viernes, 1 de diciembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo IV (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS

- IV -

RYNGO



El tres de enero mi antiguo yumón se despertó bien descansado y con las ideas muy claras.

Durante todo el tiempo que llevaba en la cabaña de los leñadores, desde que se había recuperado de la inconsciencia debida a su accidente en la cascada, había dormido en un jergón de paja, colocado en el suelo, en la zona de la cabaña que se consideraba el salón, donde estaban colocadas las mecedoras y los sillones. Cada noche apartaban los muebles y Shonren sacaba el jergón del armario, echándolo al suelo. Drill me aseguró después que durmió muy cómodamente, no tuvo que mentir cuando le preguntaron.

Aquella mañana supo que iba a irse. Había aceptado la invitación de Shonren y Adeilha con mucho gusto, pero no quería alargarla demasiado. Ya había pasado el día del fin del año anterior así que debía volver a ponerse en marcha y retomar su misión.

Como cada mañana, Drill recogió la ropa de cama y la dobló, colocándola sobre uno de los sillones. Después puso en pie el jergón y lo apoyó contra la puerta del armario: Shonren siempre se encargaba de guardarlo allí dentro. El leñador ya estaba fuera, en el bosque, y su mujer aún estaba en la zona de la cocina, recogiendo, a punto de irse a cuidar de los animales que la familia tenía detrás de la cabaña, en un corral y una pequeña caballeriza. Drill salió a la parte delantera de la cabaña, a lavarse en un barril de agua fría. Colocándose el parche y con gotas prendidas de su barba volvió dentro.

- Buenos días. Ahora, ¿qué tal has dormido? – le preguntó Adeilha, secándose las manos y quitándose el delantal.

- Muy bien, gratitud y prosperidad – contestó mi yumón.

- Desayuna lo que quieras, así sea. Yo ahora voy a encargarme de los animales, luego nos veremos.

- Puede que no, Adeilha – dijo mi yumón, haciendo que la mujer se detuviera. – Hoy reemprenderé mi viaje.

- ¿Te marchas?

- Así sea – contestó Drill, al que se le estaba pegando el acento de aquella parte de las montañas Rocco. – Mi misión está lejos de estar acabada y aunque me habéis tratado con mucha amabilidad y cariño y estoy muy a gusto aquí, debo irme.

- Así sea, tienes razón – asintió Adeilha. – Ahora, te echaremos de menos. Sobre todo Jordan.

Drill asintió, con cierta pena.

- ¿Dónde está el chico?

- Fuera, jugando con su zorrillo – contestó la madre. – ¿Te lo llevarás contigo?

Drill se encogió de hombros.

- No es mío. Es salvaje. Sólo me acompaña, porque él quería. Si se queda aquí, ¿será mucha molestia?

- Ninguna – aceptó Adeilha. – A Jordan le gustaría muchísimo.

- Pues por mí no hay ningún problema, así sea – afirmó Drill. Adeilha sonrió, terminó de colocar la mesa y salió por la puerta, para encargarse de los animales.

Mi antiguo yumón desayunó tranquilamente y después recogió lo que había usado y manchado. Después recogió sus cosas, lo metió todo en la artilla (asegurándose de que la caja de Monto estaba en el doble fondo, escondida), se puso el cuchillo y la espada decorada al cinto y salió de la cabaña.

En el bosquecillo que había a la izquierda, a unos ochenta metros de la casa, estaba Shonren. El leñador estaba con un hacha de cabeza pequeña y mango corto, desenramando unos troncos estrechos. Drill se encaminó hacia allí.

- Buenos días.

- Buenos días tengas – le contestó el leñador, parando de trabajar. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo mientras observaba al mercenario. – ¿Nos dejas?

- Así sea. Veo que no es ningún secreto.

- Se te ve preparado para un viaje, así que supongo que sigues con tu misión – asintió Shonren. – Ahora, te echaremos de menos.

- Y yo a vosotros, digo verdad – admitió mi yumón, sincero.

- El deber es deber, ¿no? Así sea – replicó Shonren, sonriente.

- Así sea – repitió Drill, tendiéndole la mano. Los dos hombres se estrecharon la muñeca. – Ofrezco gratitud y deseo prosperidad.

Después hizo el gesto respetuoso, con el canto de la mano en lo alto de la cabeza y el pulgar en la frente, pasando la pierna derecha por delante de la izquierda e inclinándose un poco en una reverencia.

- Así sea para ti también – Shonren no imitó el gesto, pero asintió enfáticamente. – Ahora, mucha suerte con esa caja....

Drill sonrió con su sonrisa infantil y se dio la vuelta, dejando al leñador a su espalda, que lo observó alejarse, con una sonrisa cariñosa en la cara. Hasta que no desapareció detrás de la cabaña Shonren no volvió al trabajo con el hacha.

Drill fue al corral y se despidió de Adeilha en los mismos términos, recibiendo gratitud y prosperidad de la mujer, además de deseos de buena suerte.

- Ten cuidado – le advirtió. – Aquí estamos muy apartados, pero hemos oído desde hace tiempo que Barenibomur está un poco revuelto: al parecer hay tensiones con el reino de Escaste.

- Hacia allí voy, precisamente – reconoció Drill.

- Shonren me lo dijo – asintió Adeilha. – Ahora, sigue tu camino pero con cuidado, así sea.

- Lo haré – Drill se tocó la barbilla con la punta del dedo pulgar. – ¿Dónde está Jordan? Quería despedirme de él también.

- Al salir de la cabaña le vi en la orilla del río, hacia la salida del valle.

Mi antiguo yumón repitió el gesto de reverencia y después caminó hacia el río, dejando a su espalda a la pareja de leñadores a la que tanto debía.

Algo apartado de la cabaña, a la orilla del río como había dicho su madre, estaba Jordan. Jugaba con el pequeño raposo, lanzándole un palo al agua. El zorrillo saltaba a la fuerte corriente, recuperaba el palo con los dientes y volvía nadando a la orilla, donde se sacudía y devolvía el palo a Jordan. El niño animaba al animal cada vez que se metía en la fuerte corriente.

- Hola Jordan. Buenos días.

- Hola Bittor. ¿Qué tal?

- Bien, bien.... He venido a despedirme.

- ¿Te vas? – Jordan se sorprendió al instante, poniéndose en pie.

- Tengo que hacerlo, así sea. Tengo que seguir con mi misión.

- Ya, claro.... – aceptó el niño, pero estaba claro que estaba disgustado.

- Volveré a verte, lo prometo. Cuando acabe lo que tengo que hacer en Escaste supongo que volveré a subir por aquí, así que podría pasar a veros.

- ¡¡Sí!! Te recibiremos con los brazos abiertos.

Jordan sonreía contento ante la posibilidad de reencontrarse con Drill unos meses después y le abrazó con alegría y con cariño. Mi antiguo yumón le devolvió el abrazo, cómodo.

- Ahora, ¿y el zorrillo?

Los dos humanos se habían separado y miraban al animalillo. El zorro se había sacudido el agua del pelaje y los miraba con atención, pegado a los tobillos de ambos.

- Puede quedarse aquí contigo, si quiere....

- ¡¡Bien!! – Jordan saltó de alegría. Drill se agachó a acariciar el pelaje húmedo del animal, con un nudo en la garganta. Se puso en pie, le dio un toque amistoso a Jordan en el hombro y siguió su camino por el sendero de tierra, el que atravesaba el bosque y salía a la llanura, hasta el pueblo.

Cuando escuchó un trotecillo a su lado miró hacia abajo y vio al zorrillo caminando a su lado, indiferente.

- ¿No te quieres quedar aquí? – Drill se dirigió al zorro, hablándole como lo había hecho mientras recorrían juntos el paso de montaña. Se agachó a su lado y miró a Jordan, que los contemplaba con cara triste desde unos metros de distancia.

El zorrillo se dejó acariciar y después miró hacia adelante, con indiferencia. Estaba claro que quería acompañar a mi viejo yumón.

- Así sea – comprendió Drill, volviendo a acariciar al raposo. – Pero deberías despedirte de Jordan: ha sido un gran amigo y nos ha tratado muy bien.

El zorrillo miró a Drill y después miró a Jordan. Mi antiguo yumón juró mientras me contaba esta parte que el zorro parecía comprender perfectamente lo que pasaba y lo que le estaba diciendo. Y yo le creo.

El raposo se dio la vuelta, trotó hasta Jordan, se detuvo a su lado y le lamió el tobillo. El niño se agachó y abrazó al animal, que se dejó hacer, mientras le daba algún lengüetazo en la cara.

- Adiós, amigo – se despidió Jordan, dejándolo libre. El zorro lo miró durante un par de segundos más y después volvió con Drill. Éste se despidió de lejos de Jordan, alzando la mano, y después siguió su camino, adentrándose en el bosque.

Mientras cruzaban entre las hayas y los castaños, Drill observó al zorro, que trotaba y caminaba cerca de él, sin darle importancia a la extraña situación. Drill me confesó que aquella compañía le alegraba mucho: pensaba hacer el viaje solo, así que el zorrillo era un compañero estupendo.

Se descolgó la artilla del hombro y, sin dejar de andar, rebuscó en su interior, entre todas sus cosas, hasta dar con lo que quería. Sacó el collar de cuero que le había regalado Jordan y lo sostuvo en la palma de la mano, observándolo con cariño.

- Espera. Quieto – dijo, deteniéndose y apoyando la rodilla en el suelo (la artritis le mandó un aviso de dolor, que mi yumón trató de mitigar con una mueca). El zorrillo se detuvo y volvió sobre sus pasos, parándose al lado del mercenario. Éste le puso el collar de cuero suave en torno al cuello, con cuidado, sin apretarlo mucho. Después se quedó arrodillado (aunque dolía) al lado del animal.

A aquel collar le faltaba un nombre.

Un nombre: elegir uno adecuado sería muy difícil. Mi yumón siempre había sido un hombre muy práctico, así que se dijo que el primero que se le ocurriera que le pareciera adecuado sería el elegido. Dar más vueltas sólo serviría para volverse loco y acabar por desechar todas las opciones.

Miró al zorrillo durante unos segundos, pensando. La primera idea no le gustó, el segundo nombre era bonito pero no le convenció. El tercero le hizo sonreír, con aquella mueca extraña que sólo él llamaba sonrisa. Aquella era una buena señal.

- Ryngo – dijo, con voz queda. El zorrillo alzó las orejas y miró atentamente al mercenario. Después lanzó un corto ladrido, quizá de conformidad.

Aquello le valió a mi antiguo yumón. Se puso en pie, con gesto de dolor por sus rodillas, y siguió caminando por entre los árboles.

- Ryngo, aquí – ordenó.

El raposo trotó y marchó al lado del mercenario.


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