lunes, 14 de marzo de 2016

Vampiros del Far West - Carne de horca

- VII -

- Esperaba no tener que arrepentirme de tenerte en el pueblo.... – dijo el sheriff, con verdadero pesar, sacudiendo la cabeza.
Mike volvía a estar en una celda, esta vez la que quedaba enfrente de la puerta de madera que comunicaba el pasillo de los calabozos con el despacho del sheriff. Estaba sentado en el catre, derrumbado. Ahora sí que estaba en problemas.
- No he hecho nada, sheriff. Yo también era una víctima.
- Ya veo – dijo el sheriff, acercándose más a los barrotes. Su cara afilada estaba llena de rabia. – Han sido esas pobres personas las que te querían atacar a ti, ¿no es así?
- No he matado a nadie.... – se defendió Mike.
- ¡Ni siquiera al chico, a Wayne! – saltó enfurecido el sheriff. – Eres un mentiroso y un bastardo, Nelson. Desangrar de esa manera a un pobre muchacho....
- ¡¡Yo no lo hice!!
- ¿Y tampoco lo hicieron tus compañeros? ¿Eh? – inquirió el sheriff. – ¿Tampoco fueron ellos los que te sacaron de la cárcel? ¿Los que desangraron a esas personas por el pueblo? ¿Fueron ellos los que mataron a McCallister?
- ¿McCallister ha muerto? – preguntó Mike, preocupado. No le importaba que el pendejo de Steve McCallister estuviese muerto, pobre diablo. Le preocupaba que el sheriff creyera que había sido cosa suya.
- No disimules, Nelson. Tus amigos te sacaron de la cárcel para que pudieras escapar y te pudieras vengar de él – dijo el sheriff, creyendo lo que decía. – Lo que no comprendo es por qué mataron al resto de gente. Ni por qué luego te los cargaste tú a ellos, apuñalándolos a todos en el corazón. Una bala en el pecho habría sido más caritativa....
- ¡¡Yo no he sido, sheriff!! – dijo Mike, poniéndose en pie, desesperado. ¿Cómo iba a explicarle a aquel hombre que un monstruo con colmillos y forma de hombre había matado al joven John Wayne y casi había hecho lo mismo con él?
- No hay nada con lo que te puedas defender, Nelson – dijo el sheriff. – Te espera la soga al amanecer.
Mike se quedó sin habla, sin fuerzas.
Volvió a sentarse en el catre, lentamente, destrozado. Iban a colgarle. La única vez que no había hecho nada malo e iban a colgarle. No era nada justo....
- Sheriff Mortimer – llamó Frank Wallach desde la oficina. El sheriff se dio la vuelta, mirando lentamente a Mike Nelson, con cara dolorida y triste. Cerró la puerta al entrar en la oficina.
Mike se quedó solo en la celda, inmóvil, con la mirada perdida, confuso, derrotado.
No fue consciente de cuánto tiempo pasó, pues estaba totalmente desorientado, pero al cabo de unos minutos la puerta se volvió a abrir. Frank Wallach dejaba pasar a una mujer joven.
- Tienes visita....
Mike no alcanzó a mirar a la mujer que acababa de entrar, perdido aún en un mar de oscuros pensamientos. Era una chica joven, poco más que Mike. Tenía el pelo negro y largo, recogido en una trenza gruesa. Vestía pantalones de montar, botas de cuero con espuelas, una camisa gruesa de color azul y un chaleco de color crema sobre ella. No se quitó el sombrero marrón. Llevaba un cinturón con dos fundas, una en cada cadera, con dos revólveres.
Era una mujer de piel morena y ojos oscuros. No era bella, pero sus rasgos eran suaves. Era delgada, con las piernas largas como palillos y estrecha de caderas. Sus manos eran huesudas y su cuerpo era enjuto y descarnado. Tenía el rostro serio y ceñudo.
- Hola – dijo, con voz musical, una voz bellísima que no encajaba del todo con su apariencia insignificante. Mike la miró por fin, saliendo de sus sombríos pensamientos. Pero no la contestó.
La mujer se acercó aún más a los barrotes, sin llegar a apoyarse en ellos. Mantuvo las manos colgadas del cinturón, en una postura de indiferencia. Pero sus ojos estaban atentos.
- Perdóname – dijo, suavemente, y ahora Mike sí que parpadeó y le prestó atención. No era lo que uno se esperaba oír de una desconocida, aunque uno estuviese en la cárcel....
- ¿Perdona?
- No nos conocemos – dijo la chica, con su voz dulce y bella, – pero vengo a pedirte disculpas.
- ¿Por qué habría de disculparte?
- Bueno.... Estás en la cárcel por mi culpa....
- ¿Por tu culpa? No es cierto. Es por ese maldito sheriff Mortimer que no me quita el ojo de encima y me acusa de lo que ha ocurrido en el pueblo....
- Bueno.... pero es porque yo le he convencido de ello....
- ¡¡¿Qué?!! – aulló Mike, poniéndose en pie y llegando hasta los barrotes, golpeándolos y agarrándose a ellos. Estaba repentinamente furioso. La chica no se movió del sitio, inmóvil.
- Tenía que hacerlo – fueron las palabras de la chica. – Suena duro, pero mi vida es más importante que la de un simple bandido. Si te cuelgan a ti no llegarán a la conclusión de que tengo algo que ver con lo que ha pasado en Desesperanza esta noche....
- ¿Y quién eres tú para decidir si yo muero o vivo? – preguntó Mike, rabioso, sacudiendo las sólidas barras de la celda.
- Soy Sue Roberts – dijo ella, con tranquilidad. – Llevo toda mi vida cazando a esas criaturas. Y voy a seguir haciéndolo, cueste lo que cueste.
La mujer había sonado tranquila y decidida. Mike la miró a los ojos oscuros, enfadado. Pero llegó a la conclusión de que no podía hacer nada: la mujer sentía lo que había hecho, pero estaba convencida de hacerlo. No dudaba en que era lo mejor para ella.
- ¿Tú has matado a toda esa gente?
- No. Yo maté a las criaturas que mataron a esa gente.... – explicó, sin incomodarse. – Eran sólo cinco, pero se divirtieron bastante esta noche. Han matado a diecisiete personas, entre forasteros y habitantes de Desesperanza.
- ¿Por qué? – preguntó Mike, recordando al monstruo que había matado a John Wayne.
- Para alimentarse. Para divertirse.... – dijo la chica, y esta vez su voz sí que vaciló un poco. Pero se repuso inmediatamente.
- ¿Alimentarse?
- Es mejor que no sepas nada....
- Me van a colgar por la mañana. ¿Qué más me da? No voy a poder contárselo a nadie....
- Aún así es mejor.... – dijo la chica, con tono de haber acabado la conversación, pero sin irse. Siguió mirando atentamente a Mike durante un largo rato. Mike aguantó el examen, aunque acabó sintiéndose incómodo. Había mucho pesar en la mirada de la chica.
- ¿Qué?
- Lo siento.... aunque deba hacerlo.... – dijo ella, y entonces se despidió tocándose el ala del sombrero y dándose la vuelta para irse.
- ¿No esperarás que te perdone? – dijo Mike, sintiendo que no podía dejar irse a la chica sin que se sintiera un poco más culpable. Sin embargo, no podía guardarla mucho rencor. No sabía por qué, pero no podía hacerlo. La chica parecía estar sufriendo de verdad.
- Eres un bandido, Nelson – respondió ella sin volverse. Aunque sus palabras eran duras, su voz no perdió su tono bello y suave. – Tarde o temprano habrías acabado ahorcado. Era tu final lógico....
Mike la vio irse, tranquila, serena, sin vacilar.
Negó con la cabeza, sintiéndose desdichado.


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