martes, 10 de abril de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XII (4ª parte)


LA LLAVE ES LA CLAVE
- XII -
ENCADENADO EN LA BODEGA

No supo cuánto tiempo había pasado, al despertar tirado en un suelo de madera, encadenado a la pared. Le dolía la cabeza y no pudo tocársela para ver si tenía alguna herida, pues los grilletes y las cadenas le impedían llevarse las manos hasta lo alto de la cabeza.
Oras Klinton estaba en las mismas condiciones que él, encadenado y tirado en el suelo, hecho un pingajo. Drill, aunque dolorido y magullado, siempre se rehacía con rapidez, más que como un rasgo de su carácter, como una habilidad contraída por su experiencia. Le había ocurrido de todo durante su vida como mercenario, así que había aprendido hacía muchos años a recobrar el ánimo y tratar de averiguar en qué situación se encontraba y cuáles eran sus opciones.
La situación en la que se encontraba era sencilla: guerreros de Raj’Naroq les habían hecho prisioneros a él y a Oras. Estaban en un barco (cosa que averiguó casi al instante, por el movimiento regular del suelo, el crujir de las sogas y el olor del agua del mar), encadenados en lo que imaginaba que era la bodega. Supuso que los guerreros los llevaban lejos de las islas Tharmeìon. ¿Para qué? Lo más lógico era para solicitar un rescate.
Las opciones que tenían eran pocas. Las cadenas eran sólidas y ellos no tenían nada para tratar de forzarlas y quitárselas. Oras Klinton ni llevaba armas y Drill comprobó (como era lógico) que los guerreros de Raj’Naroq le habían quitado la espada. Echó de menos su cuchillo (del que no estaba seguro que hubiera seguido escondido en su bota si lo hubiera llevado encima) y no sería la última vez que se acordase de él.
Los guerreros de Raj’Naroq los vigilaban de cerca, aunque siempre desde la escala que llevaba a la bodega desde el mamparo superior. Tan sólo entraban en la bodega para darles un plato de hojalata lleno de una papilla hedionda, que sin embargo los dos comían siempre, presas del hambre. Otro guerrero les cambiaba un odre de agua cada vez que lo terminaban, lo que le indujo a pensar a Drill que los querían vivos. Si bien no del todo sanos, al menos sí vivos.
Los guerreros de Raj’Naroq sólo hablaban en su lengua cuando estaban frente a los dos secuestrados y como Drill apenas entendía aquella difícil lengua, no sabían qué decían sobre ellos o sobre el viaje. No sabían a dónde se dirigían ni cuánto tiempo había pasado (medir el tiempo en la bodega de un barco, prácticamente a oscuras, es harto complicado).
Cuando por fin llegaron a tierra y les sacaron a la cubierta, Drill pudo comprobar dónde les habían llevado. Preguntó cuánto tiempo había pasado y el guerrero que estaba al lado le miró ceñudo antes de contestar.
Era octubre.

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