sábado, 6 de enero de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XVII (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- XVII -
UN ENCUENTRO INESPERADO

El cinco de enero, más o menos, mi antiguo yumón dejó la posada y siguió su camino hacia el bosque de Haan. Empezaba un nuevo año y Drill no veía más cerca el final de su misión. Esperaba que su paso por el bosque fuese exitoso: si no, no tenía ni idea de dónde conseguir la fórmula mágica que abría el Mausoleo de los Reyes de Gaerluin.
Su plan era entrar al bosque y tratar de encontrar a las múltiples hechiceras y magos que se decía que allí habitaban. No quería ni pensar cuál podría ser el pago por los servicios que necesitaba de ellos (se decía que los magos y las brujas pedían partes del cuerpo o secretos inconfesables o recuerdos de la infancia como pago cuando se requerían sus servicios) pero era la fuente más fiable que se le ocurría a la que recurrir, una vez que la Biblioteca de Vuidake había sido insuficiente.
Caminó con tranquilidad, debatiéndose entre las ganas de acabar la misión (de seguir avanzando en sus pesquisas) y el miedo y el temor que le provocaba el bosque de Haan y las historias que se contaban sobre él.
A finales de mes se detuvo en un pueblo, de tamaño mediano. No tenía referencias sobre él, pero necesitaba detenerse: llevaba durmiendo a la intemperie durante dos noches, el tiempo era frío, desapacible, y sus doloridos huesos y articulaciones le pedían un descanso cálido. Todavía tenía gran parte de los quinientos sermones que Karl Monto le había dado en concepto de dinero para gastos, así que decidió utilizarlos. Era por su bien.
Entró en la taberna, que tenía un edificio al lado, de dos plantas, con una veintena de pequeñas habitaciones. Recibió una bocanada de aire caliente y aromatizado (a carne asada, patatas fritas, vinos especiados y sudor de muchos sobacos) y se sintió mejor que en el aire frío de la noche. Tenía intención de acercarse a la barra, para hablar con el tabernero y preguntarle por las habitaciones libres que esperaba que tuviese, pero no llegó a hacer el movimiento de acercamiento a la barra. Una persona en una mesa, acompañada de otros dos, reía y bebía animadamente.
- Qué Sherpú me lleve.... – musitó, con la mueca que él llamaba sonrisa, acercándose a la mesa.
El hombre rubio y delgado estaba contando una historia, moviendo las manos por encima de la mesa, con cara sonriente. Sus dos compañeros no paraban de reír, escuchándole atentamente. Justo cuando Drill llegó hasta ellos la historia llegó a su clímax (mi yumón no escuchó lo que decían) y los tres rieron a grandes carcajadas, divertidos.
- Que Sherpú te dé buenas noches, Riddle – dijo Drill, posando una mano en su hombro. – Y a tus acompañantes....
- ¡¡Bittor Drill!! ¡¡Qué sorpresa!! – dijo el otro mercenario, asombrado de veras. Se puso en pie y le estrechó la muñeca, efusivamente. – Siéntate, siéntate, te lo ruego. ¿Qué haces por aquí?
- Estoy de viaje, cumpliendo una misión – dijo Drill, sentándose en la silla libre, la que estaba enfrente de Riddle Cort. Los otros dos acompañantes de Riddle, con aspecto de granjeros, miraron al recién llegado con interés: el colgante de la Hermandad de los Mercenarios era bien visible.
- ¿En qué andas ahora? – preguntó Riddle, llamando la atención de un camarero joven que deambulaba por el local. Los tres que estaban ya en la mesa pidieron otra ronda y mi antiguo yumón pidió una cerveza tibia y un muslo de capón con nueces, por recomendación de Cort.
- En lo mismo que estaba la última vez que nos vimos en Dsuepu, en “La taberna de los mercenarios” – contestó Drill, una vez el camarero se hubo marchado. – La misma misión que conseguí aquella noche.
Riddle Cort le miró con cara extrañada.
- Pero de eso hace....
- Casi dos años, digo wen.
- ¡¡Dos años!! Sigues siendo el mejor Bittor.... Sólo alguien como tú puede realizar una misión durante tanto tiempo....
- Bueno, he tenido complicaciones – contestó Drill, algo avergonzado por el halago. – No he estado todo el tiempo con la misión....
- Cuando un mercenario acepta un encargo, todo el tiempo que pasa hasta que lo cumple está pensando en él y complicado con él – dijo Riddle Cort y Drill soltó una leve carcajada, reconociéndose que el escuchimizado mercenario tenía razón. – Y tú sabes que es verdad, ¿sea?
- Sea – asintió.
- ¿Puedes contarme algo de la misión? ¿Saber un poco de qué trata, por dónde va la cosa? – inquirió Cort, a pesar de que sabía que Bittor Drill jamás hablaba de una misión mientras no la tuviese completada. Al menos había sido así hasta entonces.
- Nosotros nos retiramos, en ese caso – dijo uno de los granjeros, interviniendo por primera vez en la conversación.
- ¿Y eso?
- Discúlpennos, no queremos parecer irrespetuosos – dijo el otro. – Pero si van a hablar de cosas de su oficio no queremos molestar. No pertenecemos a la Hermandad y no queremos molestar.
- No es necesario.... – dijo Drill.
- No pasa nada, de verdad. Acabaremos las cervezas en la barra, con Frann, y les dejamos que hablen en confianza entre ustedes.
- Ya ha sido suficiente honor compartir unas cervezas con un mercenario y haber conocido a otro – acabó el otro granjero.
Los dos se despidieron agradablemente y los dos mercenarios les desearon gratitud y prosperidad. Cuando los dos granjeros se alejaron y los dos mercenarios se quedaron solos, Riddle se volvió a Drill.
- ¿Y bien? ¿Algo que contar? Sólo un poco, ya sé que no te gusta hablar de tus misiones en curso....
Drill no pudo evitar reír, en realidad de sí mismo.
- Antes lo hacía – reconoció, a un Riddle Cort sorprendido por aquella risa. – Pero es que antes no había tenido una misión tan delirante como ésta....
Y a continuación le contó qué era lo que estaba haciendo. Le contó el encargo de Karl Monto, las características del escondite que había elegido, las peripecias que había pasado hasta llegar hasta allí (omitiendo la parte en la que robaba la espada) y sus próximos movimientos. Sé que no le contó todo con tanto con detalle como me lo contó después a mí (y ahora os cuento yo a vosotros) pero sí fue lo suficientemente preciso como para dejar a Cort sin palabras y con la boca abierta.
- Sherpú bendito, menuda aventura – logró decir al cabo de un rato y después de pegar un trago de su cerveza.
- Y lo que me queda todavía – se lamentó Drill. – Lo que me recuerda que este encuentro puede ser mucho más ventajoso que darnos compañía durante la cena.
- ¿Qué necesitas? – se ofreció Riddle, sin más ceremonias: siempre fue un buen chico. – Estoy en Escaste por mis propios asuntos, no estoy en misión de la Hermandad ni de ningún cliente privado. Puedo ayudarte en lo que sea.
- Ofrezco gratitud – adelantó Drill. – Pero espera a oírlo antes de aceptar: quizá no quieras hacerlo.
- Adelante, dime.
- Necesito la fórmula mágica que abre el mausoleo, y en ningún sitio puedo encontrarla salvo en la corte de Gaerluin. Imagino que el monarca no la compartirá con cualquier forastero, así que he venido hasta el único reino en que se dice que permanece la magia, la que trajeron los antiguos Kulthus, como los llaman por aquí. Mi destino es el bosque de Haan, a ver si puedo encontrar a algún hechicero que sepa la fórmula o sea capaz de averiguarla.
Cort se quedó callado después de las palabras de Drill. Esta vez no estaba asombrado, como antes, sino pensativo. Valoraba lo que Drill pretendía hacer, eso fue lo que mi antiguo yumón entendió de aquella mirada concentrada y de ojos semicerrados. Bebió un sorbo de cerveza antes de contestar, en voz baja y confidente.
- No es mala idea, Bittor, no es mala – concedió de entrada. – Pero es muy peligrosa. Al margen de que suponer que los hechiceros sepan una fórmula guardada con celo en el reino de Gaerluin, a miles de kilómetros de aquí, es demasiada suposición. Pero es que, además, los hechiceros se recluyeron en el bosque de Haan porque querían vivir al margen de los demás, aparte de la vida en los Nueve Reinos. Ir a verlos puede resultar muy peligroso, porque ellos no quieren que los visiten. De esto sé un rato, atiéndeme.
- Por eso mismo me alegro de haberte encontrado – asintió Drill. – Pero si tan peligroso es, ¿por qué entraste tú hace años? ¿Por qué buscaste la solución a tu misión allí dentro, si tanto riesgo corrías?
Cort arrugó la cara y no dijo nada. Nunca había contado con detalle por qué entró en el bosque de Haan a buscar pistas sobre el paradero de la niña perdida, ni mucho menos lo que le había ocurrido allí dentro.
- He oído que conociste a una hechicera, una tal Solna – siguió Drill. – ¿No podríamos ir a verla? ¿Usar tu contacto con ella para que me ayude? Eso sería menos peligroso, ya que ya la conoces, ¿no?
Riddle Cort hizo amago de contestar, pero se contuvo. Miró a Drill con una mirada preocupada y apenada (que mi antiguo yumón no supo interpretar), pero después suspiró y asintió.
- Sea – aceptó, aparentemente haciendo un esfuerzo. – He prometido que te ayudaría y así lo haré. Iré contigo al bosque de Haan y buscaremos juntos a Solna, la hechicera. Digo wen.

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