viernes, 20 de mayo de 2016

Vampiros del Far West - El amanecer

- XII -

Con la luz del Sol los supervivientes de Desesperanza volvieron a salir a la calle, con cautela al principio, pero más confiados y alegres después. Habían sobrevivido a la noche.
Cuando descubrieron que el gran establo del pueblo estaba lleno de caballos estallaron en gritos de júbilo: saldrían del desierto y aquella noche estarían a salvo en Culver City.
Sólo habían sobrevivido unas treinta personas, las que se habían refugiado en casa de William T. Lorenzo Jr. Las demás habían muerto en el incendio o en la cacería que se había organizado después.
El sheriff organizó a la gente que quedaba en dos grupos: unos se encargaron de encontrar los cadáveres y tratarlos para evitar su transformación y los otros prepararon los caballos para abandonar el pueblo. Se dispusieron dos carros que había también en el interior del establo para transportar agua y provisiones, y para que viajaran los vecinos más ancianos y para los niños.
Lucius “Chucho” McGraw estaba herido: había recibido un zarpazo en un hombro. Le cosieron las rasgaduras que tenía en la piel y le vendaron la articulación. A Cortez le entablillaron la muñeca y le vendaron toda la mano, cada dedo por separado. El sheriff Mortimer tenía una brecha en la cabeza, así que le pusieron una venda en torno a la frente, que tapó con el sombrero.
Mortimer y Cortez parecieron hacer las paces: el sheriff no se sentía ya amenazado por el cazavampiros, pues había retomado su lugar en el pueblo ahora que los vampiros se habían marchado y Cortez había cumplido su cometido.
A media mañana, no más tarde de las diez, todo estaba listo. Los supervivientes estaban preparados para su travesía por el desierto y tenían un caballo o un sitio en alguno de los carros. La comitiva se puso en marcha sin más dilación: todos querían dejar atrás el pueblo. Desesperanza se convertiría en otro pueblo fantasma más.
El sheriff Douglas Mortimer se acercó a lomos de su caballo a Mike, Cortez, McGraw y Sue, que esperaban al lado de sus monturas, atadas delante del saloon.
- Buena suerte, sheriff – dijo Cortez, tocándose el ala del sombrero.
- Igualmente. Va a necesitarla – dijo Mortimer, que ya sabía el destino del cazavampiros. – ¿Está seguro de que no quiere acompañarnos? ¿Ninguno de ustedes?
- Aún tenemos cosas que hacer – contestó Cortez, tendiéndole la mano izquierda al sheriff, que se inclinó en su silla de montar para estrechársela. – Muchas gracias por todo, sheriff.
- A usted.
Un trote de caballo llegó hasta ellos, que miraron detrás de Mortimer. Éste se giró para ver llegar a Ron, montado a caballo. La estrella de ayudante del sheriff brillaba en su pecho a la luz de la mañana. El chico no podía sentirse más orgulloso, con su placa y su espléndido Colt Dragón en la cartuchera.
- Señor, salimos ya – dijo.
- Bien. Ve tú delante, hijo – le contestó el sheriff. El chico asintió y luego se tocó el ala del sombrero, para despedirse de los que estaban a pie. Mike le sonrió ampliamente, divertido y alegre por el ascenso del muchacho.
El sheriff se volvió hacia Mike y le miró lleno de respeto.
- Me alegro de haberte tenido en el pueblo, Nelson – dijo, con los ojos entrecerrados y duros mirando al bandido.  – Intenta no meterte en líos.
Mike se asombró, pero luego sonrió con su sonrisa ladeada, dedicándole un cabeceo al sheriff.
- Lo intentaré, pero no prometo nada....
El sheriff sonrió a su vez y volvió a tocarse el ala del sombrero. Después giró a su caballo y marchó al trote para ponerse a la cabeza de la comitiva, que se ponía en marcha lentamente.
Mike vio a uno de los jinetes que marchaban cerrando la caravana y corrió para alcanzarle antes de que echase a andar y se alejase demasiado.
- ¡Casero! – gritó, llamando la atención del telegrafista. Emilio Villar se giró y vio a Mike, endureciendo su cara. El bandido llegó hasta el lado del caballo y se detuvo, quitándose el sombrero y sacando algo de dentro. – Tenga. Al final dormí en su casa, y aunque no me ha dado el desayuno, he disfrutado de mi estancia.
Emilio Villar miró atónito el billete de diez dólares que el bandido le tendía. Lo cogió después de un rato.
- Gracias – dijo, en un mudo susurro.
- El placer ha sido mío, amigo – dijo Mike, sonriendo sinceramente. Se dio la vuelta y volvió hacia el grupo que se quedaba en Desesperanza, dejando detrás de sí a un atónito Emilio Villar. El telegrafista acabó sonriendo, irónico, y después azuzó a su montura, para ponerse en marcha en la retaguardia de la caravana.
- ¿Todo listo? – preguntó Cortez a Mike, mientras montaba en su caballo. La mano derecha vendada descansó entre sus piernas y manejó las riendas con la izquierda.
- Sí – dijo Mike, montando en su yegua. – Cortez, siento de veras lo de su hombre, lo de White.
- Son cosas que pasan – contestó Cortez, con pesar. Apretó los labios y se encogió de hombros. – Yo lamento lo de su amigo.
- Sí, yo también....
- Se portó como un valiente – dijo el cazavampiros. Mike asintió. – Y no te preocupes. Hiciste lo que debías hacer.
Mike miró a los ojos de Cortez y supo al instante que había hecho lo mismo un montón de veces, sacrificar a amigos que se habían transformado. Y también vio en su mirada que era algo que no se olvidaba nunca.
- ¿De verdad no quieres venirte? Eres bueno con el revólver y las balas de madera....
- Gracias, pero tengo asuntos que resolver – contestó Mike, realmente agradecido y honrado de que el cazavampiros quisiese tenerle a su lado en su cruzada.
- En ese caso suerte – dijo Cortez y le estrechó la mano izquierda desde su caballo. Lucius “Chucho” McGraw se tocó el ala del sombrero, sonriendo ligeramente bajo su ancho bigote y salió al galope tras su compañero y jefe. Mike los vio irse, sonriendo de medio lado: eran las personas más extrañas que había conocido en el oeste.
Se volvió hacia Sue que seguía a su lado, montada sobre su caballo. La chica le estaba mirando.
- ¿Te vas con ellos de verdad? – preguntó.
La chica asintió en silencio.
- Son muy raros....
- Sí.... Un poco.... – dijo, con su bella voz asomando a través de una sonrisa tímida. – Pero Alastair escapó y Cortez quiere cazarle. Ahora ya no tiene a su Ungido y no querrá construir un gran ejército de vampiros, pero sigue siendo peligroso.
- Y tú quieres ayudarle a cazarlo....
La chica se encogió de hombros.
- Es mi vida. A eso me dedico – respondió. Luego volvió a sonreír. – Adiós, Mike.
- Buena suerte, Sue – contestó el bandido, y se abrazaron, cada uno desde su caballo. Después la chica se giró y salió del pueblo detrás de Cortez, entre dos casas, hacia el desierto.
Mike respiró hondo. Él se dedicaba a otras cosas.
Y quizá seguiría dedicándose a ello. Pero no durante un tiempo. Ahora tenía un fondo monetario que le iba a permitir tirar durante un tiempo. Sólo tenía que recuperarlo.
Sin miedo a lo que se podía encontrar allí donde iba, Mike salió del pueblo al galope, hacia las montañas, a las cuevas. A recuperar su botín.
Ahora ya sabía cómo enfrentarse a los vampiros.
Tenía el revólver lleno de balas de madera y una estaca en el cinto, en la cadera derecha.
Salió del pueblo por la calle principal, como una exhalación, sin fijarse en el cartel de la entrada.

Desesperanza
Povlaciòn: 237 abitantes   ??

Al parecer el desierto de Mojave se había quedado despoblado. Pero Mike no tenía miedo.
Nada podía detenerle.
El Sol brillaba por encima de él, en el cielo azul.

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