viernes, 29 de agosto de 2014

(Verde) El Guardián del Sendero - 11 de 12





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Entonces el portal dio un brinco. Su superficie, que parecía un velo de seda y se comportaba como un estanque de agua tranquila, se sacudió, como si una ráfaga de aire lo hubiese agitado desde el otro lado, o como si alguien hubiese arrojado una piedra al centro de su superficie.
- ¿Qué ha sido eso? – preguntó Séptido, emocionado. Creía que el portal se había cerrado.
Pero era todo lo contrario.
- El portal entre los dos mundos se ha abierto del todo – dijo Únido, con pesar. – Ahora todo aquel que quiera podrá entrar desde el reino de Xêng.
- ¡¡Pero no puede ser!! ¡¡Tú y yo seguimos aquí!! – chilló Séptido, asustado.
- Trícido debe haber caído....
- Unos cuélebres le estaban acechando.... – dijo Séptido, triste.
- Habrá caído prisionero – supuso Únido.
El portal volvió a agitarse, sacudido por la magia.
- ¡¡Tenemos que hacer algo!! – gritó Séptido, nervioso. – ¡¡Pasemos al otro lado!! ¡¡Convenzamos a las criaturas del reino de Xêng de que no deben cruzar aquí!!
- ¡¡No puedes pasar allí, Séptido!! – dijo Únido, por primera vez asustado. – Los de este lado no podemos entrar en el reino de Xêng: la vuelta por el portal nos está prohibida. Te quedarías a ese lado para siempre....
Entonces Séptido lo comprendió. Entendió las palabras tan raras del Hombre de los Zapatos Rotos, las que le había dicho la noche que pasaron juntos aunque no recordaba cuándo se las había dicho.
Aquel paso hacia adelante que no tendría vuelta atrás se refería a aquello. El sacrificio se refería a la imposibilidad de volver a Musgo.
- Pero si uno de los dos cruza.... ¿No se cerraría el portal? – preguntó, creyendo que ya sabía la respuesta.
Únido lo miró con sorpresa.
- Puede ser. Quizá no para siempre, los de aquel lado siempre tienen magia para cualquier cosa, pero por lo menos impediríamos esta crisis – respondió.
- Entonces cruzaré.
- ¡¡Pero no podrás volver!! – le dijo Únido, sujetándole por el antebrazo.
- Lo sé, pero he de hacerlo – dijo Séptido, convencido. – Somos Guardianes del Sendero, tú lo has dicho antes....
Únido asintió, solemne, soltándole el brazo a Séptido. Éste volvió a caminar, decidido, en dirección al portal. Recorrió los últimos metros del Sendero, sabiendo que no lo hacía para ser un héroe, sino porque era su deber como Guardián.
El portal estaba frío. Lo notó cuando estuvo a un paso de él. Escuchó ruidos desde el otro lado, gritos de júbilo, de alegría, chillidos animales, gruñidos y balidos.
Dejó el garrote de roble en el suelo de roca y avanzó hacia el portal. Sabía que iba a ser el primer Guardián del Sendero en conocer el reino de Xêng.
Traspasó el portal, desapareciendo a la vista de Únido, que se quedó solo en el Sendero. Sorprendió a los habitantes de Xêng que lo vieron aparecer.
Y el portal se cerró.

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