miércoles, 3 de enero de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XVI (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- XVI -
DISFRUTANDO DE UN DESCANSO

Drill caminó durante unos días hasta que se dio cuenta de que ya había empezado el mes de diciembre y la Muerte del Año estaba al caer. Se sentó en una roca al lado del camino a reflexionar. Ryngo se paró a su lado, sentado sobre sus cuartos traseros, mirándole con expectación. Llegó a la conclusión de que no tenía ninguna prisa y aunque quisiese terminar la misión de una vez (llevaba año y medio con ella) no estaría de más detenerse unos días, pasar la Muerte del Año en un lugar tranquilo y relajado y continuar la marcha con el nuevo año.
El día cinco de diciembre llegó a una pequeña ciudad atravesada por el río Desmacare y deambuló por ella, con Ryngo a sus pies. Había mucha gente en aquellos días, ya que muchos que vivían fuera habían viajado hasta allí para encontrarse con sus familiares y pasar la fiesta de la Tierra Marchita todos juntos.
Después de preguntar a varias personas, una mujer madura de la mano de dos niños pequeños le indicó una posada rústica que había a las afueras de la ciudad, al otro lado del Desmacare. Le dijo que era un sitio agradable y que seguramente allí encontraría alojamiento: en la mayor parte de las pensiones y hostales de la ciudad estaba todo ocupado y al otro lado del río había posibilidades de que hubiera plazas. Drill ofreció gratitud y se encaminó allí.
Encontró habitación en la posada, que era muy amplia. Tenía habitaciones en todo el piso de arriba y en el de abajo había un amplio comedor, una zona común donde los alojados podían departir amigablemente al lado de una acogedora hoguera, unos baños de agua y de vapor y un patio trasero vallado, donde poder jugar a la “rana”, a la “tanga” y a la “herradura”.
No aceptaban animales en la posada, pero no tuvieron problemas en acondicionar una zona en los establos para Ryngo, que dormía allí cómodamente, en un lecho de paja.
Drill pasó allí unos días tranquilos y muy a gusto, conociendo a los huéspedes, charlando con ellos, jugando a la “rana” (recuerdo que mi antiguo yumón era un jugador muy diestro), paseando a orillas del río acompañado por Ryngo, durmiendo en una buena cama y comiendo excelentes platos.
Celebró la Muerte del Año con el resto de huéspedes, con los que había entablado una buena relación. Los posaderos les hicieron regalos a todos y lanzaron barquitas de alcornoque al río, para que se llevase sus buenos deseos (escritos en papel blanco) y las cosas malas (escritas en papeles teñidos de rojo) hasta el mar.
Drill todavía sentía el peso de la caja en el bolsillo del pantalón (y sobre los hombros), recordaba a Quentin con amargura, temía todavía una posible persecución del ejército (de cualquiera de los dos lados), pero aquellos días se sintió contento, al menos en parte.
Necesitaba un descanso y lo disfrutó.

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