jueves, 2 de agosto de 2018

Lucas Barrios, Detective Paranormal: Árbol Genealógico - Capítulo 18


- 18 -
(Granito)

Salieron inmediatamente de viaje, cruzando toda Castilla, con destino a la ciudad de Soria. Allí Lucas conocía a un tipo algo ermitaño, medio hippie, muy pegado a la naturaleza y al campo, que podría ayudarles con la enfermedad.
El Twingo se portó como un campeón, recorriendo kilómetros sin problema. Pararon solamente una vez, pasadas las dos de la tarde, para comer en un restaurante que había al borde de la autovía. Lucas tuvo que hacer muchos esfuerzos para no vomitar al ver comer al Guinedeo, con su verdadera forma.
Atticus se había mostrado como un verdadero compañero de viaje: era agradable, siempre dando conversación, atento al conductor y a sus necesidades y no molestaba todo el rato cambiando la canción o la emisora de la radio. Como viajaban los dos solos en el Twingo, le había pedido permiso a Lucas para desactivar su camuflaje y no tener que gastar energías en ello, ya que Lucas podía verle como realmente era. Cuando lo hizo gimió de gusto, ya que aseguró que llevaba años sin desactivar su “disfraz”. Estiró los cuatro brazos, también su cuello extensible y retorció su torso, algo que ningún humano podía hacer. Lucas rio, a medio camino entre el miedo, el asco y la diversión.
Lucas aprovechó el largo viaje para poner al día a Atticus de todos los detalles del caso. Le relató los dos ataques, intentos de posesión, que había sufrido Sofía, tanto el primero como en el que él había estado presente, y sus averiguaciones posteriores. Atticus escuchó atentamente, haciendo preguntas en los momentos oportunos, demostrando que era un compañero muy adecuado.
- No veo la relación entre una enfermedad bosquífera y una posesión infernal – comentó Atticus, a la altura de Aranda de Duero, cuando Lucas ya le había relatado todo el caso. – No lo entiendo....
- Yo tampoco – confesó Lucas. – Este caso parecía sencillo al principio, pero se ha ido embrollando con el paso del tiempo. La niña en ningún momento ha llegado a estar poseída, aunque casi, pero sin embargo ha estado “enferma” – Lucas hizo el gesto de las comillas con una sola mano, sin soltar el volante con la otra. – Cansada, en la cama sin fuerzas, mareada a menudo....
- Esos sí pueden ser síntomas del gorgodion semnpta – comentó Atticus.
- Aunque, lo que me pregunto es ¿por qué un bosque querría enfermar a una niña? – dijo Lucas en voz alta. – El Elemental dijo que el gorgodion semnpta protegía a Sofía, que había sido bendecida con él, o algo así.
- ¿Bendecida?
- Eso dijo – Lucas creía recordar que había dicho algo así. – Y que el gorgodion evitaba otra cosa, que no recuerdo. Eran palabras complicadas de un idioma que no sé.... – se lamentó.
- Es un idioma muy difícil, de los primeros que se crearon – coincidió Atticus, quitándole culpa. – No existían humanos ni muchos de los entes de hoy en día cuando los primigenios empezaron a comunicarse en ese idioma.
- Ya....
- No sé qué puede ser lo que evite el gorgodion, pero ya digo que no soy experto bosquífero – dijo Atticus, a medias disculpándose y a medias bromeando. – Sé algo de idiomas, y no de todos, lamentablemente.
Lucas no dejaba de darle vueltas a aquello. ¿Qué evitaba la enfermedad del Bosque de los Suspiros que afectaba a Sofía? ¿Había hecho algo malo la niña, había entrado al bosque y quebrantado algo? Quizá el gorgodion semnpta era un castigo por aquello, o algo enviado por el Elemental para librarla de un castigo mayor. Lucas se lamentó, por haber salido tan rápido de la mansión Carvajal-Sande: desde luego no iba a volver al corazón del Bosque de los Suspiros, a preguntarle al dios de los árboles, pero podía haber hablado más en profundidad con Sofía.
Todo el viaje tuvo aquella sensación de que había dejado pasar demasiadas oportunidades. Sin duda se debía a la falta de práctica, después de aquellos meses de inactividad. Lo bueno era, como se decía, que se había demostrado que podía volver a funcionar, a trabajar, así que esperaba que aquella misión fuese la primera de otro nuevo periodo de trabajo: volvería a coger el ritmo.
Aunque no por ello olvidaba a Patricia.
Llegaron a Soria aquella tarde y Lucas fue directo con el Twingo a la ermita de San Saturio, a orillas del río Duero. Hacía muchísimo frío y la tarde era desapacible, así que no se encontraron con nadie que fuese o viniese andando por el camino de la ermita ni encontraron coches allí. Tampoco había nadie.
- ¿Qué hacemos aquí? – preguntó Atticus, saliendo del coche, abrigándose, volviendo a activar su camuflaje.
- Vamos a esperar – contestó Lucas, yéndose a sentar en un banco de piedra que había al lado de las escaleras que llevaban a la ermita. El viento soplaba con delicadeza pero era muy frío. Los árboles a los pies de la ermita bailaban ligeramente, ondeando.
- ¿A esperar? ¿Aquí?
Lucas asintió.
- Este es el lugar de encuentro.
No dijo más, así que Atticus se sentó a su lado. Al cabo de un rato, en el que se estaba quedando frío, se levantó y sacudió las piernas, con los brazos abrazados al tronco. Lucas consultó el reloj varias veces en ese rato, pero no se movió, aunque se estaba quedando helado, y se masajeó los brazos varias veces.
Al cabo de un buen rato de espera, apareció por el camino un hombre anciano, que pasaba sin duda los setenta años. Era bajo y delgado, vestido con gruesas ropas de abrigo. Llevaba una cesta de mimbre bastante grande colgada del hombro y un gorro de lana azul coronaba una cabeza pelada, con sólo unos pocos cabellos blancos circunnavegándola. El anciano caminó con tranquilidad hasta el poyete donde estaban ellos dos, pero no hizo amago de conocerlos o saludarlos, a pesar de que Lucas sonrió al verlo. El hombre llegó allí, se sentó y se quedó serio y quieto.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó al cabo de un instante, sin mirar a nadie en concreto.
- He venido a verte – contestó Lucas, mirándole y sonriéndole. – Llegas tarde.
- Llego cuando a mí me parece. No tengo horario....
- Antes estabas aquí a partir de las cuatro todas las tardes – replicó Lucas.
- Antes yo no era tan viejo ni tú tan respondón – dijo, con seriedad, haciendo que Lucas riera más. – Ni hacía este frío.
- Atticus, te presento a Demetrio Pastor de la Paz, chamán, herborista y antiguo agente de la ACPEX.
- ¿Tienes que decirlo todo?
- Tranquilo, Demetrio, Atticus los conoce.
- ¡Bah! No me diga usted que es agente....
- No, ni mucho menos. Pero tengo ciertas habilidades y a veces recurren a mí en busca de ayuda – dijo el Guinedeo, tendiendo uno de sus brazos, de los que estaban camuflados. Demetrio no se lo estrechó.
- Ten por seguro que no es un agente –asintió Lucas, enfáticamente, viendo en todo momento el verdadero aspecto de Atticus.
Demetrio Pastor de la Paz los miró a los dos, alternativamente, con mirada desconfiada, rumiando por lo bajo unas palabras. Pareció convencerse al final.
- ¿Y qué es lo que queréis?
- Necesitamos tu ayuda – explicó Lucas. – Estoy trabajando en un caso de posesión, supuestamente, y me he encontrado con que la niña que estaba tratando está contagiada con una enfermedad bosquífera. Necesitamos un tratamiento, una cura.
Demetrio Pastor de la Paz los miró con el ceño fruncido y alzando una ceja. Lucas ya le había visto muchas veces aquel gesto, pero Atticus no sabía que los humanos podían hacer tal cosa.
- ¿Y qué tienen que ver las posesiones con las enfermedades arborícolas?
- Eso es lo que tengo que averiguar todavía – asintió Lucas, dejando claro que sus preocupaciones seguían siendo ésas. – Y no es una enfermedad arborícola, es bosquífera.
- Te has topado con un primigenio, ¿eh? – dijo Demetrio Pastor de la Paz, socarrón. Lucas asintió. – Para ser exactos no es una enfermedad, sería más bien un conjuro o un hechizo, pero dado que se ha pronunciado con elementos de la flora, con esos mismos se puede curar.
- ¿Y tienes esos elementos? – preguntó Lucas.
Demetrio Pastor de la Paz lo miró ofendido, meneando la cabeza decepcionado.
- Estos jóvenes....
Mientras Lucas sonreía, divertido, Demetrio rebuscó en su cesta, haciendo sonar diferentes cuencos de arcilla, tarros de cristal, herramientas de madera y recipientes de loza. Al final sacó un tarro que entregó a Atticus para que lo sujetara y después sacó en sus manos una cajita de madera y una redoma de cristal tallado.
- Esto es mejorana – dijo Demetrio Pastor de la Paz, señalando el tarro que Atticus sostenía. – Con eso se hace una infusión muy caliente, con el agua hirviendo mucho rato. – Después abrió la cajita de madera y sacó un pellizco de unas hierbas deshilachadas. – Esto es tabaco de palio, sólo hay que añadir una pizca cuando se ha retirado la mejorana del fuego y se está enfriando la tisana. Hay que removerlo todo muy bien, sin parar, cuando añadas la pizca de tabaco.
- ¿Hasta cuándo?
- Hasta que la mixtura coja color amarillo – contestó Demetrio.
- ¿Y la botellita?
- Esto es una destilación de bilis de lince y lengua de petirrojo – respondió Demetrio Pastor de la Paz. – Suena asqueroso, pero no lo es. Sólo tiene un regusto amargo. Hay que añadirle dos gotas a la infusión cuando ya esté templada y lista para tomarse. Dos gotas, nada más.
- ¿Se puede añadir azúcar o miel?
- Ya sabes que es mejor que no, con todas estas tisanas siempre es preferible mantener los ingredientes puros – Demetrio hizo una mueca. – Pero bueno, no creo que afecte demasiado al efecto final. Una cucharada de miel no hará daño.
- ¿Cuántas veces?
- ¿Cuánto tiempo lleva la muchacha bajo el influjo del bosque? – respondió con otra pregunta.
- Más de dos semanas – Lucas lo pensó bien.
- Entonces te daré cantidad suficiente para un par de días – asintió Demetrio Pastor de la Paz, con convencimiento. – Una infusión de esta mixtura cada dos horas y la niña estará limpia para el viernes.
- Hasta mañana no podré llevárselo – apuntó Lucas.
- Entonces para el sábado – aceptó Demetrio. – Dos días.
Demetrio preparó un paquete con una buena cantidad de mejorana y un paquetito de lo que fuera que era tabaco de palio, juntándolo todo con la redoma de cristal.
- Te sobrará de este líquido, así que cuando acabe el tratamiento me lo devuelves: esta mezcla es difícil de hacer y la botella es muy bonita. La quiero de vuelta....
- A sus órdenes – respondió Lucas, bromeando, pero recordó el encuentro con el general que tenía al día siguiente y se le agrió un poco el buen ánimo.
- Cuando vuelvas ya me contarás si la cosa ha salido bien – dijo Demetrio Pastor de la Paz, tranquilo.
- Así lo haré – asintió Lucas, levantándose del banco de piedra: le había dejado el culo helado. Atticus le imitó, temblando, frotándose los brazos: el frío había arreciado, junto con el viento.
Atticus echó a andar hacia el Twingo, deseando meterse dentro y poner la calefacción a tope. Lucas se quedó un momento atrás, sacando la cartera y pagando los servicios de Demetrio Pastor de la Paz.
- Un conjuro bosquífero no es algo muy común – apuntó el anciano chamán, mientras cogía el dinero y lo guardaba en el bolsillo del grueso abrigo. – Ni siquiera si en el bosque vive un primigenio. ¿Qué ha hecho esa muchacha?
- No lo sé, Demetrio, y es algo que tengo que averiguar – dijo Lucas, seguro de sí mismo, tejiendo ya una teoría en su cabeza, que implicaba más a la familia que a la propia Sofía.
- Un conjuro bosquífero no se recibe así como así – insistió Demetrio Pastor de la Paz. – Es algo muy dirigido. Hay algo muy misterioso en torno a esa muchacha....
Aunque Lucas conocía a Sofía, no podía quitarle la razón a Demetrio.

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