sábado, 28 de enero de 2017

Cuatro Reyes - Capítulo VI



Cástor volvió con sus cabras al establo, inmediatamente y había continuado caminando hasta Loso, la capital del reino de Belirio. Allí había pedido permiso para ver al huakar Krann y le dejaron pasar, acompañado por Ceniza.
Cástor entró en el castillo y buscó al huakar en el patio de entrenamiento, a los pies de la torre. Allí se entrenaban algunos soldados del rey, armados todos con el arma oficial del reino: el basto.
El del rey era el único pintado de colores, de amarillo y verde. Cástor lo reconoció desde lejos, además de por la corona en la cabeza.
El huakar Krann peleaba en ese momento con otro soldado, con fuertes golpes y rápidos giros. Otros soldados estaban también entrenando, pero los que estaban ociosos, no se perdían la pelea del huakar. Cástor llegó al grupo que observaba y esperó con ellos.
Cuando el huakar acabó venciendo al soldado (que Cástor reconoció como el capitán de la guardia) y tirándolo al suelo, el grupo se disolvió, riendo y comentando la jugada.
Cástor se acercó al huakar, que ayudaba a levantarse al capitán, y le saludó con el saludo respetuoso, con los dedos estirados a lo largo de la nariz.
- ¿Quién sois y qué queréis? – le dijo el rey Krann, mirándolo con extrañeza.
- Soy Cástor, huakar, pastor de cabras, uno de vuestros súbditos – contestó Cástor.
- ¿Y qué habéis venido a hacer aquí? – volvió a preguntar el rey.
- Me he encontrado con unas extrañas criaturas, mi huakar, en las estepas del sur – explicó Cástor. – Me han atacado y he peleado con ellas.
- ¿Qué eran? ¿Lobos? ¿Coyotes? ¿Tejones de lomo rojo? – preguntó el rey Krann.
- No lo sé, mi huakar. No los había visto nunca – dijo Cástor, echando mano de un hatillo que llevaba colgado al cinto. La tela estaba empapada de un líquido negro. Cástor sacó la cabeza de la tela, enseñándosela al rey.
- Hmmm.... Mal asunto.... – dijo el huakar.
- ¿Lo reconocéis, huakar? – preguntó Cástor.
- Sí, aunque me gustaría no haberlo hecho – se lamentó Krann. – Ésta es la cabeza de un Inno.
- ¿Inno?
- Una criatura de más allá de la cordillera Oscura – explicó el rey. – De la tierra de Gondthalion. En realidad son de mucho más al este, pero la única vez que las he visto ha sido en la Tierra de las Canteras Eternas. ¿Qué estarían haciendo en Belirio?
- Estaban buscando esto en un santuario de la estepa – dijo Cástor, sacando el objeto de bronce del morral. Lo había recogido del interior del santuario, una vez que las criaturas estaban todas muertas. Pensó que debía llevárselo al huakar, si semejantes bichos estaban interesados en él. – No sé lo que es....
- Yo sí, Cástor, pastor de cabras. Es la réplica del relicario de bronce en el que se encerró a Thilt hace cientos de años....
Cástor miró con otros ojos el objeto de bronce que tenía en la mano. Parecía un farol alargado, de unos cuarenta centímetros de alto y con forma pentagonal. Uno de sus laterales era una puertecita con bisagras. Desde luego que parecía un farol, para proteger las velas del viento, pero su utilidad era mucho más importante y misteriosa.
- ¿Y para qué querían esos Innos esto? – preguntó Cástor en voz alta.
- No lo sé, pero no puede ser nada bueno – dijo el rey Krann. – Mejor será que movilicemos al ejército hacia la cordillera Oscura y que avisemos al rey Máximus: él custodia la frontera. Debe saber que los Innos están revueltos y que se interesan por reliquias relacionadas con Thilt.
Cástor no sabía mucho sobre Thilt y la guerra que había acabado con él, pero sí sabía que cualquier cosa relacionada con él no podía ser buena.



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