viernes, 15 de diciembre de 2017

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo X (3ª parte)



PALABRAS MÁGICAS
- X -
LA BATALLA DEL MURO DE LITHUS

Ryngo permaneció junto a Drill durante toda la guerra.
Se escabullía fuera del cuartel o de los campamentos itinerantes que los soldados montaban mientras estaban de campaña. Siempre se alimentaba y dormía en el campo o en el bosque, aunque siempre encontraba un rato para volver con mi antiguo yumón y estar con él. En algunas ocasiones, cuando debían dormir al raso a causa de su misión, el zorrillo dormía con Drill, acurrucado bajo su manta. Se acercaba en la oscuridad, asegurándose de que nadie podía verle y se reunía con el mercenario.
Drill me confesó que algunos de sus compañeros sabían de la existencia de Ryngo: no se les habían pasado por alto sus incursiones nocturnas. Pero nadie dijo nada: el comandante no necesitaba saber algo que en realidad carecía de importancia. Aunque Drill tuvo que aguantar las bromas sobre su “peluda amante nocturna” y las chanzas de los compañeros que sabían lo que pasaba.
El zorrillo fue una ayuda para Drill mientras estuvo en la guerra, estoy segura de ello. Era una manera de evadirse de la estupidez y la muerte que había alrededor en todo momento.
Ryngo no estuvo con Drill en la batalla en el muro de Lithus. Fue una de las campañas más duras de aquella guerra, durante el mes de mayo.
El muro de Lithus es una construcción en piedra que delimita la frontera entre los reinos de Barenibomur y Escaste, al oeste de las montañas Hartodhax. Es una antigua construcción, de los tiempos en que se dice que los Elfos de Melnûn llegaron hasta las costas de Escaste.
El muro es de roca gris y negra, de grandes ladrillos. Tiene una altura de cuatro metros y una anchura de dos. Hay tres puertas en toda su longitud, anchas, por las que pueden pasar carros grandes. Las puertas las controlan los Caballeros de Alastair, al ser un paso fronterizo, pero durante la guerra estaban desatendidas. Por lo que sé, durante los meses que duró la guerra el control del muro estuvo constantemente cambiando de manos, entre un ejército y otro.
Cuando Drill y su compañía tuvieron que acudir al muro de Lithus, los escasteños habían logrado derrumbar parte del muro, en dos puntos diferentes, que utilizaban para cruzar al reino de Barenibomur. En aquellos momentos el muro estaba controlado por el ejército bareniense y no podían consentir que el enemigo se les colara en el reino.
Una vez encontradas las dos brechas, tres compañías de infantería se encargaron de cerrar la más occidental, mientras mantenían a los escasteños al otro lado. Dos compañías de infantería junto con una de arqueros se ocuparon de la brecha más oriental, que estaba a unas cinco leguas del inicio de las montañas.
La compañía Puño estaba entre ellas.
Drill no me dio muchos detalles de la batalla, aunque por lo menos me contó la historia. Llegaron a la brecha al caer la tarde, después de todo el día de marcha. Había una escuadra de zapadores ya allí, empezando las reparaciones. Una compañía comenzó a montar el campamento, mientras los arqueros se colocaban en lo alto del muro y la compañía Puño pasaba al otro lado, en terreno escasteño. Formaron en posición defensiva, preparados ante cualquier ataque enemigo. Drill me dijo que vieron a soldados enemigos, a larga distancia, observándoles y controlando lo que ocurría a los pies del muro, pero no se acercaron. Sólo eran batidores.
La noche debió hacerse muy larga. Hubo arqueros de guardia en lo alto del muro y las dos compañías de infantería se dieron el relevo a cada lado del muro, vigilando cuando estaban en terreno enemigo y durmiendo en el recién levantado campamento cuando estaban en el reino de Barenibomur.
La noche fue tranquila. Pero la mañana fue muy distinta.
Tras el amanecer, el desayuno y la reunión de los comandantes para organizar la jornada, los gritos de alarma de los soldados que estaban en Escaste en aquel momento movilizaron a toda la tropa.
Los escasteños atacaban.
Las dos compañías de infantería pasaron la brecha, formando al otro lado. Los arqueros se dispusieron por baterías en lo alto del muro, extendiéndose a los lados de la brecha. Las cuadrillas de zapadores abandonaron los trabajos de reconstrucción, quedándose en territorio amigo.
No sé muy bien cómo se desarrolló la batalla, Drill no quiso contarme esos detalles. Su interés en aquella jornada era otro, que fue lo que me contó. Yo pude averiguar algo después, en la biblioteca de Vuidake (tuve que ir a documentarme para otra misión) y lo que pude preguntar a otros veteranos que conocí durante mis viajes.
Los escasteños acudieron allí con la caballería y con dos compañías de infantería. Además, había una pequeña escuadra de artillería, armada con lo que se conocía como fuego Kulthu (Kulthus es como se llama en Escaste a los antiguos Elfos). Querían mantener la brecha abierta y lucharían por ella: gracias a aquel paso podían colar (siempre que los barenienses no se interpusieran) a pequeñas compañías ligeras en territorio enemigo, para realizar escaramuzas y otras acciones de desgaste.
La batalla duró todo el día, intercambiándose diferentes ataques, con la caballería escasteña barriendo a los soldados de Barenibomur y con los arqueros de este reino diezmando a los jinetes de Escaste desde lejos.
Creo que la victoria al final de la jornada fue para Barenibomur, que consiguió espantar al ejército enemigo y mantener el control del muro, a costa de varias docenas de muertos, pero no estoy segura.
Poco importa. Aquella batalla fue una más dentro de la guerra, sin mucha importancia, porque si no me equivoco el muro de Lithus pasó a estar controlado por los escasteños al cabo de un par de semanas después de aquello.
Lo que de verdad atormentaba a Drill (y por eso me contó aquella batalla, por encima, sin muchas ganas y gracias a que se había pasado un poco con las cervezas) eran las órdenes que los arqueros tenían aquel día.
Metido en medio de la vorágine de la lucha, Drill pudo ver cómo algunos compañeros de su compañía y de la otra que luchaba con ellos se dieron la vuelta, volviendo a la seguridad del muro. Las dos compañías estaban compuestas por soldados veteranos de otras luchas, pero todos habían sido reclutados a la fuerza, así que era en parte comprensible que ante la evidente superioridad inicial del ejército de Escaste algunos soldados recularan y huyeran, buscando refugio tras el muro de Lithus. Ninguno estaba allí porque quisiera luchar de verdad por el reino de Barenibomur.
Entonces los arqueros de lo alto del muro empezaron a disparar contra los soldados de su propio ejército, a aquellos que no seguían luchando y que volvían atrás, heridos y asustados. Los arqueros cumplían las órdenes que el alto mando había transmitido a sus superiores, pero eso no hace que les tenga simpatía. Aquello fue una ejecución en toda regla, por parte de compañeros del mismo ejército.
Drill me contó el pánico que siguió, los compañeros que seguían corriendo hacia la retaguardia, siendo asaeteados por sus compatriotas, deteniendo sus carreras en el acto, atravesados por varias flechas. Los soldados que vieron eso gritaron enfurecidos, pero ante la posibilidad de sufrir ellos mismos una descarga de flechas, se volvieron hacia adelante y cargaron contra los escasteños, que no dejaban de lanzar su caballería, su infantería y sus descargas de fuego Kulthu, que volaban con chispas de colores por el aire y estallaban al caer al suelo, entre los soldados barenienses.
He sido mercenaria toda mi vida, por mis misiones he tenido que pelear en muchas ocasiones, no pocas veces en tumultos donde había mucha gente, pero nunca he visto nada como aquello. Ni quiero verlo ni vivirlo, desde luego.
Drill me contaría mucho después que corrió por su vida, pero en lugar de hacia atrás, a la seguridad del muro de Lithus, hacia adelante, hacia el enemigo y sus espadas y lanzas. Por suerte para él era un gran espadachín: además, tenía su espada decorada (los mandos del ejército le habían permitido tenerla: no había armamento para todos los soldados y se agradecía que algunos llevaran sus propias armas y equipamientos). Recordad que os dije que aquella espada tenía un par de agujeros en la guarda de la empuñadura, que no eran decorativos. Drill sabía manejar aquella espada con soltura (era un espadachín terrible), metiendo el dedo en uno de aquellos agujeros y haciendo girar la espada como un molinillo, desconcertando a los enemigos y tajándoles por sorpresa.
Pero lo peor aún estaba por venir. Lo que traumatizó a mi antiguo yumón todavía no os lo he contado.
Con la huida final del ejército de Escaste (o durante una retirada preventiva de las varias que hubo durante la batalla, no lo sé) Drill se vio corriendo por la pradera, en la que había pocos soldados dispersos. Se topó con dos enemigos, matando a uno casi al instante y trabándose con el otro después. El soldado escasteño le cortó en un muslo, una herida no muy grave pero que le hizo perder pie. El otro alzó la espada, con las dos manos, apuntando hacia abajo, aullando como un poseso. Desde el suelo, con la rodilla apoyada en la hierba, mi antiguo yumón se movió con rapidez y le clavó su espada decorada en oro en la barriga, por entre las placas de la armadura ligera. El soldado enemigo cayó sobre Drill y los dos acabaron tendidos en el suelo.
Drill me contó que escuchó correr a más compañeros, pasando por allí cerca, sin reparar en él. El ejército escasteño se alejaba y la zona se quedaba en silencio.
Se le ocurrió huir en ese preciso instante. Era la oportunidad más clara que había tenido desde hacía dos meses, cuando había sido reclutado en la víspera de su cumpleaños. Estaba tendido en el campo de batalla, oculto con el cuerpo de un enemigo que se desangraba encima de él. Estaba en territorio del reino de Escaste, justo donde su misión le quería llevar. El grueso de su ejército estaba muy atrás y sólo tenía que esconderse de los compañeros que acababan de pasar corriendo, tras los últimos soldados enemigos rezagados. Cuando se asegurase de que estaba solo se levantaría, arrastrándose desde debajo de los cadáveres de los enemigos muertos y correría a ocultarse a los pies de las cercanas montañas.
Escuchó los pasos de los soldados barenienses que volvían y cuando los oyó pasar y la distancia los hizo inaudibles, empezó a arrastrarse, para salir de debajo del cadáver, tirando de su espada para recuperarla.
Entonces volvió a oír pasos, así que se quedó tendido, boca abajo, volviéndose a hacer el muerto para pasar desapercibido.
Mirando desde el suelo, por entre los cuerpos de compañeros y enemigos muertos, vio pasar a tres soldados jóvenes de su mismo ejército. Los conocía de vista, pertenecían a la otra compañía que había luchado junto a la Puño aquella jornada. Eran tres chicos reclutados a la fuerza, como casi todos, que ya tenían experiencia en la lucha, por haber formado parte de una expedición para acabar con una banda de forajidos que había aterrorizado a Barenibomur el año anterior.
Los tres chicos corrían medio agachados, pasando por el campo de batalla, mirando constantemente hacia atrás, tratando de pasar inadvertidos, comprobando que nadie los veía irse. Estaban desertando.
Drill esperó, viéndolos correr por el campo. Unirse a ellos no parecía tan buena idea: un grupo grande era más fácil de encontrar. Prefería huir solo, aunque de esa manera no tendría la ayuda de nadie.
Sonó un grito dándoles el alto, un grito autoritario y serio. Los chicos echaron a correr, ya sin precauciones, para alejarse de allí cuanto antes, esperando que los que les habían descubierto no les alcanzasen.
Sonó la cuerda de un arco y uno de los chicos, el que iba en el medio, cayó al suelo con un grito leve de dolor. La flecha sobresalía entre las paletillas. Se derrumbó en el suelo y los dos compañeros se detuvieron, alzando las manos. Drill vio cómo dos soldados pasaron por delante de él, llegaron hasta los chicos y se los llevaron detenidos. El cadáver del tercero se quedó allí abandonado.
Drill aún dudó, durante un segundo. Durante ese instante aún pensó en tratar de escapar, pero después recapacitó, pensando en lo que acababa de ver. Cuando los soldados pasaron a su lado lanzó un grito débil de ayuda, fingiendo un poco. Los soldados le apuntaron con las espadas, al principio asustados, alerta, pero al comprobar que era un compañero herido le ayudaron a levantarle y le llevaron de nuevo con el grueso de la tropa.
Los otros dos soldados desertores iban con ellos, cabizbajos.


Drill no los volvió a ver a ninguno de los dos, salvo dos días después, cuando ya habían dejado atrás el muro de Lithus y la brecha había sido reparada. Una noche, en el campamento provisional, los dos desertores fueron castigados con veinticinco latigazos cada uno, delante de toda la tropa, para que sirvieran como ejemplo.
Cuando cinco días después llegaron a los cuarteles, cerca de Birma, la capital del reino, uno de los chicos fue trasladado a otra compañía. El otro había muerto durante el viaje, a causa de las heridas de la espalda.

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