martes, 24 de abril de 2018

Viajes y Peripecias de Un Viejo Mercenario Esperando Poder Retirarse - Capítulo XVI (4ª parte)


LA LLAVE ES LA CLAVE
- XVI -
VIAJE POR MAR

Al mediodía estaban a unos cientos de metros de la costa, arrastrados por las corrientes norestes que dominaban el estrecho. Algunas ocasiones tenían que volver a remar, para volver al centro de la corriente, pues algunas corrientes secundarias o algunas olas díscolas los volvían a llevar a la isla de Hefestia. En realidad estaban agotados, después de toda la mañana remando para salir de la isla y para alejarse lo más posible de ella.
Ahora la veían en el horizonte, lejos de ellos, pero Drill no estaba tranquilo. Los guerreros naroquienses se habían esforzado mucho por conseguir una presa con la que extorsionar al rey de las islas Tharmeìon, así que no se dejarían engañar por ellos. Los buscarían sin descanso. Drill quería alejarse lo más posible de Raj’Naroq y cuanto antes mejor.
Por suerte, el estrecho era un corredor comercial bastante transitado, así que una hora después del mediodía (a pesar de ser finales de octubre el Sol calentaba con fuerza, sobre todo a aquellas horas del día) un barco mercante se acercó a ellos, lentamente.
- ¡¡Ah del bote!! – escucharon, saliendo de su modorra y su agotamiento. Se incorporaron los dos y vieron el costado de un barco a dos metros de su barca. Era un barco mediano, sin símbolos naroquienses, pero aun así Drill se llamó idiota por haber bajado la guardia. – ¿Están los dos bien?
Drill y Klinton miraron por encima de la borda del barco, donde tres hombres se asomaban para verles desde la altura. Sólo uno de ellos les saludaba y les hablaba, pero los tres les sonreían. Aquello era buena señal.
- Lo estamos, aunque estamos cansados de remar y agradeceríamos un trago de agua: nos hemos quedado sin reservas – explicó Drill.
- Eso tiene fácil arreglo – les dijo el hombre tocado con un gorro de lana, lanzándoles un odre lleno de agua fresca. Drill dejó que el pintor bebiera primero y aprovechó para observar a los hombres del barco.
Desde luego no eran naroquienses. Vestían como en el continente y su color de piel era moreno por el Sol, pero no rojizo como los hombres de la isla de fuego. No llevaban los tatuajes tribales que lucían los naroquienses (ya fueran guerreros o no) y sus rasgos eran más parecidos a los de la gente de Rocconalia o Aluin que a los norteños.
- Ofrecemos gratitud – dijo Drill después de refrescarse y beber, lanzando el odre de nuevo a la cubierta del barco, visiblemente más vacío.
- Y nosotros deseamos prosperidad – contestó el hombre que había hablado de los tres, mirando con curiosidad a Drill, sin duda sorprendido por aquella fórmula más propia de lugares más finos y civilizados. – Aunque me temo que poca van a tener si siguen navegando el estrecho en un bote de remos.
- La necesidad nos obligó a utilizarlo.
- ¿La necesidad? No veo aparejos de pesca ni equipajes que sugieran un viaje. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en medio del estrecho?
Klinton y Drill se miraron y después fue éste el que contestó, convencidos los dos de que sólo la verdad les serviría para convencer a aquellos marineros.
- Escapamos de la isla Hefestia, perseguidos por guerreros naroquienses que nos tomaron prisioneros para pedir un rescate por nosotros – explicó Drill.
- ¿Un rescate? ¿Acaso sois fugitivos? ¿Hay una recompensa por vos?
- No, no somos fugitivos. Tampoco gente famosa, aunque mi compañero es importante en la corte de las islas Tharmeìon – explicó Drill, sin entrar en detalles. – Dejadnos subir a bordo y os contaremos toda nuestra historia.
Los tres marineros se miraron y hablaron entre ellos en murmullos, aunque para Drill quedó claro que el que hasta ese momento había hablado con ellos era el capitán del barco. Tras un breve intercambio de impresiones, los tres se volvieron hacia ellos, acodándose de nuevo en la batayola.
- Sea. Les subiremos a bordo. Pero si lo que pretenden es engañarnos o tramar algo contra mi tripulación....
- Nada de eso, capitán – rechazó Drill. – Por mi honor de mercenario que lo único que queremos es regresar cuanto antes a las islas Tharmeìon.
El capitán lo miró con fijeza, ante aquella nueva información. Después ordenó subir el bote a bordo, usando para ello una grúa móvil que había en la cubierta del barco. Estaba claro que aquel navío era mercante y como tal estaba preparado para mover, cargar y descargar mercancías.
Mientras un grupo de cuatro marineros arrastraban el bote por la cubierta y lo llevaban al lugar en que otros dos estaban asegurados, el capitán del barco se quedó con Drill y Klinton, valorándolos.
- Soy Morris Unghu – era un hombre alto y corpulento, con un ligero vientre abultado, pero miembros delgados y musculosos y una espalda ancha. Su cara era cuadrada, se cubría los cabellos oscuros con un gorro de lana y tenía el rostro cubierto por una barba negra descuidada y una cicatriz en la mejilla izquierda. – Y este es mi barco, “La Dama Clarish”. Si no traen malas intenciones tampoco las recibirán de mí y mis hombres.
- Desde luego que no, capitán – negó Klinton.
- Al contrario, sólo ofrecemos gratitud por habernos ayudado. No podríamos haber llegado muy lejos con ese bote de remos....
- Bueno, podrían haber llegado al continente esta tarde si hubieran seguido remando, con rumbo sur. Pero para ello deberían haber transportado agua y comida, para reponer fuerzas: luchar contra estas corrientes es agotador – asintió el capitán, que los trataba con amabilidad pero seguía mirándolos con precaución. – Por qué no me explican de una vez esa historia del secuestro, la recompensa y la corte de las islas Tharmeìon.
- ¿Quiere que lo hagamos aquí? – preguntó Drill, abarcando la cubierta con un movimiento del brazo. – ¿O prefiere que lo hagamos en privado?
- ¿Conviene que lo hagamos así?
- No sé – se encogió de hombros Drill. – Eso depende de lo que confíe en sus hombres. O de lo que mi compañero y yo aguantemos de pie a pleno Sol.
El capitán rio a carcajadas, al ser consciente del deplorable aspecto que presentaban Drill y Klinton. Llevaban más de dos meses con la misma ropa, casi sin lavarse. Habían estado toda la mañana en el bote de remos alejándose de la costa, así que no estaban ni limpios ni olían bien. Además, se les notaba que no habían comido nada en muchas horas y que el odre que les habían prestado del barco era lo único que habían bebido en toda la mañana.
- Esta bien, vayamos a mi cabina – concedió el capitán Unghu.
En la cabina del capitán estuvieron más frescos y pudieron tomar otro trago de agua. Además el capitán Unghu les ofreció frutas frescas, que los dos comieron con avidez. El camarote era sencillo y nada aparatoso, aunque cómodo. Aquel barco estaba claro que era mercante y que su capitán era un verdadero oso de mar.
Drill y Klinton, turnándose y corrigiéndose, le contaron a Morris Unghu lo que les había ocurrido desde que Drill había llegado a la pradera de la isla sur, hacía ya casi tres meses. Le explicaron lo que habían hecho en los acantilados de la isla sur, cómo fueron secuestrados, cómo viajaron encadenados en el barco naroquiense y toda la historia del calabozo, hasta que aquella noche pasada habían escapado y se habían hecho a la mar, con más prisa que experiencia y preparación.
- Así que sólo queremos volver a las islas Tharmeìon – terminó Drill, que se había cuidado mucho de contar nada de su misión. – Si nos puede llevar hasta Nori sería estupendo, pero si no ofreceríamos gratitud de igual manera si nos pudieran dejar en el continente, en las costas de Rocconalia.
- No tenemos nada de valor con nosotros, capitán, pero si nos lleva a las islas podremos pagarle buen dinero, a modo de compensación – agregó Klinton.
El capitán los miró uno a uno, sorprendido y admirado.
- Menuda aventura la suya, señores – dijo, silbando. – No me gustaría que acabara mal, así que puedo ayudarles a volver a las islas. En realidad nuestro itinerario no nos separa mucho de ellas, aunque tendremos que rodear el continente por el norte.
- No vamos a discutirle la travesía, desde luego, mucho menos si nos ayuda, digo wen.
- Eso sí, el viaje será largo, no puedo prometerles rapidez – el capitán Unghu se encogió de hombros, impotente. – Llevamos sedas y sal al norte de Rocconalia, donde compraremos barriles de semillas, que llevaremos después a Badir, en Gaerluin. Después pensábamos pasar la Muerte del Año en Lendaxster, así que podemos desviarnos un poco de nuestra ruta para dejarles en Nori. No será ningún problema, pero tardaremos un tiempo.
- Creo que hablo por los dos cuando le digo, capitán, que no nos importa cuánto tardemos, ahora que sabemos que estamos a salvo y volvemos a las islas – contestó Drill, haciendo el gesto reverente, con la mano en la cabeza y cruzando la pierna derecha sobre la izquierda. Oras Klinton también dedicó aquel gesto al capitán.


El viaje transcurrió sin incidentes, tal y como lo había expuesto el capitán Unghu. Viajaron al norte de Rocconalia y atracaron en un puerto mercante que estaba al norte de Velsoka. Hicieron sus negocios allí y después navegaron al sur hasta Badir, donde vendieron las semillas a buen precio. Después la travesía siguió más al sur, tranquilamente, rodeando el cabo Recoso y alcanzando la isla norte.
Durante el viaje, Drill y Klinton aprendieron a trabajar en un barco y ayudaron a la tripulación en las tareas de navegación y de carga y descarga de las mercancías. Eran dos grumetes ya crecidos que hicieron bien su trabajo. Aquello sirvió para afianzar mucho más la amistad de mi antiguo yumón con el pintor y para establecer una excelente relación con los marineros y el capitán Unghu.
La Dama Clarish” llegó al puerto de Nori a últimos de noviembre, un mes después de haber recogido a los dos “náufragos”. Aquel no era el hogar de Drill ni su misión había terminado (en realidad seguía en el mismo punto que cuando llegó por primera vez a las islas Tharmeìon meses atrás) pero cuando vio el puerto de Nori desde la cubierta de “La Dama Clarish” se sintió a salvo y como en casa.

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