvándome – volvió a guardar silencio, afectada. – Nunca he sabido exactamente qué eran esas criaturas, pero llevo persiguiéndolas y matándolas toda mi vida.
Mike tragó saliva, incómodo.
- Lo lamento – dijo al final.
- ¿Entiendes ahora lo que quise decirte en la celda? ¿Lo de que yo era más importante? – explicó la mujer, con ojos llorosos y un tono de urgencia en la voz. – No era una fanfarronada. Simplemente quería seguir con mi cruzada contra los vampiros....

- Lo entiendo – dijo Mike, con la voz lo más amable que pudo conseguir. Sue suspiró y pareció que se quitaba por fin un gran peso de encima. Los dos se quedaron un rato más juntos, en silencio.

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