martes, 28 de marzo de 2017

Desmembramientos a la luz de la Luna - Capítulo 8

- 8 -
(Arenisca)



Llegó bastante antes de lo que había quedado con Patricia, pero lo que le había pasado hacía tan sólo unas horas le tenía todavía muy nervioso y necesitaba contárselo todo a su novia.
Por otro lado, temía que aquel atentado contra sí mismo pudiese repetirse y no quería que trataran de matarle estando cerca de Patricia: podía resultar herida.
Aquella contradicción le desorientaba también un poco más, pero estaba acostumbrado a las contradicciones: en su trabajo veía unas cuantas.
E incluso les debía la vida a algunas de ellas.
Patricia había quedado con su amiga Myriam en una cafetería de la Gran Vía, porque le quedaba cerca del hotel a su amiga. Era una cafetería que a Patricia le gustaba mucho, pero a la que casi no iban por el precio caro de las cosas. Estaban de moda y si se quería ser un moderno y posturear un poco había que pagar el precio, estaba claro.
Pero, en general, a Lucas Barrios no le gustaba posturear. Con su Twingo modificado ya tenía suficiente.
Aparcó el coche rojo con el techo blanco por allí cerca, en zona azul. De otra forma le hubiese resultado imposible aparcar cerca de la cafetería. Dejó el coche en una calle adyacente a la Gran Vía y caminó a paso vivo hasta la cafetería en la que sabía que estaría su novia.
Se cruzó con varias personas, con un Guinedeo camuflado de mujer obesa y con un demonio menor, con cara de susto. No estaba para hacerles caso, aunque quizá en otras circunstancias los hubiese seguido e interrogado.
Y si sus intenciones no eran limpias, los habría liquidado.
Pero aquella tarde no. Aquella tarde era más importante su propia persona, no la seguridad de todo el multiverso. Ya volvería a pensar en los demás después de haber hablado con Patricia.
Sabía que después de contarle todo se sentiría mucho mejor, más calmado y sosegado.
Aunque su vida siguiese estando en peligro.
No lo sabía bien.
Entró en la cafetería como un tren de mercancías a toda marcha, frenando al traspasar la puerta. Casi arrolla a dos mujeres, vestidas con traje de falda y chaqueta, que llevaban sus cafés en una bandeja. Lo miraron un poco asqueadas y escandalizadas.
- Estiradas.... – musitó Lucas, sin preocuparse en bajar la voz. Las dos ejecutivas lo miraron molestas, pero el detective ya no les hacía ni caso: había visto a Patricia sentada con Myriam al fondo de la cafetería, en una de las mesas pegadas a la pared. Fue hasta ella un poco más tranquilo, con más cuidado, sin arrollar a nadie ni golpear mesas y sillas. No quería alterar a la amiga de Patricia.
- ¡¡Hola!! – lo saludó Patricia al ver que se acercaba. Se levantó y le dio un beso breve en los labios. – ¡¡Qué pronto!!
- Sí, perdonad, no quería molestar, pero he acabado antes y.... – se excusó.
- No te preocupes, no molestas – desdeñó Myriam, poniéndose en pie y dándole dos besos.
- ¿Qué tal estás? ¿Cómo te va todo?
- Pues me va bien, aunque me matan estos viajes a Madrid, a Valencia, a Sevilla.... – enumeró Myriam. – Como los jefes son unos cretinos, nos tenemos que encargar de estas cosas los que de verdad sabemos....
- Ya.... ¿Y Karlos y el niño cómo están?
- Muy bien – sonrió Myriam. – ¿Quieres ver una foto?
- Claro....
Myriam se puso a buscar el móvil en el bolso y después a buscar la foto en el propio móvil, momentos que Patricia y Lucas aprovecharon para mirarse.
- ¿Qué pasa, monstruito? ¿Va todo bien? – le preguntó Patricia, en voz muy baja. Lucas sonrió: su novia también tenía un poder paranormal con él.
- Por ahora sí, pero tenía que contarte....
Patricia arqueó las cejas, en una muda pregunta, pero la respuesta de Lucas tuvo que postergarse, porque Myriam le enseñó el móvil.
- Mira, ésta es de hace diez días, que estuvimos de excursión – la madre estaba muy orgullosa de sus dos chicos.
- ¡¡Ahí va!! ¡¡Qué grande está el niño!! – se sorprendió Lucas, olvidando por un momento sus cuitas personales.
- Es un bruto.
- Está guapísimo, ¿a que sí? – sonrió Patricia, dirigiéndose a Lucas, agarrándose a su brazo.
- Muy guapo. Menos mal que ha salido a la madre....
El comentario sarcástico pero amable les hizo reír a los tres.
- Sé que es una pregunta que las parejas sin hijos odiáis, pero como hay confianza con los dos y nos conocemos ya desde hace tiempo.... ¿vosotros para cuándo?
- Pues lo hemos hablado, aunque no en serio – respondió Patricia. – Primero vamos a ver si nos podemos ir a vivir juntos y quizá en un tiempo....
- Si llego vivo al final de la semana me pongo a ello – dijo Lucas, expresando sus dudas pero tratando de bromear. Pero el comentario no logró el propósito con el que fue emitido.
- ¡¿Qué?!
- ¿Te pasa algo? – se interesó Myriam, un poco preocupada, inclinándose sobre la mesa, apoyando su mano en el antebrazo de Lucas.
- ¡¡No, no, nada!! Estoy bien, sólo es una expresión.... Se la he oído a mi madre toda la vida.... – mintió con soltura, tranquilizando a Myriam pero escamando a Patricia: ella sabía que aquel comentario no era de la madre de su novio.
Siguieron hablando, despreocupadamente, aunque Patricia no perdió de vista a su novio, tratando de adivinar lo que le pasaba o preocupaba. Myriam le preguntó por el trabajo, Lucas mintió usando una elaborada coartada que ya tenía preparada para sus amigos (sólo Patricia sabía a qué se dedicaba y José Ramón sabía que en realidad no era agente de ventas de una empresa de aspiradores, aunque no sabía cuál era su trabajo real), Myriam le habló de su trabajo durante aquella semana en Madrid y Patricia habló de los niños en la guardería: en verano estaban mucho más revoltosos.
- Patricia y yo habíamos decidido que íbamos a cenar a un restaurante de hamburguesas de ésas de autor, por las que te cobran una pasta: paga mi empresa – dijo Myriam, con picardía, guiñando un ojo, haciendo sonreír a Lucas. – ¿Te apuntas? No tiene que ser una cena sólo de chicas....
- Pues no os puedo asegurar nada, porque tengo pendiente una llamada y no sé si me liaré mucho, hablando y después trabajando – dijo Lucas, sin alejarse mucho de la verdad y de los planes que tenía. – Si puedo me apunto, aunque id a vuestro aire, por si no puedo unirme....
- Vale, como digas. Mira, ahora que hablas de llamadas, voy a llamar a casa, que hoy no he hablado con Karlos.... – Myriam se levantó y se alejó de la mesa, para llamar a su marido. Los dos la miraron irse y cuando ya estuvo un poco alejada, Patricia le golpeó en el brazo a Lucas.
- ¡¡Au!! – exageró él.
- ¿Vas a contarme ahora mismo qué narices te pasa o va a tener que darme un patatús de la ignorancia? – Patricia estaba molesta.
- Vale, vale, he venido antes precisamente por eso, para hablar contigo, pero no podía hacerlo delante de Myriam.... – se defendió.
- ¿Es de lo tuyo? – Patricia se preocupó y se puso seria.
- Eso creo, aunque es tan raro que ni yo mismo sé de qué es....
- ¡¡Venga!! ¡¡Dime!!
- ¡Vale! – Lucas miró a Myriam, que seguía hablando por teléfono cerca de la puerta. – Esta tarde han intentado matarme....
- ¡¡¿Qué?!!
- ¡Tranquila! Ya estoy yo bastante nervioso.
- ¿Qué ha pasado?
- Me han tendido una trampa, me han hecho ir hasta Ciudad Lineal a ver un edificio que se supone que estaba “encantado” y han llegado dos.... dos.... dos tipejos – Lucas dudó cómo definirlos – armados con metralletas que iban a por mí.
- ¿Quiénes eran? ¿Los conocías?
- No, no, no los había visto en mi vida. Era la primera vez que me encontraba con una cosa así....
- ¿Eran humanos o eran.... otra cosa?
- No sé lo que eran: humanos desde luego que no. Pero no sé qué narices eran....
Los dos se quedaron en silencio: Lucas angustiado y Patricia preocupada.
- ¿Y te libraste de ellos? ¿Te han seguido?
- Sí, me escapé con un poco de habilidad y un poco de suerte: como siempre – Lucas trató de tranquilizar a su novia, con su sonrisa irresistible, pero Patricia estaba preocupada de veras y fue inmune a su sonrisa. – Después salí pitando de allí con el Twingo y les perdí de vista. No me han seguido.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Más o menos lo que le he dicho a Myriam: hablar por teléfono. Quiero averiguar quién me ha tendido la trampa y para eso quiero encontrar a quien me llevó hasta ella: Darío.
- ¡¡Menudo cabrón!! – Patricia no se pudo contener. No conocía a aquella piltrafa humana, pero sabía de sus desventuras con su novio. Varios clientes se volvieron a mirarles, sorprendidos.
Lucas esperó a que todos volvieran a lo suyo.
- Quiero encontrar a ese pendejo y darle puñetazos en la barriga hasta que me sangren los nudillos – dijo Lucas, con odio de verdad. – Así a lo mejor me cuenta quién es el cabrón que ha querido matarme....
- ¿Estás seguro de que no ha sido él?
- ¿Darío? – se asombró Lucas. – Claro que no. Puede meterse en muchos líos, pero terrenales. Él no tiene los contactos necesarios para contratar a esos.... a esos.... a esos pistoleros. Ha sido un mero peón en todo esto....
Myriam volvió a la mesa y Patricia y Lucas dejaron de hablar automáticamente.
- ¿Todo bien?
- Sí, estaba con el niño en el parque – explicó Myriam, y aquella conversación le pareció irreal a Lucas, tan alejada de su propia vida, de su propia situación, de tan ordinaria y normal que era. – Todo bien. Bueno.... ¿tomamos otra cosa? A lo mejor es pronto para ir a cenar....
- Yo os voy a dejar, chicas, que de verdad que tengo que hacer esa llamada....
- Vaya.... Bueno, pero si terminas pronto y tienes hambre llámanos y te unes, ¿vale? – le dijo Myriam.
- Descuida – Lucas sonrió y se inclinó para darle dos besos a Myriam. Después se volvió a Patricia, pero ésta se levantó, le pasó los brazos alrededor del cuello y le besó intensamente. Lucas se quedó sin respiración.
- ¿Quieres que me quede contigo? – le dijo en voz baja, frente a él, con mirada profunda.
- No, pasa el resto del día con Myriam – le dijo Lucas, convencido. – Hace tiempo que no la ves, disfruta. Pásalo bien.
- Y tú ten cuidado....
- Siempre lo tengo.
Después le dio un beso en la nariz y se separó de ella. No esperaba que aquel movimiento tan sencillo le fuese a costar tanto.
- Pasadlo bien, chicas. Luego os llamo si es pronto – se despidió, sabiendo que no iba a volver con ellas: si volvían a ir a por él no quería que nadie querido estuviese cerca.
- ¡Adiós!
- Adiós monstruito....
La cara de Patricia le hizo daño en el pecho. Un dolor real. Tragó saliva y sacó el móvil del bolsillo del vaquero, mientras se alejaba de la mesa, cruzaba la puerta y caminaba Gran Vía abajo.
Hasta que no estuvo al lado del coche no buscó el número en la agenda y llamó. Casi habían pasado las dos horas de aparcamiento, pero no cambió el papel. Se quedó apoyado en el costado del Twingo con el móvil en la oreja y el otro brazo cruzado sobre el estómago, con el codo de la mano del teléfono apoyado en el dorso de la mano libre, escuchando los tonos de llamada.
- ¿Qué pasa, tío? ¿Cómo lo llevas? – le contestó la voz conocida. – Mañana nos vemos en lo de Sofía, ¿no?
- No lo sé, José Ramón, a lo mejor puedo o a lo peor no....
- Oye, ¿qué te pasa? – José Ramón había escuchado la voz de su amigo y no era nada halagüeña.
- ¡Bufff....! Por dónde empiezo – dijo Lucas, recapitulando todo lo pasado en el día. Después pensó qué podía contarle a José Ramón (sobre todo cómo contárselo) y después siguió hablando. – ¿Tú te acuerdas de Darío, el tipo aquel raro, con pinta de colgao? Me viste una vez con él, hace tiempo, en el Retiro....
- Sí, me acuerdo – asintió José Ramón. – Tuviste un lío con él por no sé qué de artículos robados de tu empresa o algo así, ¿no? ¿Qué pasa con él? ¿Ha vuelto a las andadas?
- No, no.... – Lucas recordó que aquella había sido la historia que le había contado a su amigo, en vez de decirle que los dos estaban cazando ujkus en el parque más emblemático de Madrid. – Pero puedo necesitar hablar con él. Movidas del trabajo y creo que un ratero como él me podría servir para entender unas cosas que me han pasado....
- ¿Y qué quieres de mí?
- Yo voy a buscarle por mi cuenta, pero como sé que tú puedes reconocerle, que conoces su aspecto, te aviso de que le estoy buscando. Ha desaparecido, pero si le ves, ¿me darás un toque?
- Te aviso, claro – José Ramón parecía asombrado.
- No te pido que lo busques, pero la casualidad puede resultar muy útil en estos casos: a lo mejor le ves tú antes de que yo lo encuentre....
- Descuida, estaré pendiente.
- Muchas gracias, colega.
- ¿Te veré mañana? – repitió José Ramón, muy poco convencido aquella segunda vez.
Lucas se encogió de hombros, aunque su amigo no podía verle.
- Si sigo vivo para mañana por la noche, iré a la fiesta de Sofía – dijo.
Aquella vez tampoco sonó divertido y José Ramón no se rio.
- Te dejo, Jose, ya nos veremos – se despidió Lucas. –
Y gracias, tío.
- Lo que necesites – contestó José Ramón, que estaba bastante más intranquilo que al principio de la llamada.
Pero no pudo seguir preguntando, tratando de quedarse un poco más tranquilo.
Lucas colgó.

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