martes, 25 de octubre de 2016

Jinetes de Dhalea (4) - Capítulo 4 + 1

- 4 + 1 -



Sonó el teléfono, sacando de su sueño a Julián. Era un sueño sencillo, con una hamaca al lado de una piscina llena de chicas guapas, un camarero a su disposición, un Sol enorme y brillante en un cielo azul y un cuadernillo de crucigramas en su regazo.

Pero a pesar de eso le molestó mucho que le sacaran a la fuerza de aquel sueño.

Cogió el teléfono de la mesilla y contestó, sin molestarse en mirar quién era: todavía tenía ojos de dormido y no hubiese podido descifrar las palabras de la pantalla.

- ¿Quién es? – se las arregló para sonar lo más entendible posible.

- Hola, Julián, perdona por molestarte – le respondió la voz de Ramiro Buenaventura Morales, un agente de apoyo de la agencia. Era un buen tipo y a Julián se le pasó el cabreo porque le hubieran despertado. Casi todo.

- Hola, Ramiro. ¿Qué pasa? – preguntó Julián. De repente se dio cuenta de que era jueves y de por qué seguía en la cama. – Se supone que estoy de permiso....

- Ya lo sé, ya lo sé.... He leído vuestro informe de Valladolid y el general me informó de que estabais de permiso hasta el lunes, pero esta noche ha ocurrido algo muy extraño y necesito que le eches un vistazo....

Julián rezongó por lo bajo, con la boca contra las

sábanas y el colchón, pero después se dirigió a su amigo con amabilidad.

- Está bien, mándamelo por e-mail, total no pensaba hacer nada estos días, ni salir por ahí. Puedo dedicarle un rato de la mañana a ver qué ha pasado....

- No, es que no puedo mandarte nada – respondió Ramiro Buenaventura Morales, con voz cautelosa. – Tienes que venir a la “Sala de Luces” tú mismo. Tienes que verlo aquí. Es confidencial.

Julián se incorporó en la cama, entre las sábanas revueltas. Aquello que Ramiro le contaba no parecía un trámite. Parecía algo gordo.

- Dame un momento para ducharme e ir para allá – accedió. – No avises a Sofía: ya me encargo yo. No la molestemos. Llegaré en cuarenta minutos.



* * * * * *



Cuarenta y tres minutos después Julián Alonso Montoya entraba por las puertas de cristal de la ACPEX, la Agencia para el Control Paranormal de Entes Extraños. Cruzó el ancho recibidor y se dirigió a uno de los ascensores gemelos que había frente a las puertas de entrada, al de la derecha.

Subió hasta el piso treinta y dos y allí salió del ascensor, recorriendo los pasillos de aquella planta, llena de cubículos con equipos informáticos y de fotografía, para tratar y archivar todos los documentos gráficos y audiovisuales que la agencia acumulaba a lo largo de sus misiones e investigaciones. Allí buscó una sala de juntas, pequeña y escondida en un rincón de la planta. Fue hasta un panel de madera que forraba una pared y apretó un botón disimulado en una moldura. La plancha de madera se movió hacia un lado y dejó unas puertas metálicas al descubierto. Julián sacó una tarjeta de la cartera y la pasó por un lector óptico. Escuchó el ruido del ascensor al otro lado de las puertas metálicas y sonó un pitido cuando llegó hasta aquella planta. Entonces se abrieron las puertas y Julián entró en el ascensor.

Sólo tenía tres botones: un triángulo, un círculo y un cuadrado, los tres de color rojo. Julián pulsó el botón del triángulo, el único para el que tenía autorización. El ascensor empezó a subir. Sabía que los otros dos botones, el cuadrado y el círculo, te mandaban hacia abajo, pero no sabía qué había en las plantas a las que te llevaban.

Y cuando lo pensaba detenidamente, no quería saberlo.

Llegó hasta la planta de la Sala de Luces, con un pitido del ascensor. Salió a la planta y esperó en la puerta transparente con marco metálico: podía utilizar el ascensor secreto, su nivel como investigador de campo se lo permitía, pero no tenía acceso a la Sala de Luces. Así que esperó a Ramiro, que le había dicho que estaría allí para dejarle entrar.

Y así fue: menos de un minuto después Ramiro Buenaventura Morales apareció del otro lado de la puerta transparente. Abrió la puerta con su código personal de cuatro dígitos y dejó pasar a Julián.

- Hola y perdona otra vez por hacerte venir.... – le saludó, dándole un rápido abrazo.

- No te preocupes – contestó Julián, tratando de no guardarle mucho rencor a su amigo.

Ramiro Buenaventura Morales era su agente de apoyo desde hacía un par de años. Todos los investigadores de campo tenían uno o varios agentes de apoyo que trabajaban con ellos desde la agencia, consiguiéndoles información o permisos o transmitiendo sus pesquisas al general, que al final era por quien pasaban todas las investigaciones. Ramiro era el agente de apoyo de tres equipos de investigación y con Julián y Sofía era con los que mejor se llevaba.

- Anoche, cuando estuve con el general, me contó que Sofía y tú estabais de permiso, pero que quería vuestra opinión sobre un evento que había ocurrido – Ramiro Buenaventura y Julián empezaron a recorrer la Sala de Luces, caminando por el pasillo central. – No tiene a nadie más disponible para que se encargue de esto....

- Y se ha acordado de nosotros, ¿no? – dijo Julián, con un poco de retintín. – ¿Por qué no avisa a Marta? Ella es su favorita, la que se encarga de todos sus casos “excepcionales”.

- Nadie sabe dónde está – dijo Ramiro Buenaventura. Medía casi dos metros, así que miraba hacia abajo cuando hablaba con Julián. – Debe ser una misión muy importante y muy confidencial: sólo el general sabe a qué se está dedicando.

Julián asintió, pensando en su antigua compañera. Desde que había perdido a su último compañero el verano pasado, en medio de una misión, no había sido la misma.

- Bueno.... ¿y qué ha pasado? – preguntó.

- Ven: te lo enseñaré....

Habían llegado a la pantalla de plasma que cubría una pared entera de la sala. Representaba un mapa del territorio nacional, cubierto de leds de diferentes colores, que se iluminaban allí donde se producía una manifestación paranormal. Los había verdes, amarillos y rojos, y también había varias franjas de color azul, de diferentes calibres y anchuras. Las luces rojas mostraban los “puntos calientes”, zonas en las que se había registrado la presencia de actividad paranormal; las luces amarillas representaban las zonas de investigación, aquellos puntos en los que los equipos de campo estaban investigando; las luces verdes mostraban lugares ya investigados que estaban fuera de peligro, ya fuera porque el aviso de entes paranormales había sido falso o porque se había neutralizado la amenaza. Las franjas azules, que en la agencia llamaban nubes, mostraban amplias zonas donde la actividad paranormal era habitual: en estas zonas era donde solían aparecer los puntos rojos.

En una nube azul pequeña, al norte de la provincia de Burgos, había una luz roja. Ramiro Buenaventura la señaló con un puntero láser, para que Julián la ubicara con certeza.

- Allí ha sido el evento. Es un pequeño pueblo llamado Villarcayo, en la comarca de las Merindades – explicó el enorme agente de apoyo. – Ha habido tres muertos. Creemos que ha sido un encarnado.

- ¿Un encarnado? – preguntó Julián, asombrado. Los encarnados no eran nada habituales. Y la presencia de tres muertos tampoco era lo usual.

- Son suposiciones. Hasta que no vayáis allí a investigarlo no sabremos nada seguro – informó Ramiro Buenaventura.

- Iré yo solo: Sofía tenía planes con su marido y el fin de semana se iban a ir fuera – dijo Julián, con un gesto de la mano. – No le estropeemos sus días de permiso.

- Como quieras – aceptó Ramiro. – Pero si vas a ir tú

solo te asignaremos un equipo de campo. Es lo que mandan las directrices....

Julián se encogió de hombros. No le parecía mal llevarse a algunos agentes de campo: así tendría las espaldas cubiertas.

Mientras uno de los soldados no fuese Arturo....


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