viernes, 13 de febrero de 2015

Peón Rojo (11 de 17)


-11-
Fásthlàs el Bullicioso miró a Bestia, muy enfadado.
- ¿Has visto lo que has hecho, maldito chucho? ¡¡He perdido a uno de mis jugadores!! – gritó.
- ¡¡Yo no he sido!! – dijo Bestia, poniéndose en pie, tirando la silla al suelo y mirando al dios pelirrojo amenazadoramente. – ¡¡Ha sido cosa de Azar!!
Los demás jugadores miraron al anciano, que recogía su dado de madera verde y retiraba el cono que representaba al jugador devorado por los coyotes. No parecía avergonzado ni incómodo en absoluto por lo que acababa de pasar.
- Bueno.... tras este giro inesperado de los acontecimientos, Fásthlàs ha perdido un jugador y Azar ha ganado un alma.... – intervino Volbadär, queriendo mediar en el conflicto, pero sin saber muy bien cómo. Estaba contento porque la partida estuviese siendo entretenida y hubiese mucho movimiento, pero le preocupaba que las pequeñas traiciones entre los invitados amargasen la velada.
- Así es.... – dijo Azar.
- Maldito viejo tramposo.... – maldijo Fásthlàs.
- Tranquilo, Fásthlàs – dijo Volbadär, con prisa. – No entremos en agresiones verbales entre nosotros que luego pudiésemos lamentar....
- ¡¡Ha matado a mi jugador!! – se quejó el pequeño dios pelirrojo.
- Sí, es cierto, y entiendo que estés disgustado, pero lo ha hecho de acuerdo a las normas – explicó el anfitrión. Todo lo que decía era cierto, aunque comprendía que los demás jugadores estuviesen un poco molestos con Azar, al intentar siempre entorpecer su juego. Pero, al fin y al cabo, Azar siempre había jugado así. – No podemos llamarle tramposo por eso.
- Quizá tramposo no – dijo Fásthlàs, controlando el tono, pero con verdadera ira en su voz. – Pero sí traidor....
La Madre y Doncella se miraron, algo temerosas, pero Azar hizo caso omiso de las pullas de Fásthlàs. Volbadär consultó rápidamente sus notas y la historia que había ideado para el juego de aquella, tarde, buscando la manera de calmar los ánimos y que el juego siguiese su curso. Decidió ponerles el camino algo fácil a los jugadores.
- Muy bien. El resto de aventureros seguís vuestro camino durante toda la noche y el día siguiente, llegando a las Tierras Áridas a la noche siguiente. Pasáis la noche entre unos arbustos leñosos y seguís vuestro camino al día siguiente. A la tarde llegáis al templo abandonado.... – dijo Volbadär, colocando una pequeña maqueta de madera, pintada de gris y con detalles para que pareciese de piedra, en medio de las Tierras Áridas del tablero, cerca de las Montañas Borgö. Esperaba que aquel adelanto en la trama tranquilizase a todo el mundo y les pareciera bien.
- Muy bien, mi personaje debe tomar la iniciativa, ya que conoce el templo y las trampas que hay en él – dijo Bestia, que se había sentado hacía rato y se había calmado.
- Y el mío irá con el tuyo, pues es el ladrón del grupo – sugirió Doncella, amablemente. Bestia asintió, agradecido.
En ese momento, Jroq el Destructor abrió los ojos, con tranquilidad. Tomó la esfera negra de la mesa, que seguía apoyada fuera del tablero de juego y la posó lentamente al lado de la maqueta del templo que Volbadär acababa de colocar. Todos miraron con miedo aquel movimiento fluido de uno de sus brazos derechos.
- Creo que ya es momento de que mi personaje entre en juego – dijo, con voz calma, pero que sonaba como un gran trueno de una tormenta de verano.

• • • • • •

- Este es el templo – dijo Hiromar, con voz llena de reverencia, con los ojos abiertos desmesuradamente. Caminó sin mirar, con pasos lentos y cortos, hasta la escalinata de granito que daba acceso al templo. Ahdam se detuvo a su lado y subió con él unos pocos escalones de piedra.
Solna pasó por delante de Mórtimer y se retiró a un lado, casi escondida entre las sombras y las rocas. Había mostrado a los demás el templo y quería pasar desapercibida.
Habían pasado dos días desde el ataque de los ujkus y el grupo apenas había descansado. Después de perder a Borta el ambiente había sido muy tenso y triste. Apenas habían hablado entre ellos e incluso Ahdam había desistido de intentar animar al grupo que lideraba.
Mórtimer estaba erguido frente al templo. Sufría una mezcla de emociones: le parecía que estaba satisfecho de haber llegado al templo por fin, pero también se sentía indiferente ante aquello: le daba igual. Wup el Bárbaro estaba a su lado, a menos de un codo de distancia. Mórtimer entendía cómo se sentía su compañero y creía que por eso los dos se sentían cómodos juntos y conectaban muy bien, a pesar de no hablar ni casi mirarse: los dos habían perdido a alguien querido durante aquella búsqueda.
El joven ladrón había empezado a pensar que a ninguno de los demás les había importado demasiado la pérdida de Borta, igual que no les había importado demasiado la pérdida de Eeda en el ducado de Sal. Los demás sólo estaban allí por el tesoro y nada les importaba la muerte de algunos de los compañeros del grupo de búsqueda.
Como si hubiese podido escuchar los pensamientos de Mórtimer, Ahdam se separó de Hiromar y descendió las escaleras hacia el joven ladrón. Mientras el Minotauro observaba todos los detalles del templo (la fachada, las esculturas en hornacinas, los pináculos que destacaban en lo alto, la portada puntiaguda, los relieves con formas esotéricas, las agujas de piedra de la colina que parecían rodear y abrazar al templo por detrás....) y comprobaba que las leyendas e historias que los superiores de la orden mágica le habían contado eran ciertas, el caballero llegó hasta Mórtimer. Wup se separó un poco, silencioso y con el rostro vacío de expresión. Desde la muerte de su hermano gemelo Wup parecía un sonámbulo.
- Mórtimer, quiero que sepas que no me he olvidado de nada de lo que ha pasado – dijo, de entrada, sin retrasarse en introducciones. – Esta búsqueda ha sido muy dura. Primero perdimos a Eeda, luego a Borta, yo perdí una mano, todo ha sido mucho más duro y largo de lo que cualquiera nos podíamos haber imaginado.... Sé que estás dolido desde la tormenta de arena y sé que Wup está igual, por haber perdido a su hermano. Lo sé, y si eso os ayudase os diría que os fuerais, que dieseis la vuelta y volvieseis a vuestros hogares. Pero eso tampoco os ayudaría.
El joven ladrón miraba a los ojos del caballero y pudo ver verdadero dolor y preocupación en ellos.
- Hemos llegado hasta aquí, sufriendo y perdiendo a compañeros. A gente muy querida – dijo Ahdam, y Mórtimer se dio cuenta de que el caballero sabía lo que él había sentido por la Ninfa. – Estamos en el final. Aprovechémoslo y al menos Eeda y Borta no habrán muerto por nada. ¿Qué opinas?
Mórtimer no supo qué contestar. Miró al Bárbaro, que estaba un poco alejado, pero a suficiente distancia para haber oído las palabras de Ahdam. Wup estaba apoyado en su mazo de mango largo, mirando al suelo. Al cabo de un rato se encogió ligeramente de hombros, algo que casi pasó desapercibido debajo de tantas pieles. Los ojos de Mórtimer se dirigieron a Solna, que estaba más lejos, sentada en una roca alta de la cima de la colina. La merodeadora no había escuchado a Ahdam, y si lo había hecho no tenía intención de opinar nada ni participar en la decisión de Mórtimer. El joven ladrón se volvió  a mirar al caballero.
- Opino que vayamos dentro....
Ahdam asintió, sin demostrar alegría por la decisión de Mórtimer, y éste lo agradeció. El joven ladrón pasó al lado del caballero y ascendió hasta la mitad de la escalinata, parándose al lado de Hiromar.
Su amigo seguía mirando con ojos extasiados al templo, así que Mórtimer le dedicó una mirada concentrada.
Era un templo enorme, con la misma forma que el que habían visto en Tâx, pero diez veces más grande. Estaba en la cima de una pequeña colina y muchas rocas puntiagudas, como dedos apuntando al cielo, lo rodeaban por los lados y por detrás. Era un templo alto, de planta triangular, con una fachada imponente y llena de esculturas, relieves y decoración.
La portada era impresionante, con una entrada de cinco metros de alto, con unas puertas gruesas de madera tallada, que aunque en su día serían una obra de arte ahora se veían agrietadas, desgastadas e incluso acuchilladas. Había una pareja de columnas a cada lado de la puerta y sobre ésta la fachada continuaba con otro cuadrado de mármol, con hornacinas con esculturas y relieves desgastados por la vida a la intemperie. Un frontón triangular en lo más alto, con esculturas enormes, coronaba el conjunto. La fachada continuaba hacia los lados con paredes lisas rematadas en volutas de piedra y dos torres medio derruidas a los extremos, los vértices del triángulo.
Era un templo impresionante, magnífico, pero también.... Mórtimer no sabía cómo definirlo con exactitud.
- Terrorífico – dijo Hiromar, como si hubiese podido leer los pensamientos de Mórtimer. – ¿Verdad?
Mórtimer no podía estar más de acuerdo, así que asintió.
- Ahora tú eres quien manda – dijo el Minotauro, con voz cauta pero agradable y simpática. Mórtimer lo miró con franqueza. – Yo puedo guiarte ahí dentro, pero tú eres el ladrón del grupo. Tú sabrás qué hacer en última instancia. Todo depende de ti.
Mórtimer asintió.
- Vamos dentro. Antes de que se haga completamente de noche....



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